Morir por la verdad es de una vulgaridad casi izquierdosa, y por eso de Pablo Casado ya no se acuerda nadie en el PP
Qué gloria volver a escuchar a Mariano Rajoy y a Jorge Fernández Díaz diciendo mentiras. Cómo se les echaba de menos. Se nota que son gente bien preparada, mentirosos profesionales, súper héroes de la mendacidad, pinochos pinochetistas de los de antaño, con su arrogancia señoritinga, su palillo metafórico entre los dientes y su calculada condescendencia de amos del sarao. Ya no quedan falsarios de su estatura en este nuevo PP. Y los poetas cantamos, ¿mais, où sont les neiges d´antan? con el tabernícola François Villon (ladrón, estafador, navajero y trovador tan inmortal que jamás nadie vio su cadáver: eso sí que es picaresca).
Los pícaros y falsarios de la dinastía pepera de Alberto Núñez-Fakejóo a mí me están decepcionando mucho. Carecen de aquella sensibilidad del made-self faker capaz de horrorizarse ante sus propios crímenes como si los hubiera cometido otro.
A Fakejóo hasta lo pillaron mintiendo en la tele pública. Con eso os digo todo. Gobierne quien gobierne, a los presidentes del PP la tele pública nacional siempre los ha tratado como a vaporosos ositos panda en peligro de extinción. Que te saque los colores la tele pública, aunque sea Silvia Intxaurrondo, dice muy poco de tu picardía, Alberto Núñez. Si la periodista hubiera desmentido a Mariano Rajoy con la evidencia de que sus gobiernos del PP no habían subido las pensiones con el IPC, mi Mariano no se hubiera dejado pillar como un tardopardillo ourensano.
-Señora Intxaurrondo, o señorita –me parece escuchar su seseante voz mariana-. Gobernar es difícil. Necesita usted más datos. Las pensiones se pueden subir cuantitativa o cualitativamente, no sé si usted me entiende. Subir las pensiones no es lo mismo que no subir las pensiones cuando el gallo canta por oriente, y el jubilado las pensiones suyas y de usted.
Asunto arreglado. El votante popular premia a los que engañan, aunque sea con trabalenguas, pero castiga electoralmente a los que mienten mal. Y por eso Fakejóo, que es indigno de este apodo, perdió las últimas elecciones generales.
Asunto aparte es el tema de La Verdad, tabú prohibido (valga la redundancia obligadísima) entre los afectos a nuestra derecha más democrática. Si a los que mienten mal los castigan electoralmente, a los que dicen la verdad los decapitan. Le pasó a Pablo Casado, tan zangolotino, remasterizado y guapo como un paulnewman. Y tan millenial que no feneció gloriosamente bajo la guillotina ni sentado en el garrote vil, ni decapitado, ni apuñalado,
ni envenenado, ni colgado por los pies, como muchos de sus ilustres antecesores ideológicos. A Pablo Casado lo mató un tuit, y con tan poco ni Skakespeare se hubiera montado medio Hamlet: “La cuestión es si es entendible que el 1 de abril, cuando morían en España 700 personas, se puede contratar con tu hermano y recibir 286.000€ de beneficio por vender mascarillas”, le dijo el pizpireto Casado a Carlos Herrera, y la red social lo transmitió por doquier cual azul palomillo venenoso y mensajero. Morir por la verdad es de una vulgaridad casi izquierdosa, y por eso de Pablo Casado ya no se acuerda nadie en el PP.
Las comparecencias de Mariano Rajoy y Jorge Fernández Díaz en la comisión de investigación parlamentaria de la Operación Catalunya (espionaje ilegal y difusión de noticias y procesos falsos contra la democracia por parte de ministros, jueces, periodistas y policías) me devuelven aquel aire abrileño de las mentiras bien contadas de antaño. "Soy una persona de derechas y de provincias”, se defendió Mariano en la sede de la soberanía popular. Y con eso está dicho todo. ¿Cómo va a espiar a nadie, ni a cobrar sobresueldos, ni a tener cajas B un señor de provincias y de derechas? No cabe en cabeza ninguna. "Yo tenía conocimiento de todo lo que tenía que tener conocimiento", le respondió a uno de Junts. "Si han cenado o comido dos o tres policías, ¿a mí qué me cuenta, coño?".
La mentira ejercida como una de las bellas artes, coño mariano incluido, es de factura delicada, pues se practica con la seguridad de que tu auditorio es consciente de que no estás diciéndole la verdad, pero, aun así, te cree. Es el de Mariano un arte al alcance de muy pocos. Y no es mal día hoy para rendirle este homenaje, pues hace tormenta. Pero no os hagáis ilusiones, zurdos de mierda: a la izquierda esta estrategia nunca le ha salido bien. Será que sus votantes son un poco raros. Gente excéntrica y quizá yonkis de la sinceridad. Antisistema.