
Directora corporativa y de Relaciones institucionales.
Miles de personas salimos a la madrileña Plaza de Callao el domingo pasado para reivindicar el proyecto de Europa democrática, de los valores ilustrados y humanistas, frente al auge de los brutales gobiernos ultras a imagen y semejanza de Trump-Vance (EE.UU.), como el de Meloni-Salvini (Italia) o el de Orban (Hungría), así como de las fuerzas de oposición de extrema derecha, como la de Le Pen (Francia), o directamente neonazis, como la de Weidel (Alemania), entre otras, incluida España. La plaza se llenó, aunque tendría que haber habido mucha más gente en proporción a una reivindicación casi de emergencia y que la semana pasada, no obstante, se hizo extensiva a otras capitales y grandes ciudades españolas.
Hay un sentimiento de reconocimiento del proyecto europeo positivo en España, lo dicen encuestas como el Eurobarómetro de marzo, pero no existe de momento una sensación de urgencia ante todo lo que puede perderse si siguen proliferando la desinformación y la antipolítica, el miedo y la sensación de caos -a la que se ha abonado el PP hace tiempo- que actúan de fertilizante de los citados autoritarismos. A todo ello se suma, además, la contrariedad -rayana en la impotencia y la frustración- por la actuación pusilánime de las instituciones europeas frente al genocidio que el Estado de Israel está cometiendo en Gaza.También la masacre que Netanyahu está ejecutando en Palestina, vulnerando con ensañamiento la totalidad del derecho internacional y los derechos humanos para hacerse con ese territorio, está llevando a las calles de España a ciudadanos y ciudadanas enfadadas por la impunidad con la que la Unión Europea permite actuar a los genocidas mientras nos impone un rearme de miles de millones de euros, porque Ucrania y Rusia. La contradicción y el cinismo se explican solos. Tampoco es, no obstante, la respuesta social que se espera contra una limpieza étnica de este calado y sobre un pueblo que España siempre ha sentido particularmente cerca.
La voz de la institucionalidad europea más contundente que hemos escuchado estos días contra Israel la ha alzado quien fue alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea, Josep Borrell, a quien se entregó el Premio Europeo Carlos V la semana pasada. Borrell ya se pronunció claramente contra la brutalidad del Estado israelí, incluso estando en el Ejecutivo comunitario. No ha tenido ningún éxito, como saben, al darse de bruces, entre otras ruindades, con el clásico complejo que supone el pasado nazi para Alemania; y alemana es la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que prefiere no cuestionar a los sionistas y pasar de puntillas por esta bacanal de crueldad.
Hoy seguimos teniendo a Von der Leyen presidiendo la Comisión y Borrell se ha ido, así que la única contundencia (un decir) contra los genocidas israelíes ha desaparecido al mismo tiempo que crece el encarnizamiento contra los y las palestinas y la sensación de impunidad de un Netayanhu crecido con el regreso de Trump a la Casa Blanca.
Todas las veces que algunas/os hemos comparado el salvajismo del holocausto nazi contra los judíos con la limpieza étnica que el Estado israelí está llevando a cabo en Palestina con los métodos más crueles, como las torturas por hambre o las matanzas de niños y niñas, ha habido rasgado de vestiduras en redes; e insultos y amenazas sionistas, por supuesto. Ahora es Borrell quien lo dice sin pestañear y, además, nos ha recordado al recoger su Premio que más de la mitad de las bombas que lanza Israel sobre Gaza proceden de la UE: "La memoria del Holocausto. ¿Cuántas veces me han contado esta historia? Los palestinos no mataron a los judíos. ¿Por qué se les transfieren esta responsabilidad? ¿Por qué tiene que pagar los palestinos por las culpas de los europeos? La absoluta falta de empatía por el sufrimiento del pueblo palestino que tienen en Bruselas es algo descorazonador". Son palabras del exresponsable de la política exterior europea en una entrevista publicada en La Vanguardia el pasado domingo, que contrapone asimismo la actitud de Bruselas con Ucrania a la que la Comisión tiene con Palestina, convencido de que "Europa se ha desacreditado completamente frente al resto del mundo". Las palabras de Borrell no son ningún consuelo; llegaron tarde, aunque hayan confirmado el apartheid y la colonización de Palestina que venimos denunciando aquí muchos años antes de los asesinatos de Hamás en Israel el 7-O, pero nos recuerdan que si queremos Europa -y la queremos-, debemos expulsar cualquier atisbo de complicidad con los genocidas replicantes del holocausto. Sobre todo, la de nuestras instituciones.