DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER Por qué el 8 de marzo: esta es la historia y la larga lucha que conmemora a la mujer
El 8 de marzo es más que una fecha: es un grito que atraviesa el tiempo, un recordatorio de que la lucha por la igualdad sigue viva. ¿Y por qué este día? Porque la historia de las mujeres no se olvida.
El 8 de marzo no es un día cualquiera. No es una fecha vacía en el calendario ni una simple conmemoración. Es un grito que resuena en las calles, una cicatriz en la historia y un recordatorio de que la igualdad no ha sido un regalo, sino una conquista. Detrás de esta jornada hay huelgas, fuego, represión, pancartas y miles de mujeres que, con su valentía, marcaron el rumbo de la historia.
Pero, ¿por qué el 8 de marzo? ¿Qué hace que este día se haya convertido en el epicentro de la lucha feminista? A lo largo de los años, distintas teorías han tratado de explicar el origen de esta fecha emblemática, desde las protestas de las trabajadoras textiles en el Nueva York del siglo XIX hasta la proclamación oficial de la ONU en 1975. Lo que está claro es que este día no es solo una celebración: es memoria, es lucha y, sobre todo, es un símbolo de lo que aún queda por conquistar.
Exploramos las raíces históricas del Día Internacional de la Mujer, desmontamos mitos y analizamos cómo esta fecha se ha convertido en una cita ineludible en la lucha por la igualdad de género. Porque entender el pasado es clave para transformar el futuro.
Las primeras llamas: la lucha de las trabajadoras textiles
Uno de los relatos más ampliamente difundidos sobre el origen del Día Internacional de la Mujer sitúa su génesis en plena Revolución Industrial, un período caracterizado por la explotación laboral y la ausencia de derechos fundamentales para los trabajadores. Sin embargo, dentro de este contexto de precariedad, las mujeres enfrentaban una doble opresión: además de soportar jornadas extenuantes y condiciones insalubres en las fábricas, percibían salarios considerablemente inferiores a los de sus compañeros varones y carecían de cualquier tipo de protección legal.
El 8 de marzo de 1857, un grupo de trabajadoras textiles de Nueva York tomó las calles en un acto de valentía sin precedentes para exigir mejoras en sus condiciones laborales. La manifestación fue duramente reprimida por la policía, dejando un saldo de violencia y represión que, lejos de disuadirlas, sembró la semilla de un movimiento que, con el tiempo, se convertiría en una lucha global por los derechos de las mujeres.
Cinco décadas más tarde, en 1908, la ciudad de Nueva York volvió a ser escenario de una gran movilización femenina. Unas 15.000 trabajadoras textiles salieron a marchar bajo el lema “Pan y Rosas”, una consigna que simbolizaba su exigencia de salarios justos (el pan), mejores condiciones de vida y dignidad (las rosas). Entre sus demandas figuraban la reducción de la jornada laboral, el fin del trabajo infantil y el derecho al voto, cuestiones que, en aquel momento, seguían siendo negadas a las mujeres.
El papel de Clara Zetkin y la institucionalización del Día de la Mujer
El papel de Clara Zetkin en la consolidación del Día Internacional de la Mujer resulta fundamental para comprender la institucionalización de esta jornada de lucha y reivindicación. Activista comunista alemana, Zetkin dedicó gran parte de su vida a la defensa de los derechos de las mujeres, especialmente de aquellas trabajadoras que sufrían una doble opresión, tanto por su condición de género como por su situación laboral.
En 1910, durante la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas celebrada en Copenhague (Dinamarca), Zetkin propuso la creación de un día anual que sirviera para visibilizar las demandas de las mujeres y reivindicar la igualdad de derechos. Esta propuesta fue acogida de manera unánime por las más de 100 delegadas presentes, provenientes de 17 países, quienes vieron en esta iniciativa una herramienta poderosa para fortalecer la lucha feminista internacional. Aunque en un principio no se fijó una fecha concreta, los primeros pasos hacia la institucionalización del Día de la Mujer ya estaban dados.
En los años posteriores, diversos países comenzaron a celebrar esta fecha en torno a marchas y manifestaciones obreras, con el fin de visibilizar las desigualdades de género y laborales que afectaban a las mujeres. Fue en 1911, cuando se conmemoró por primera vez el Día Internacional de la Mujer con grandes movilizaciones en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza. En estas manifestaciones, miles de mujeres se alzaron exigiendo su derecho al voto, mejores condiciones laborales y una igualdad de oportunidades que les fuera negada en todas las esferas de la sociedad. Este hito marcó el inicio de un evento que, a lo largo del siglo XX, continuaría ganando fuerza y relevancia, hasta convertirse en una jornada de carácter global.
