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‘Sesiones con el más allá’: intenta ver este documental sin prejuicios

        Nada que ver con el sensacionalismo al estilo Iker Jiménez, este delicado y original trabajo de Lana Wilson descubre el lado más humano de las sesiones de espiritismo  


Nunca he asistido a una sesión de espiritismo, como lo hizo en su día Arthur Conan Doyle, padre de Sherlock Holmes y que creía en el contacto con espíritus, igual que Guillermo Marconi, inventor de la radio, Alexander Graham Bell, inventor del teléfono y John Logie Baird, inventor de la televisión, quien afirmó haber contactado con el espíritu del mismísimo Thomas Alva Edison. Personalmente, no pienso en el más allá y cuando escucho el trillado “algo habrá, llámalo energía” lo paso mal.

Este documental no va sobre el más allá y el mundo de los videntes, sino sobre el más acá, sobre la pérdida de los seres queridos

Pero debo reconocer que hace tiempo que un documental no me dejaba tan tocado para bien. Lo primero que le diría a alguien que se anime a verlo es que se quite de encima los prejuicios sobre el mundo de los médiums. No porque yo crea en sus poderes, sino porque este documental no va sobre el más allá y el mundo de los videntes, sino sobre el más acá, sobre la pérdida de los seres queridos, diariamente recordados, los que la vida nos arrebató de forma absurda y prematura.

Pero vayamos por partes. Esto no es un reportaje del infecto programa de Iker Jiménez. Para empezar porque su directora, Lana Wilson, tiene buen gusto y clase, no como los fachas del misterio. Para seguir porque Wilson no hace trampas, no introduce impactantes efectos de sonido, música inquietante, actores, recreaciones y efectos especiales baratos. Aquí se expone con pudor, naturalidad y cercanía el mundo de los médiums y de las personas que, desesperadas o sencillamente curiosas, recurren a ellos. 

Y Wilson es siempre honesta porque hasta nos muestra como sus siete videntes (Erik Borja, Eugene Grygo, Nikenya Hall, Phoebe Hoffman, Michael Kim, Sherrie Lynne, Ilka Pinheiro) la cagan, adivinan imágenes, objetos o personas, que nada tiene que ver con sus clientes. “A veces creo que todo esto me lo estoy inventando”, confiesa uno de ellos. También muestra, en momentos escalofriantes, y emotivos, cuando los médiums tocan la tecla, una imagen concreta que tiene demasiado que ver con el fallecido.  

 

Por eso Sesiones con el más allá, financiada por A24, empresa experta en terror y cine independiente, es diferente. Porque generalmente el cine, que ha tratado la videncia en películas como Un espíritu burlónAl final de la escaleraLos otros o Insidious, ha ligado al personaje del médium con alguien misterioso y especial, como la famosa vidente Tangina de Poltergeist, pero en este documental los videntes son personas corrientes (el médium Eugene Grygo hasta menciona, llorando, la influencia de la película Gente corriente en su vida) y de clase obrera, ninguno destaca por su patrimonio o por mostrar lujosas consultas.

Y, curiosamente, prácticamente todos ellos son actores, lo han sido o lo quieren ser. Aquí Wilson también es honesta, no prejuzga, no hace una lectura barata y se hace una gran pregunta: ¿por qué esa relación de todos ellos con la interpretación? Puede que la propia palabra lo diga: ¿qué mejor oficio para un médium que ser otras personas?

Aunque el documental no lo menciona, la llamada mediumnidad estuvo muy ligada a la interpretación (muchos, lógicamente, dirán que al fraude) en sus orígenes. Las tablas de ouija hicieron furor en las reuniones de las clases altas del siglo XIX, en sesiones espiritistas se veían como un entretenimiento más. Y los espiritistas, en general, eran actores que usaban trucos de magia para convencer a los ricos que pagaban muy bien por sus servicios. Hasta el famoso escapista Harry Houdini dijo en su día que no se oponía al espiritismo, pero sí a las prácticas fraudulentas de los médiums charlatanes.

Uno de los videntes reconoce en el documental: “Consuelas a otras personas, pero ¿quién te consuela a ti?”  

Pero ese no parece el caso de los siete protagonistas de Sesiones con el más allá. En todo el metraje del documental no tienes la sensación de que esta gente esté engañando deliberadamente a sus clientes. Y aseguran tener un don, alguno hasta explica cuándo supo que lo tenía: ruidos de pasos, pelo erizado, una sensación de cambios en su organismo… Para unos ese don es un regalo, para otros, como el protagonista de La zona muerta, una maldición. 

Curiosamente, los siete son seres frágiles, débiles y rotos. Con familias desestructuradas, parejas destruidas, soledad, adicciones, enormes vacíos, tremendos fracasos vitales. Y no tienes la sensación de estar escuchando a embaucadores, sino a gente que cree, honestamente, que puede ayudar a gente con tremendas pérdidas. Y parece como si Lana Wilson nos pidiese piedad y generosidad como espectadores, una apertura de miras, un esfuerzo de comprensión. Y en una gran idea de guion, nos dice: también hay que escuchar al que escucha. Uno de ellos lo reconoce en el documental: “Consuelas a otras personas, pero ¿quién te consuela a ti?”. Por eso, como escribió Jeannette Catsoulis en el New York Times, “esta es una película profundamente triste, empapada de pérdida y anhelo de conexión humana”.

El tema de Sesiones con el más allá, titulado originalmente Look Into My Eyes y que podéis ver en Movistar Plus+, es la pérdida, el enorme vacío que deja la muerte de un ser querido, sobre todo si se va demasiado pronto. El documental habla de que, igual que debemos asumir nuestra finitud, la vejez y la decadencia física, también debemos asumir que estamos hecho de duelos, de pérdidas, algunas enormes y de las que jamás nos recuperaremos, de vacíos que no van a cicatrizar nunca.

Sesiones con el más allá no debate sobre la existencia de espíritus o del poder de personas que contactan con ellos, en plan Cuarto Milenio

Es lo que parecen asumir los protagonistas de esta extraña historia, los médiums que escuchan y que tiene sus propios vacíos. Porque todos ellos son frágiles, rompibles. Son seres humanos a los que Lana Wilson se acerca con respeto y sin juzgarlos, algo que hoy se agradece mucho y es rarísimo.

Sesiones con el más allá no debate sobre la existencia de espíritus o del poder de personas que contactan con ellos, en plan Cuarto Milenio, y tampoco tiene nada que ver con la basura de autoayuda que le venden a la gente por tierra, mar y aire influencers, conferenciantes y escritores de mierda. Esta película te expone, sin happy end, que hay que intentar vivir con ese hueco, con ese boquete de saber que no volverás a ver, escuchar o incluso amar nunca más al que se fue.

Lo más interesante de este documental es que muestra nuestra absoluta fragilidad, el inabarcable hueco que nos deja la muerte absurda, prematura, inexplicable. Y la incurable tristeza que conlleva y que nos acompañará siempre. 


Lo peor: Sherrie Lynne, que va por las ferias vestida de forma estrafalaria y abordando a la gente por la calle.

Lo mejor: la apertura y cierre con el testimonio de una enfermera que atendió a una niña de 10 años que murió de un disparo en la cabeza cuando salía de misa y 20 años después pregunta por ella