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Franco: 50 años y el eco de una dictadura que aún amenaza nuestra libertad

 Este aniversario debe servirnos de llamado a la acción. No se trata de revivir viejos rencores, sino de reconocer que la lucha contra la opresión y la injusticia es una batalla constante


Hoy, a 50 años de la muerte de Franco, me invade una mezcla de asombro y repulsión al ver cómo el espectro de su autoritaria dictadura sigue rondando nuestra sociedad. Para mí, el franquismo no es un simple episodio de los libros de historia, que nuestros jóvenes muchas veces ni llegan a estudiar, sino una herida abierta que sigue marcando nuestra forma de pensar y actuar. Resulta indignante que, pese al paso del tiempo, la sombra del franquismo continúe en algunos rincones de nuestra política, instituciones, educación y cultura.

Monumentos, placas y hasta ciertos debates en foros públicos evidencian que el franquismo sigue teniendo una fuerte raíz y que, de una u otra forma, tratan de revivir un pasado autoritario

Desde mi perspectiva, la dictadura de Franco dejó una huella imborrable que se percibe en la manera en la que se abordan ciertos temas en el discurso público. Es inaceptable que, en debates que deberían centrarse en el progreso y la inclusión, aparezcan argumentos y simbolismos que buscan suavizar o justificar un pasado basado en la represión y el miedo. Cada intento de romantizar esos tiempos oscuros es un atentado contra la memoria de quienes sufrieron la brutalidad de un régimen que no dejó lugar a la disidencia. No olvidemos que el dictador sanguinario, murió en su cama, sin juicios, sin cárcel, sin pagar por todos sus crímenes, y dejo todo “atado y bien atado”. Nadie se acuesta franquista y se despierta al día siguiente siendo demócrata.

Caminar por nuestras ciudades y ver restos físicos y simbólicos de ese período me llena de dolor y desconcierto. Monumentos, placas y hasta ciertos debates en foros públicos evidencian que el franquismo sigue teniendo una fuerte raíz y que, de una u otra forma, tratan de revivir un pasado autoritario. Esta persistencia, es una señal clara de que no hemos cerrado la herida, al contrario, seguimos permitiendo que ciertos sectores minimicen el sufrimiento y la opresión vividos por miles de personas.

Otro aspecto que me preocupa profundamente es la educación de las nuevas generaciones. Cada vez me cuesta más comprender cómo en algunas aulas se puede presentar la historia de la dictadura sin la crudeza que tuvo, omitiendo o diluyendo las lecciones fundamentales que debemos aprender de ese oscuro capítulo. Sin nombrar los miles de desaparecidos, las fosas comunes, los campos de concentración, y tantas y tantas atrocidades. El conocimiento honesto y sin tapujos del pasado es la mejor herramienta para evitar que se repitan errores similares en el futuro. No podemos permitir que la memoria se convierta en un campo de disputa ideológica donde se juegue con la verdad y se manipule la historia.

La influencia del franquismo se extiende también al ámbito político actual. En ocasiones, ciertos discursos o actitudes parecen buscar un eco de aquellos tiempos de autoritarismo, lo cual resulta profundamente alarmante. Me resulta inaceptable que en plena democracia se recurra a argumentos que, de hecho, son una sombra del pasado, un pasado en el que el franquismo era sinónimo de censura, represión y violación de los derechos humanos. Es responsabilidad de todas nosotras, como sociedad, rechazar cualquier intento de justificar o revivir esas prácticas retrógradas.

A 50 años de la muerte de Franco, mi mensaje es claro: rechacemos sin reservas cualquier intento de glorificar o justificar una época de represión y miedo

Personalmente, siento que es nuestro deber colectivo mantener viva la memoria de quienes padecieron y resistieron la opresión franquista. No se trata de un rencor perpetuo, sino de un compromiso inquebrantable con la verdad, la justicia y la reparación, además por supuesto, de la garantía de no repetición. Cada vez que alguien intenta borrar o reinterpretar los hechos de la dictadura, se corre el riesgo de perder las lecciones vitales que nos permiten defender la libertad y la democracia. Es fundamental que los educadores, periodistas y responsables políticos adopten una postura clara y firme: el franquismo no puede ni debe ser rehabilitado en ningún discurso o acción pública. Al franquismo, no se le blanquea.

Es una tarea diaria y urgente. La memoria histórica no es un lujo, sino una herramienta esencial para garantizar que las atrocidades del pasado no vuelvan a repetirse. Es imprescindible que, tanto en las aulas como en la esfera pública, se hable con honestidad y sin ambigüedades sobre lo que significó vivir bajo un régimen dictatorial, para que las futuras generaciones comprendan la importancia de proteger la democracia y los derechos humanos.

A 50 años de la muerte de Franco, mi mensaje es claro: rechacemos sin reservas cualquier intento de glorificar o justificar una época de represión y miedo. La memoria de las víctimas y la lección que nos deja el pasado deben ser la base sobre la que construyamos una sociedad verdaderamente libre, plural y democrática. Solo así, aprendiendo de nuestros errores y manteniendo un compromiso inquebrantable con la verdad, podremos garantizar que la oscuridad de tiempos pasados quede relegada definitivamente al pasado.

En definitiva, este aniversario debe servirnos de llamado a la acción. No se trata de revivir viejos rencores, sino de reconocer que la lucha contra la opresión y la injusticia es una batalla constante. La memoria histórica es el mejor escudo contra el olvido y la manipulación, y es nuestra responsabilidad usarla para iluminar el camino hacia un futuro en el que nunca más se repitan los horrores de una dictadura.