Ismail El Majdoubi es el fundador de Exmenas, una asociación que lucha contra el racismo para defender los derechos y la dignidad de los menores extranjeros no acompañados
“Mena es un término jurídico: menor extranjero no acompañado. En sí mismo, no tiene una connotación negativa. El problema no está en la palabra, sino en lo que se proyecta sobre la persona que lleva esa etiqueta. No es una cuestión de lenguaje, sino de percepción social", sostiene Ismail El Majdoubi, fundador de la asociación Exmenas Madrid. "Detrás de esa palabra hay racismo, clasismo, xenofobia, islamofobia. No nos odian por lo que hacemos, sino por lo que somos: extranjeros, africanos, pobres, musulmanes. Esta violencia no es nueva, pero ahora tiene rostro", añade.
Desde hace años, el término resuena en medios y debates políticos, usado por algunos partidos y medios para polemizar. Una palabra que reduce a los jóvenes migrantes a una categoría deshumanizada, borrando sus historias personales, sus sueños y ambiciones. En lugar de protección, muchos son estigmatizados y se les convierte en cabezas de turco de los problemas sociales. "Se ha creado un personaje ficticio: el mena delincuente. Se nos ha deshumanizado. ¿Qué sentido tiene crear un monstruo colectivo a partir de eso? Una sociedad organizada tiene medios para garantizar la seguridad sin necesidad de criminalizar a toda una comunidad", lamenta. En su opinión, España tiene recursos más que suficientes para atenderlos dignamente. "Además, no son desechos marinos: son personas. Y cuando llegan a territorio español deben ser tratadas con humanidad, con dignidad, simplemente por ser humanos", afirma
El Majdoubi, de 25 años, decidió en 2019 fundar Exmenas, un colectivo que nació de su compromiso y de la voluntad de acompañar a quienes, como él, llegaron siendo menores y quedaron desprotegidos. "Sentía la necesidad de seguir vinculado al colectivo porque conozco sus necesidades y sé dónde no se está actuando", afirma. Antes de crear la asociación, ya había colaborado con otras organizaciones sociales.
Su historia comienza en Castillejos, un pueblo marroquí que recuerda con afecto. "Llevaba una vida bastante normal, con libertad. Podía moverme sin restricciones, ir al mar, sentirme libre... pero lo más duro fue cruzar la frontera, especialmente el Estrecho. Luego llegaron otras barreras, como el idioma, que dificultan defenderte y desenvolverse con tranquilidad", relata. "Las razones para migrar son múltiples. Siempre ha habido motivos que impulsan a las personas a moverse de un lugar a otro, y eso ha ocurrido a lo largo de toda la historia. Lo que cambia es que, para unos, moverse es un derecho, mientras que para otros es un privilegio inalcanzable", añade.
Con solo 16 años, inició un viaje peligroso, aferrado a un camión para llegar a la Península. Pasó por varios centros de menores hasta cumplir la mayoría de edad. "Con el tiempo me fui adaptando. La mayoría de los chavales entran en esa dinámica: enfrentarse a un sistema pensado para adultos, con normas rígidas para estudiar o trabajar. Valoro positivamente este proceso de adaptación. Es un esfuerzo enorme que hacemos como colectivo, y merece reconocimiento", subraya.
Pero los obstáculos no terminan con la mayoría de edad. Ismail denuncia el constante rechazo social y la criminalización de estos jóvenes, a quienes con frecuencia se asocia con la delincuencia. "La estigmatización es estructural", afirma.
En su análisis de la estructura de protección destaca que "aunque hay aspectos que se deben defender, también se ha construido un sistema paralelo que depende de la nacionalidad del menor. Esto ha legitimado la privatización de la atención a menores extranjeros —en especial africanos— separándolos de los nacionales y abriendo la puerta a recortes e irregularidades".
Y lanza una pregunta directa: "¿Cuándo hablamos de centros de menores, ¿a cuáles nos referimos? ¿A los que cumplen con protocolos y recursos mínimos, o a los megacentros de contención que funcionan como centros de internamiento encubiertos, con condiciones infrahumanas y una visión criminalizadora?". Según El Majdoubi, de esta manera se otorga mayor prioridad al control migratorio de contención en detrimento de la protección de los menores.
Un puente entre colectivos migrantes, la sociedad civil y las instituciones
Ismail explica que desde hace años ya se involucró en movimientos comunitarios, especialmente en el barrio de Hortaleza, en la capital, donde algunas vecinas ofrecieron una respuesta digna a jóvenes abandonados por el sistema. "Ellas simplemente hicieron lo que debía hacerse: preocuparse por niños que vivían en condiciones indignas, sin ropa, sin recursos", cuenta a Público.
"Nuestro trabajo se centra, ante todo, en representar a la sociedad española, es decir, en reflejar su diversidad y trabajar por el bienestar común, no solo en defender los intereses de un solo grupo . Somos una asociación legalmente registrada, y nuestra labor principal es la sensibilización, crear comunidad, trabajar en los barrios, hacer de puente entre colectivos migrantes, la sociedad civil y las instituciones", explica. Desde el colectivo, asegura, acompañan, asesoran y crean vínculos, no solo con jóvenes migrantes; también trabajan con jóvenes nacidos en España, en universidades y en comunidades. "A falta de recursos propios, mediamos con entidades que sí los tienen, derivamos, acompañamos, hacemos seguimiento", apunta.
Exmenas es una asociación inscrita en el Registro Nacional de Asociaciones en España, con un enfoque de derechos humanos y respeto a la diversidad, desde una mirada interseccional.
Llevan a cabo programas educativos, talleres formativos y apoyo integral para facilitar la integración social. El fundador asegura el compromiso de trabajar en barrios, fronteras y espacios donde estos jóvenes se encuentran, acompañándolos, asesorándolos, haciendo seguimiento y mediando con las instituciones públicas, como servicios sociales y centros de menores. También facilitan la derivación a entidades que ofrecen recursos específicos y participan en espacios educativos para visibilizar la realidad de estos menores.
"Denunciamos un sistema paralelo que segrega a menores migrantes y cuestionamos las condiciones indignas en algunos centros. El término mena es un instrumento de criminalización y estigmatización que no ayuda a resolver la problemática, sino que genera más exclusión y racismo estructural".
"Me cansa tener que seguir explicando cosas tan obvias, que se sigan discutiendo temas básicos, como si acoger a menores fuera una amenaza. Pero no me canso por agotamiento, sino de la hipocresía. Porque si hoy permitimos vulnerar los derechos de una minoría, mañana será más fácil hacerlo con cualquier otro. Los derechos no se reparten por porcentajes: se respetan o no se respetan. Y si hoy pisoteamos los de los más débiles, mañana será más fácil hacerlo con cualquiera", concluye.