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¿Por qué leer Argentina Humana de Juan Grabois?

 organizar la bronca, es decir, sublimar la frustración ante el peligro que sea internalizada



Hay muchas razones para seguir las intervenciones de Juan Grabois: su trayectoria militante habla por sí sola, militante de la generación de los 2000 se implicó en la lucha por los derechos de los cartoneros (trabajadores informales que reciclan todo tipo de materiales) —fundando el sindicato de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular—, en el transcurso de la cual conoció a Jorge Bergoglio, el actual papa Francisco, su labor intelectual como dirigente de izquierdas, plasmada en varios libros como Los peores (2022) o La clase peligrosa (2018), por sólo mencionar algunos, atestiguan esta militancia, tanto en el campo de la prédica como en el de las realizaciones, del abogado y profesor de derecho en la Universidad de Buenos Aires.

Pero además cabe señalar una particular lucidez para enfrentar el peligro reaccionario desde el primer momento —discutiendo hasta cinco horas con Javier Milei antes de que se postulase siquiera como títere de la oligarquía— así como una capacidad autocrítica con el propio campo político —tan presto a lo que en el libro califica de “coaliciones sucias”. Toda una serie de cualidades que lo asemejan mucho a Myriam Bregman —exdiputada por el Frente de Izquierdas y de los Trabajadores y militante del Partido de los Trabajadores Socialistas. Las enormes similitudes éticas e ideológicas difieren en la táctica pues Grabois, como fundador del Frente Patria Grande, dio la batalla en el interior del campo peronista contra el progresismo elitista al presentar su candidatura en las primarias —en las PASO de 2023— donde logró un millón cuatrocientos mil votos. Un logro heroico pero insuficiente para conseguir sus objetivos.

Grabois se asemeja mucho a la de Mélenchon cuando en su libro saca a la luz la veta jacobina del republicanismo popular argentino, así como del humanismo cristiano e ilustrado

En todo caso, esta orientación quizás lo asemeja más con Jean-Luc Mélenchon —quién el año pasado publicó con la misma intención Faites-Mieux! Vers la révolution citoyenne (2024). Ambos comparten intenciones parecidas, educar políticamente la militancia, sentar las bases de un programa económico, social y político, desde el cual dar la batalla cultural, y, fundamentalmente, construir una izquierda de ruptura amplia y con voluntad de poder. No es una comparación baladí ya que ambos introducen de nuevo el planismo en la discusión política, es decir, la idea de una planificación económica llevada desde el Estado. Una necesidad acuciante contra las dinámicas catastróficas del capitalismo en su fase de autodestrucción ecológica, como argumentó de forma brillante Mélenchon en la Jacobin Magazine:

“En esta forma de pensar, la planificación ecológica es una reconquista de mucho tiempo, que arrancamos de la dictadura del cortoplacismo que gobierna la sociedad capitalista de nuestra era actual. Hablé de “propiedad colectiva de largo tiempo” a través de la planificación ecológica. Lo pongo en contraposición a la propiedad privada del tiempo que existe cuando los ritmos cortoplacistas del mercado y de la sociedad de mercado del “just in time” se imponen a cada uno de nosotros.”

De hecho, esta se trata de una vieja tradición económica, la del planismo, que tuvo diferentes referentes intelectuales y políticos: desde la Unión Soviética hasta la socialdemocracia europea[i], pasando por el rico ejemplo de los gobiernos nacional-populares latinoamericanos de Lázaro Cárdenas o Perón —así como toda la escuela económica vincula a la CEPAL y a la Teoría de la Dependencia—, por ejemplo, o hasta el mismo New Deal de Franklin Delano Roosevelt.

Un último rasgo en común tiene que ver con la tradición intelectual y política de Grabois que se asemeja mucho a la de Mélenchon cuando en su libro saca a la luz la veta jacobina del republicanismo popular argentino, así como del humanismo cristiano e ilustrado —en esta excelente entrevista a Grabois conducida por el historiador Pablo Borda se profundiza en este aspecto. Una vieja novedad que recuerda a lo mejor de la izquierda argentina de los años treinta —como el mítico John William Cooke a quién el historiador Cristian Leonardo Gaude vio como el precursor de este jacobinismo argentino en su obra: El peronismo republicano. John William Cooke en el Parlamento Nacional (Ediciones UNGS, 2015). Aunque Grabois reformula este republicanismo popular en un sentido explícitamente federal —entendiendo por federalismo un proyecto de democracia directa y de transformación del Estado—que incluye como ejemplo trasladar la Capital Federal, Buenos Aires, al Norte Grande como “puntapié para una verdadera refederalización que nos saque de la histórica tendencia centralista y las desviaciones feudales de algunas provincias”[ii]. Una orientación muy interesante que Grabois plantea en su programa para combatir la macrocefalia metropolitana de Buenos Aires y la despoblación del interior del país —Argentina es uno de los países con menor población rural del mundo, un 8%. De ahí su declaración de intenciones, pimargallianas diría, de: “superar la tensión bipolar entre el todo y la parte, entre la balcanización y el centralismo, para alcanzar el ideario federal.”[iii]

