
Periodista y escritora
Trump inventa un estado de "violencia extrema y caos" en Washington, la capital de Estados Unidos, y despliega a la Guardia Nacional para enfrentar esa supuesta "crisis de seguridad" evidentemente falsa. Vox inventa una crisis en Torre Pacheco por la violencia ejercida, según ellos, por parte de la población magrebí y hace un llamamiento a intervenir en la zona para enfrentar una "crisis de seguridad" que no existe.
Quienes habitan en Washington y Torre Pacheco saben que la violencia de la que hablan Trump y Vox es mentira. Quienes no vivimos allí lo sabemos también. De hecho, todo el mundo es consciente de que se trata de una patraña. Pero funciona. En tanto que sucede, funciona. En tanto que Trump militariza Washington y Vox genera toneladas de información y desinformación al respecto, funciona.La cuestión es que se trata de una estrategia viejísima, lo cual nos obliga a preguntarnos por qué sigue funcionando. Además de dar al traste con la idea de que son las redes las que lo permiten.
Basta un somero repaso desde el principio del siglo XX. En 1900, el caso Dreyfus —un oficial judío acusado falsamente de traición— fue explotado por sectores nacionalistas para presentar a los judíos como "enemigos internos" que amenazaban la nación. En 1933, el incendio del Reichstag se usó como "prueba" de una conspiración comunista y Hitler lo aprovechó para aprobar leyes de emergencia y suspender derechos civiles. En los 50, el senador McCarthy exageró y fabricó casos de espionaje comunista para crear una ola de pánico que justificó listas negras, despidos y persecuciones políticas. En el 68, Nixon creó y usó la percepción de caos urbano para impulsar una "guerra contra el crimen" que encubría una salvaje campaña racista. En los años 70 y 80, en Argentina, Chile y Uruguay se construyeron supuestas amenazas "subversivas violentas" para justificar una atroz represión preñada de torturas, desapariciones y asesinatos. En los 80, Thatcher presentó las huelgas mineras como "amenazas al orden nacional" para justificar duras políticas policiales y represión. En 2001, tras el 11-S, Bush amplió los poderes de vigilancia y control migratorio, usando la amenaza terrorista como argumento central, además de lanzar una devastadora "guerra contra el terror" internacional cuyos estragos llegan hasta nuestros días… Podría seguir, pero creo que es suficiente para demostrar que lo que ahora están haciendo las extremas derechas ni es nuevo ni responde a unos supuestos cambios de acción basados en las tecnologías.
La invención de amenazas y miedos sigue funcionando. Esas amenazas no solo no son reales, sino que la inmensa mayoría de la población es consciente de que no lo son. Lo conocemos, sabemos de qué se trata y, sin embargo, seguimos comprando sus argumentos, sus actuaciones, sus violencias. La eficacia de esta estrategia no solo depende de quién la lanza, sino también de que una parte de la sociedad encuentre algún beneficio Podríamos empeñarnos (de nuevo) en desglosar las cifras y datos reales, es decir, que en Washington la violencia ha descendido en los últimos años y que la comunidad migrante en España no solo no es "peligrosa", sino que forma parte activa de la sociedad y la enriquece. Sin embargo, ¿de qué sirve hacerlo si una parte de la población decide comprar la mentira de forma consciente y voluntaria? Siguiendo el hilo, deberíamos preguntarnos, pues, si la construcción de falsos enemigos no responde, en el fondo, a la exigencia de una parte de la población, que lamentablemente es cada vez mayor. Es decir, pararnos a pensar que dichas construcciones funcionan de abajo arriba, y no al revés.
En el fondo, estos relatos crecen y engordan porque ofrecen un atajo narrativo a quienes desean estar en un supuesto bando, que podríamos llamar "el de los buenos", pero en realidad es "el de los fuertes". Te dicen quién es "el malo", pero en realidad señalan quién es "el débil". Te inventan razones para ejercer violencia y te permiten sentirte parte de la "solución" situándote en el lugar de quienes oprimen y reprimen. Por eso que, aunque sean viejas y sepamos cuáles son sus terribles consecuencias, estas técnicas siguen teniendo éxito: no solo apelan al miedo, también alimentan deseos y resentimientos que ya estaban ahí. Y eso no es solo un asunto de Trump o de Vox. Es un asunto de muchos más.en creerla.