La revolución que cambió la historia: las mujeres y la huelga de 1917 en Rusia
La huelga de 1917 en Rusia es, sin lugar a dudas, uno de los hechos históricos más trascendentales que consolidaron al 8 de marzo como la fecha oficial del Día Internacional de la Mujer. En el contexto de la Primera Guerra Mundial, las condiciones de vida en Rusia eran extremas: la hambruna, la pobreza y la represión política caracterizaban la realidad diaria de millones de personas, especialmente de las mujeres, quienes se veían abocadas a soportar jornadas laborales extenuantes, salarios miserables y una constante inseguridad alimentaria.
El 23 de febrero de 1917 según el calendario juliano (equivalente al 8 de marzo en el calendario gregoriano), miles de mujeres en Petrogrado (hoy San Petersburgo) se levantaron contra esta situación de opresión, con el lema de "Pan y Paz". Aquel 8 de marzo se convirtió en un grito de protesta que no solo exigía mejores condiciones de vida y trabajo, sino también el fin de la guerra que había devastado al país. La masiva manifestación, que inicialmente comenzó como una huelga de mujeres, fue el detonante de lo que se conocería como la Revolución de Febrero, un levantamiento que culminó con la abdicación del zar Nicolás II.
Este levantamiento no solo significó un cambio político crucial para el país, sino que, además, marcó un hito en la historia del feminismo. El gobierno provisional que emergió tras la caída del zar otorgó, por primera vez, el derecho al voto a las mujeres rusas, un paso fundamental hacia la igualdad de género, a nivel internacional, en un contexto de profunda transformación social y política.
Un ejemplo claro de este efecto fue la conquista del derecho al voto por parte de las mujeres en España. En el contexto español, la lucha por la igualdad de derechos políticos fue más compleja y estuvo marcada por décadas de tensiones sociales y políticas.
En España, el derecho al voto femenino no se alcanzó de manera inmediata, pero la influencia internacional de las luchas feministas, como las de Rusia, proporcionó un impulso clave. Fue el 1 de octubre de 1931, tras la proclamación de la Segunda República, cuando las mujeres españolas pudieron votar por primera vez en unas elecciones generales. Esta conquista no fue el resultado de una sola protesta o acción, sino de una larga serie de movimientos feministas que, como la huelga de las trabajadoras rusas, luchaban por una igualdad plena en todos los ámbitos de la sociedad.
El cambio se produjo después de años de activismo, impulsado por mujeres como Clara Campoamor, que jugó un papel esencial en la lucha por el sufragio femenino. La victoria fue posible gracias a una reforma constitucional que permitió a las mujeres participar por primera vez en el proceso electoral, un paso decisivo en la construcción de una democracia más inclusiva y representativa.
Aunque el contexto político posterior llevaría a la suspensión de este derecho con la dictadura de Francisco Franco, el 8 de marzo sigue siendo una fecha de referencia para recordar la lucha constante de las mujeres por la igualdad de derechos, tanto en Rusia como en España y en muchas otras partes del mundo
La revolución que cambió la historia: las mujeres y la huelga de 1917 en Rusia
La huelga de 1917 en Rusia es, sin lugar a dudas, uno de los hechos históricos más trascendentales que consolidaron al 8 de marzo como la fecha oficial del Día Internacional de la Mujer. En el contexto de la Primera Guerra Mundial, las condiciones de vida en Rusia eran extremas: la hambruna, la pobreza y la represión política caracterizaban la realidad diaria de millones de personas, especialmente de las mujeres, quienes se veían abocadas a soportar jornadas laborales extenuantes, salarios miserables y una constante inseguridad alimentaria.
El 23 de febrero de 1917 según el calendario juliano (equivalente al 8 de marzo en el calendario gregoriano), miles de mujeres en Petrogrado (hoy San Petersburgo) se levantaron contra esta situación de opresión, con el lema de "Pan y Paz". Aquel 8 de marzo se convirtió en un grito de protesta que no solo exigía mejores condiciones de vida y trabajo, sino también el fin de la guerra que había devastado al país. La masiva manifestación, que inicialmente comenzó como una huelga de mujeres, fue el detonante de lo que se conocería como la Revolución de Febrero, un levantamiento que culminó con la abdicación del zar Nicolás II.
Este levantamiento no solo significó un cambio político crucial para el país, sino que, además, marcó un hito en la historia del feminismo. El gobierno provisional que emergió tras la caída del zar otorgó, por primera vez, el derecho al voto a las mujeres rusas, un paso fundamental hacia la igualdad de género, a nivel internacional, en un contexto de profunda transformación social y política.
