
Por Guillermo Zapata
Escritor y guionista
La Seguridad Social suspendió ayer el Ingreso Mínimo Vital por retrasos derivados de la gestión del mismo.
Dediquemos un momento a imaginar lo que supone para las familias que cuentan con el derecho al Ingreso Mínimo Vital y se encuentran con que, de la noche a la mañana, desaparece por cuestiones que nada tienen que ver con ellas. Imaginemos por un momento la angustia y la zozobra que eso supone.
Ahora, ya angustiados, pensemos qué tipo de gestión debe suponer el Ingreso Mínimo Vital a la seguridad social para llegar a paralizarlo. ¿Qué clase de burocracia lo sustenta? Una que lo convierte en ingestionable.Dejemos aquí esta cuestión durante un segundo.
Para más información sobre burocracia y ayudas yo recomiendo de forma insistente a dos autores: Sara Mesa, que publicó hace algunos años Silencio administrativo, quizás la biblia para cualquiera a quién le preocupe este tema, y César Rendueles, que defiende por activa y por pasiva en libros, columnas en diferentes medios y entrevistas, la necesidad de tender a un sistema de protección universal no asistencialista. Cualquiera de los dos pueden explicar esto mismo mucho mejor que yo.
Ahora hablemos del discurso de la extrema derecha en todo el mundo sobre la paguitas y la eficacia. Desde Vox hasta Trump pasando por Milei se extiende una idea poderosa: el Estado no funciona porque dedica una cantidad ingente de recursos a la gestión de las ayudas a diferentes colectivos. Es un discurso extremadamente eficaz porque a las clases medias les vende la idea de que sus problemas tienen que ver con la protección de gente que no lo merece y a las clases bajas les deja la evidencia de que el Estado no funciona porque no les protege. Es un discurso eficiente porque avanza sobre los restos de una de las defensas fundamentales del Estado del bienestar: el universalismo.
Así, la izquierda acepta de forma sistemática el marco que la extrema derecha le propone. Quiere proteger a quién menos recursos tiene, pero a la vez desconfía profundamente de ellas y ellos. Así que pone en marcha un enorme aparato lleno de burocracia para que los pobres demuestren que lo son. Con ello, satura su propia capacidad de redistribuir riqueza y destroza la capacidad de los servicios sociales de hacer su trabajo, convirtiendo a la gente que debería hacer intervención social en burócratas dedicados a la vigilancia administrativa.
Para luchar contra el discurso de las paguitas debemos defender que el acceso a la renta debe ser igual que el acceso a la sanidad y la educación. Un derecho universal, automático y de nacimiento. La derecha quiere un sistema de paguitas al revés. El Estado eficiente es el Estado en el que quien tiene poder económico no tiene ningún contrapeso ni ningún control y el resto se busca la vida como puede. Es absolutamente prioritario devolver al Estado y las instituciones su capacidad de intervenir y mejorar la vida de la gente y eso pasa por romper las dinámicas burocráticas hacia abajo y la cultura de la sospecha, que es, además, estigmatizante.
La forma más clara y directa de hacer esto es establecer una renta universal que garantice que el conjunto de la población tiene lo mínimo para vivir, financiada a través de un sistema de impuestos que redistribuya de manera efectiva la riqueza. A la extrema derecha le aterra la Renta Básica porque le aterra la igualdad.
Pero sin llegar a la Renta Básica hay medidas que se pueden poner en marcha ya y que son extraordinariamente efectivas. Para empezar, seguir un criterio de simplificación burocrática para este tipo de ayudas, tender a que el acceso a las ayudas no dependa de los controles, sino pasar a un sistema de control ex-post, similar al que tienen los ERTE o las declaraciones responsables para abrir un negocio. Es decir, confiar igual en la sociedad que en las empresas. Simplificar la burocracia por abajo hace que el sistema funcione mejor, descarga de tiempo a la Seguridad Social para evitar que se bloquee y da tiempo a los servicios sociales para hacer su trabajo de intervención.
Este tipo de medidas estaban en el diseño original que Unidas Podemos presentó en la legislatura pasada para el Ingreso Mínimo Vital, el PSOE se negó a rebajar los controles reproduciendo una cultura de la sospecha contraria a cualquier criterio de igualdad.
De la misma forma, medidas cómo la 'renta por hijo o hija al cargo' garantizarían sacar de la pobreza infantil a cientos de miles de familias en España sin añadir carga burocrática al Estado, extendiendo la idea de que no existe un tipo de población especial a la que dedicamos nuestros recursos (Es decir, rompiendo el discurso de las paguitas), sino defendiendo que cualquiera, independientemente de sus posición social, tiene derecho a tener la protección suficiente para cuidar y cuidarse.
Avanzar es, por tanto, crear un Estado del bienestar del siglo XXI y dejar de defender las ruinas del asistencialismo del siglo XX, que tan bien le vienen a quien quiere desarrollar un proyecto al servicio de las oligarquías en todo el mundo.