se barco de negreros hay que confiscarlo y hundirlo. Para que sirva de advertencia de cuál va a ser el final que les espera a todos los multimillonarios y políticos que promuevan la invasión de Europa». Quien escupe sapos por la boca es Santiago Abascal, el líder de Vox, partido que cuenta con más de tres millones de votantes y que ahora mismo tiene unas expectativas muy elevadas de cara a las próximas elecciones. Vamos, que no son tres o cuatro las personas que, al parecer, validan de alguna forma estas palabras.
Abascal se refiere al buque de la ONG Open Arms, que atracó en Santa Cruz de Tenerife. Y cuando habla de la invasión, trata sobre la llegada de miles de inmigrantes que arriban en pateras o de otra forma irregular a España. Este es el escenario, un partido xenófobo que cotiza al alza en un país que se ha caracterizado en parte de su historia por tener a millones de habitantes que tuvieron que buscarse la vida fuera de su tierra.
Abascal, con medias verdades y muchas mentiras, está poniendo en el foco la inmigración masiva que está recibiendo España, que él solucionaría hundiendo los barcos que se dedican a salvarles la vida en el mar. Claro que este asunto es uno de los principales problemas que tiene España y, por extensión, buena parte de los países de la UE. Se trata de hallar una solución al cómo encajar e integrar a esos jóvenes que solo quieren encontrar un trabajo y un entorno seguro en el que desarrollarse como personas.
No todo el mérito del crecimiento de Vox se le puede atribuir a Pedro Sánchez, pero sí una parte, porque de forma consciente se ha dedicado a polarizar todo lo posible, encontrando en la ultraderecha ese enemigo necesario para movilizar a los suyos. Igualmente, ha intentado que entre la ciudadanía no se perciba apenas diferencia entre el PP y Vox. Y de esta estrategia se está beneficiando la agrupación ultra.
Y otro culpable de la subida de esta derecha extrema es el propio PP. No ha sabido dar con la tecla para revertir la fuga de votos que se van a Vox. Sus políticas dubitativas han llevado a un escenario en el que no se sabe muy bien si los de Feijoo quieren diferenciarse de Vox o pretenden parecerse. Y, claro, las dos cosas no pueden ser.
El caso es que, viendo las últimas encuestas publicadas, Abascal va ganando terreno (ya supera el 15 % del voto) y el PP se estanca. Parece obvio que, si se celebrasen comicios ahora mismo, la derecha formaría un Gobierno de coalición y al PP le sería tremendamente difícil llevar la línea que a buen seguro más le gusta a Feijoo, que es la moderación. Feijoo quiere que su partido se aleje de los extremos. Pero la realidad es que tampoco ha conseguido silenciar las voces de su sector más beligerante, como es el caso de Ayuso, quien campa a sus anchas como un verso suelto que llena de ruido el panorama político.
Alberto Núñez Feijoo tiene muchas cualidades como futurible en el despacho de la Moncloa, pero no está siendo capaz de imponer su liderazgo.