Un ejemplo claro de este efecto fue la conquista del derecho al voto por parte de las mujeres en España. En el contexto español, la lucha por la igualdad de derechos políticos fue más compleja y estuvo marcada por décadas de tensiones sociales y políticas.
En España, el derecho al voto femenino no se alcanzó de manera inmediata, pero la influencia internacional de las luchas feministas, como las de Rusia, proporcionó un impulso clave. Fue el 1 de octubre de 1931, tras la proclamación de la Segunda República, cuando las mujeres españolas pudieron votar por primera vez en unas elecciones generales. Esta conquista no fue el resultado de una sola protesta o acción, sino de una larga serie de movimientos feministas que, como la huelga de las trabajadoras rusas, luchaban por una igualdad plena en todos los ámbitos de la sociedad.
El cambio se produjo después de años de activismo, impulsado por mujeres como Clara Campoamor, que jugó un papel esencial en la lucha por el sufragio femenino. La victoria fue posible gracias a una reforma constitucional que permitió a las mujeres participar por primera vez en el proceso electoral, un paso decisivo en la construcción de una democracia más inclusiva y representativa.
Aunque el contexto político posterior llevaría a la suspensión de este derecho con la dictadura de Francisco Franco, el 8 de marzo sigue siendo una fecha de referencia para recordar la lucha constante de las mujeres por la igualdad de derechos, tanto en Rusia como en España y en muchas otras partes del mundo.
El 8 de marzo hoy: una lucha que sigue vigente
A pesar de los avances en derechos laborales y políticos, la desigualdad de género continúa siendo una realidad global que requiere atención y acción. En pleno siglo XXI, las mujeres siguen enfrentándose a desafíos significativos en diversos ámbitos laborales, incluyendo brechas salariales, subrepresentación en puestos de liderazgo y altos índices de violencia de género.
Por un lado, la brecha salarial de género persiste como una de las manifestaciones más evidentes de la desigualdad laboral. Según datos de ONU Mujeres, en 2024 las mujeres ganaron, en promedio, un 20% menos que los hombres a nivel mundial por realizar el mismo trabajo. Esta disparidad es aún más pronunciada en ciertas regiones: en España, la brecha salarial se situó en torno al 19,6% en 2023, mientras que en América Latina alcanzó el 23%.
El Foro Económico Mundial estima que, al ritmo actual, la igualdad salarial no se alcanzará hasta el año 2086. Además, las mujeres en zonas rurales ganan un 25% menos que sus homólogas urbanas, exacerbando los desafíos económicos en regiones menos pobladas.
Por otro lado, Aunque las mujeres representan el 42% de la mano de obra mundial, su presencia en altos cargos es limitada. A nivel global, ocupan solo el 31,7% de los puestos directivos, lo que indica una clara subrepresentación en posiciones de toma de decisiones. En las empresas cotizadas mundiales, las cifras son aún más bajas: solo el 7% de las consejeras delegadas y el 9% de las presidentas de consejos de administración son mujeres.
Además, en el ámbito político, menos del 25% de los escaños parlamentarios a nivel mundial están ocupados por mujeres, lo que refleja una disparidad en la representación política y la participación en procesos de toma de decisiones gubernamentales.
Con respecto a la violencia de género, continúa siendo una crisis de derechos humanos que afecta a millones de mujeres en todo el mundo. Según datos de la ONU, una de cada tres mujeres ha sufrido violencia de género en algún momento de su vida. En 2023, más de 81.000 mujeres fueron asesinadas en el mundo por razones de género, lo que representa aproximadamente el 18% de todos los homicidios femeninos y, en 2024, en España, se registraron 47 mujeres asesinadas por violencia de género, según datos oficiales del Ministerio de Igualdad. Además, se documentaron nueve menores víctimas de violencia vicaria, es decir, hijos e hijas de las víctimas mortales, lo que eleva la cifra total de víctimas fatales a 56.
Por lo tanto, el 8 de marzo es un día para recordar que la lucha por la igualdad no ha terminado. Desde la demanda de igualdad salarial hasta la erradicación de la violencia machista, el feminismo sigue siendo un movimiento fundamental para transformar la sociedad.
A medida que las mujeres continúan conquistando espacios de poder y liderazgo, la pregunta ya no es si la igualdad llegará, sino cuándo y cómo lograremos acelerar el cambio. Porque el 8 de marzo no es solo historia. Es presente. Y, sobre todo, es futuro.