Así pues, contra el marketing político como método educativo de la militancia política —cuya culpa recae en una parte en las derivaciones intelectuales del posmarxismo à la Laclau y à la Mouffe, que puede ser resumido como “un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido” (Shakespeare, Macbeth)— Grabois recupera el sentido de propósito de un proyecto militante que retoma tanto la ejemplaridad como militancia como, intelectualmente, la crítica de la economía política.

En este aspecto es más que importante su crítica al estado de facto que representa el dominio de la oligarquía frente a un estado de derecho cuyo contrato social ha sido roto de forma brutal. Por ello, la novedad de Milei —advierte Grabois— consiste en la legitimación teórica de la oligarquía. En un momento en que según el Global Wealth Report del Credit Suisse la riqueza mundial se estima en 454,4 billones que de repartirse supondrían 56.800 dólares per cápita[iv]. La acumulación insultante de riqueza se combina, en el caso argentino, con una tasa de indigencia que afecta al 20% de la población —9 millones de argentinos, en su mayoría niños y niñas, que no pueden acceder a la canasta alimentaria básica—, con otra parte de la población —un 40%— que vive en condiciones insalubres, y, en el ámbito laboral con un 60% de trabajadores no registrados excluidos de cualquier prestación social —que es lo que supone el trabajo formal registrado en algún tipo de sistema equiparable a la española Seguridad Social.

Una de las mayores virtudes de este libro —leído desde España y, en concreto, desde Catalunya— es que constituye un ejemplo político e intelectual del tipo de análisis que hay que construir y de cómo llevarlos a cabo de forma colectiva

El logro de Milei, al aumentar en 6 millones de pobres a los 22 millones que ya lo estaban pasando mal antes de su gobierno, hace más gravoso el cuadro general. Al que contribuyó en no poca medida el gobierno anterior —el Frente de Todos— con la incapacidad de poner bajo control la inflación —y luego presentando al ministro de economía, Sergio Massa, como candidato en la elección de 2023 (sin duda una broma de mal gusto para con los sectores populares).

Por ello, Grabois señala la necesidad de la organización colectiva —sea social, sea sindical, sea política— para organizar la bronca, es decir, sublimar la frustración ante el peligro que sea internalizada:

“¿Qué sucede con la bronca en la actualidad? Cómo la mayor parte de los sentimientos negativos, se internaliza, se individualiza, no explota hacia afuera, sino que implosiona, generando enfermedades mentales, comportamientos autodestructivos, violencia familiar, hostilidad en la calle, etc.

Considerando este estado de cosas, nuestra estrategia política implica sublimar los impulsos agresivos en formas de acción colectiva y organización constructiva.”[v]

Una tarea política esencial que Grabois considera que no sólo tiene que ver con la resistencia sino también para generar una alternativa al narcotráfico como ascensor de movilidad social —uno al que, por cierto, el presidente Milei ha puesto un puente de plata para que lave su dinero impunemente.

Pero, por terminar esta breve reseña, diría que una de las mayores virtudes de este libro —leído desde España y, en concreto, desde Catalunya— es que constituye un ejemplo político e intelectual del tipo de análisis que hay que construir y de cómo llevarlos a cabo de forma colectiva. Para las izquierdas europeas —con la única excepción francesa— esta es una gran lección desde Argentina de la que tenemos mucho que aprender.


Notas

[i] Henri de Man fue el socialdemócrata belga que abogó por la planificación en los años treinta hasta el final de su trayectoria política cuando pasó a colaborar con los nazis durante la ocupación de Bélgica. Su planismo se distinguía por la nula participación que atribuía a los sindicatos y al movimiento obrero. En este sentido, es un planismo muy diferente del formulado tempranamente por Trotsky en la URSS o del planismo autogestionado llevado a cabo por la CNT durante la revolución española de 1936, que inspiraría posteriormente la autogestión socialista de Yugoslavia.

[ii] Grabois, Juan: Argentina Humana. Teoría y práctica para la justicia social en el siglo XXI. Un Proyecto contracultural, Buenos Aires, Penguin Random House, 2024, p. 136.