MIQUEL RAMOS Periodista. El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden , estaba a punto de hincarle el diente a una enorme bola de helado cuando fue preguntado por un periodista sobre un alto fuego en Gaza . Tras permanecer un segundo con la boca abierta a pocos centímetros del cucurucho, dijo que esperaba que ese alto el fuego fuese inminente . Lo esperaba, porque él no lo ha pedido ni lo ha impulsado, más bien al contrario. Esperaba, como quien espera que salga el sol. Como si, en parte, no dependiese de él. Habían pasado tan solo unas horas desde que Aaron Bushnell, un soldado norteamericano de la Fuerza Aérea, se quemase a lo bonzo ante la embajada israelí a modo de protesta por la responsabilidad de su gobierno. "No seré cómplice de este genocidio", dijo ante la cámara que grabó sus últimos momentos, refiriéndose a Gaza. Biden, cuyo Gobierno es el principal aliado y financiador de Israel , a quien nutre de armas y a quien protege históricamente, junto con la
“Andar ergueitos, falar forte e nunca máis esquecer o noso norte."