El foco no debería ponerse en las víctimas del racismo sino en los verdugos. ¿Quién los ha convertido en antisistema? ¿Por qué no están integrados?
Quiero indignación y rabia, aullar contra los que vienen a linchar a mis hijos; pero, en vez de eso, me embarga un profundo dolor, una tristeza que viene de lejos y que intento apartar de mi memoria y mi conciencia. Es la tristeza de ser rechazados no por lo que hacemos sino por lo que somos, por nuestra piel, nuestras facciones, por haber nacido de nuestros padres. Uno puede ser juzgado por un delito y cumplir la sentencia correspondiente, pero ¿cómo se paga el delito de “ser”, de tener unos genes equivocados?