
Por Marta Nebot Periodista
Sí, vamos perdiendo. El triángulo mafioso de la rosa nos ha robado algo más que dinero. Lo peor de la corrupción descubierta en el seno del partido socialista es la enorme franja de terreno que nos hace perder en la guerra cultural en la que, queriendo o sin querer, sabiéndolo o ignorándolo, todos batallamos. No es solo que robasen, es quiénes y cómo lo hacían: cutre, zafio, machirulo, asqueroso. Representando la peor España posible. Con unos audios que nos los muestran con lujo de detalles escabrosos, en formato contante y sonante del que se queda clavado en la memoria colectiva.
La coalición se ha afanado desde el principio en decirnos con todo (leyes, declaraciones, gestos, imagen) que España es moderna, feminista, plural, ecologista, líder mundial; que tenemos un país del que, a pesar de sus fallas, podemos estar orgullosos. Y, sin embargo, ahora ha quedado al descubierto que el principal partido del Gobierno había entregado las llaves de su casa a Torrente 1 y, después, a Torrente 2, ambos con el mismo malote de manual como ¿fiel? escudero. Nosotros creyéndonos la España que veíamos y, entre bastidores, mandando en el partido y en el ministerio con más presupuesto, estos señoros con el palillo en la boca moviendo hilos y dineros.Estos machos alfa son el prototipo cutre de la derecha más rancia. Por eso el cortocircuito cultural es brutal y tiene a media España dolida y consternada. Están en juego muchas cosas pero la principal, tal vez, es quién gana la guerra cultural sobre qué país somos, en qué lugar ponemos a estos personajes –que haberlos haylos en todos lados-.
Ahora mismo la España progresista ha bajado los brazos y no hace falta ninguna encuesta para confirmarlo. Basta con darse una vueltita por internet y se ve claro. En las redes no es que estemos perdiendo, es que no estamos. Los nuestros deben estar lamiéndose la herida mientras ellos están quemándolo todo para celebrar su ¿victoria?
Probablemente lo de meterse en la cueva sea lo más sano. Hay que limpiar bien las heridas para que no se infecten y podamos curarnos. Y si hay que amputar un brazo, háganlo. No hay otra salida. El PSOE tiene que “extirpar” la sombra de la duda que ahora mismo lo cubre todo. Y sí, caerán justos por pecadores, inocentes por culpables que se hacen las víctimas. Al perro Sánchez nunca le ha temblado el pulso para eso. No es un buen momento para que empiece a temblarle.
No está en juego solo su carrera, su gobierno y su partido. Los socios no tienen por qué pagar su pato y para que así sea, además de pedir perdón y esperar a septiembre a que el PP se cueza en su propia salsa de peleas por el poder y corrupciones, con un calendario judicial más que endiablado, el En política los tiempos mandan. Es comprensible que Pedro Sánchez no comparezca hasta que pase el Congreso Nacional del Partido Popular del 4 al 6 de julio en el que Ayuso y Feijoo se van a pelear porque se mantengan o no las primarias entre la militancia para elegir al siguiente presidente del partido. Es decir, que habrá batalla popular por agarrar el futuro.
Tiene sentido que un PSOE, sin indicios de financiación irregular y sin sentencia condenatoria de nada, intente controlar en lo que pueda el calendario para no dar letra a la oposición que por fin ha encontrado algo real a lo que hincar su ambición desmedida, ésa que reclama el Gobierno desde el mismísimo día en que lo perdieron en el Parlamento.
Es decir, será tolerable la espera si luego llega el cañonazo de agua limpia. La limpieza y el paquete legislativo anticorrupción tienen que ser contundentes y volver a convencernos de que nunca más es nunca más, de que no es no, de que el PSOE, aunque pierda las siguientes elecciones generales, no va a dejar el poder sin hacer los deberes que la historia le ha encomendado y que justifica el apoyo de sus socios.
Y en esto hay trabajo para tod@s. El sociólogo Richard Sennett, en su libro El intérprete, distingue entre el pronóstico y el presentimiento. En el primero hay análisis y manos a la obra para influir en el resultado, en el segundo solo huida ante la incertidumbre y la inseguridad sobre el futuro que nunca está escrito, por mucho que haya quienes lo den por perdido. Es la diferencia entre abandonar o no abandonar el barco. Rebecca Solnit, en su último libro, El Camino inesperado, habla de cómo nos engañamos contándonos que vivimos en un “presente eterno” y creyéndonos que estamos solos. Esto, como todo, también pasará y lo que venga también depende de nosotros.PSOE tiene que demostrar su contrición y su penitencia.