Palestina. «Lo único que no han logrado destruir en Gaza es la esperanza y el instinto de supervivencia: Paula Gil, presidenta de MSF en el Estado español
La presidenta de MSF en el Estado español, Paula Gil, fue testigo de la completa devastación de la Franja de Gaza, «una trampa mortal» donde pasó una semana en diciembre. En entrevista con NAIZ, valora el alto el fuego, el impacto de quince meses de bombardeos, la destrucción del tejido social…
Ha sido testigo de la destrucción de Gaza. ¿Cómo se siente tras su reciente visita?
Tengo sentimientos encontrados. Por una parte, estoy horrorizada del nivel de sufrimiento que se le ha impuesto a la población gazatí y, por otra, me siento muy orgullosa de ver el esfuerzo que están haciendo los equipos, el compromiso y las ganas de trabajar y de intentar hacer lo mejor que se pueda para paliar de alguna manera, aunque sea con una pequeña contribución, las inmensas necesidades humanitarias que hay en Gaza en este momento.
¿Con qué se encontró?
Cuando entras en la Franja, lo que ves es una destrucción total; ciudades completamente arrasadas, reducidas a escombros. En medio de edificios a punto de caerse están viviendo miles personas que han tenido que huir del norte.
El 90% de la población se ha visto obligada a huir en repetidas ocasiones y se hacina en la zona de Al-Mawasi.
Ha habido tantos desplazamientos que la gente ha tenido que buscar sitios para vivir entre ruinas, con plásticos a modo de techo, utilizando los escombros para levantar un muro con el que resguardarse.
«Colectivamente, debemos manifestar de manera clara y sin duda ninguna que Unrwa tiene que continuar»
En este contexto tan terrible, estamos tratando de ayudar a los gazatíes a través del trabajo en centros de salud, en hospitales de campaña, en el hospital Nasser, el cual han conseguido rehabilitar parcialmente después del asedio israelí.
Estamos trabajando en la maternidad, en neonatología, en el área de fisioterapia, en la unidad de quemados y en atención prenatal en colaboración directa con el personal del Ministerio de Salud, que lo está dando absolutamente todo para mantener dignamente un hospital que apenas tiene combustible para funcionar y prestar atención a los cientos y cientos de personas que llegan cada día.
El derecho internacional humanitario protege sobre el papel las instalaciones sanitarias y al personal médico. Sin embargo, 1.155 sanitarios han muerto en estos quince meses. ¿Desde MSF cómo ha vivido estos reiterados ataques?
Según la Organización Mundial de Salud (OMS), desde octubre de 2023 hasta finales de septiembre de 2024 se contabilizaron más de 500 ataques a estructuras médicas y 115 a ambulancias. De los 36 hospitales que había en Gaza, apenas están funcionando 17 con muchas restricciones. Se calcula que entre el 2,5 y el 3% del personal sanitario ha muerto.
Esto tiene unas consecuencias impresionantes para la población civil. Estamos hablando de un sistema de salud colapsado que apenas puede dar respuesta a las necesidades más básicas. 12.000 pacientes, la mitad de ellos con patologías cardiovasculares, cáncer o necesitados de un trasplante, esperan ser evacuados.
No nos debemos olvidar de quienes han sido amputados de manera urgente en eventos masivos. Sin los medios suficientes, estas amputaciones se han hecho como se han podido, pero que requieren de nuevas cirugías reconstructivas.
«A veces cuesta explicarlo, pero la gente ha perdido sus rutinas, sus recuerdos, han dejado atrás una vida, un tejido social»
Hay también un montón de muertes silenciosas de pacientes con patologías crónicas. Y el único hospital psiquiátrico que había ya no funciona.
El derecho internacional humanitario es un marco que debería contener la barbarie en la guerra. Pero es algo que no se está respetando ni en Gaza ni en Sudán ni en Ucrania.
El hecho de que en Gaza esté sucediendo con la complicidad de la comunidad internacional, con total impunidad, a los ojos de todo el mundo y que nadie reaccione, es algo que nos llena de dolor y nos provoca una seria preocupación, porque es el espejo en que se pueden mirar otros para actuar de la misma manera. El problema es que se han cruzado todas las líneas rojas.
¿Cómo valora la entrada en vigor del alto el fuego?
Es una buena noticia y un respiro para una población agotada y aterrorizada. Imagínate vivir bajo las bombas y a la intemperie, ver todo lo que han visto, perder a su familia, los miles de heridos, la falta de alimentos.
Esto les permite descansar, intentar encontrar a sus familiares, volver a las ruinas de sus casas y, aunque sea, rezar por sus allegados todavía atrapados debajo de los escombros. Es un primer paso que celebramos, pero con muchísimo escepticismo.
No podemos olvidarnos de Cisjordania, donde la situación es muy difícil, con miles de detenidos, con más dificultades para ir de un pueblo a otro, continúan incansablemente las ocupaciones, el acceso a la salud está extremadamente restringido…
«Expresarnos de esta manera nos está llevando a tener una relación difícil con Israel, que es quien tiene la llave»
Hemos visto ante nuestros ojos una limpieza étnica en el norte de la Franja y signos de genocidio en toda Gaza.
A pesar de que como organización humanitaria no tenemos competencias para declarar si ha habido o no intencionalidad, aquellos organismos que sí las tienen han declarado, basándose en elementos que nosotros también hemos visto, que es un genocidio.
¿A qué elemento se refiere?
Una fuerza ocupante tiene obligaciones. Gaza es un lugar del que nadie puede huir, es un gueto, una trampa mortal. La gente tiene derecho a entrar y salir. Los heridos tienen derecho a recibir tratamiento.
El Gobierno israelí tiene la obligación de garantizar que haya suficientes alimentos y agua, y que la población civil esté en un lugar seguro.
La llamada ‘zona humanitaria’ de Al-Mawasi, donde se hacinan miles de personas, ha sido bombardeada cada día.
«Es una buena noticia y un respiro para una población agotada y aterrorizada. Esto les permite descansar, tratar de encontrar a sus familiares, volver a las ruinas de su casa y, aunque sea, rezar por sus allegados aún atrapados bajo los escombros»
Nos hemos acostumbrado a escuchar que un día ha habido 50 muertos, al día siguiente 20, al otro 70…
La mayor parte de esas víctimas, por no decir todas, son civiles. Obligar a una población a desplazarse continuamente es un signo de tortura y de abuso. La población recibía órdenes de evacuación forzada con solo dos horas de antelación.
Estructuras en las que estaban Médicos sin Fronteras identificadas con el logo y notificadas a Israel han sido bombardeadas, atacadas, tiroteadas y destrozadas sin previo aviso.
Todos estos elementos dibujan la magnitud de castigo colectivo que se ha infringido a los gazatíes.
Desde MSF también nos duele infinitamente pensar en las familias israelíes que llevan esperando desde hace quince meses el retorno de sus familiares secuestrados, que hubo muchas personas que perdieron la vida el 7 de octubre. Es muy doloroso para todo el mundo. Esto va a tardar generaciones en poder curarse, si es que se cura alguna vez.
¿Qué impactos prevé?
A veces cuesta explicarlo, pero la gente ha perdido sus rutinas, sus recuerdos, han dejado atrás una vida, un tejido social. He tenido la oportunidad de hablar con mis compañeros gazatíes que están viviendo en tiendas de campaña, en plásticos, como el resto.
Una compañera me decía que cuando fueron obligados a desplazarse no pensó en llevarse recuerdos. Les dieron dos horas y cogió lo más urgente.
Su hermana se llevó algunas fotografías y recuerdos, ahora es lo único que les queda de su vida anterior. Eso es extrapolable a más de dos millones de personas. Han perdido sus proyectos de vida, sus ilusiones.
Detrás de cada cifra hay una historia de vida. Todo el mundo en Gaza ha perdido a alguien. Familias enteras han sido aniquiladas.
«La llamada zona humanitaria de Al-Mawasi, donde se hacinan casi dos millones de personas, ha sido bombardeada cada día. Nos hemos acostumbrado a escuchar que un día ha habido 50 muertos, al día siguiente 20, al otro 70…»
Las dos únicas cosas que no han conseguido destruir en Gaza son la esperanza y el instinto de supervivencia.
La gente no pierde la esperanza de regresar a sus lugares de origen, aunque en el fondo sepan que se van a encontrar con ruinas y que van a tener que seguir viviendo en las condiciones en las que están por mucho tiempo, eso suponiendo que el alto el fuego sea permanente y haya paz.
La ayuda humanitaria ha sido utilizada como arma de guerra. En octubre, por ejemplo, solo entraron 35 camiones.
En sus páginas web, el Gobierno israelí dice que está protegiendo a los civiles, que ha entregado no sé cuántas toneladas métricas de agua, que ha arreglado plantas de desalinización, que han entrado tantos camiones. Esto es ridículo. Es una milésima parte de lo que es necesario. Expresarnos de esta manera nos está llevando a tener una relación difícil con Israel, que es quien tiene la llave.
Ya estamos teniendo infinidad de problemas para que permitan al personal internacional trabajar en Cisjordania. Hay una nueva ley por la que las organizaciones humanitarias deberemos pasar por una especie de ministerio que analizará con lupa si podemos ser consideradas antisemitas. Aquellas que lo sean no tendrán permiso para trabajar.
Mira lo que está pasando con Unrwa. La labor que hacen sus 11.000 trabajadores es irreemplazable y ya hay planes para sustituir a la agencia. Las consecuencias que esto puede tener son enormes.
Aunque haya un alto el fuego, alguien tiene que hacerse cargo de la coordinación de la ayuda humanitaria y tiene que ser un organismo con capacidad.
Colectivamente, debemos manifestar de manera clara y sin duda ninguna que Unrwa tiene que continuar. No puede ser que se acabe por cerrar una organización que lleva trabajando tantos años y con un impacto tan importante sobre la vida de los gazatíes.
Fuente: Naiz