Cada vez parece más claro que la administración Biden fue un simple paréntesis en la historia de las relaciones transatlánticas. Al menos desde Obama el foco de atención prioritario de EEUU ha estado puesto en el indopacífico. Todo apunta que, en este segundo mandato, Donald Trump dará continuidad a esta orientación de política exterior, y esta ecuación deja en una posición de debilidad a la UE. Y esto es, efectivamente, lo que se está comenzando a ver durante los primeros días del mandato del republicano líder del movimiento MAGA.
En esta nueva etapa que ahora comienza, Trump se ha mostrado implacable con los europeos. Así, y desde el minuto uno, ha desplegado toda su diplomacia transaccional para comenzar a torcerle el brazo a su “socio” transatlántico. Y si bien esto no debería suponer una sorpresa, en Bruselas todavía están pensando en cómo lidiar con todos los órdagos puestos encima de la mesa por Trump. Son varios lo temas donde las negociaciones serán duras: aranceles, defensa y redes sociales, tres cuestiones que la nueva administración utilizara de manera combinada para sacar beneficios, porque America First, como saben, es su lema.Con esta premisa parece pertinente analizar cuáles podrían ser las opciones de respuesta por parte de Bruselas y de las capitales europeas. En primer lugar, en términos políticos, la tendencia más observada ha sido la del temor y la bilateralidad. El temor de aquellos que consideran que la llegada de Trump hace más débil a la UE; la bilateralidad de aquellos que entienden que los postulados del nuevo presidente refuerzan su posición ideológica y su propia idea de Europa. La presencia de los Meloni, Morawiecki o Abascal en la investidura de Trump habla por sí sola. Sus afinidades ideológicas hablan por sí solas, y además sirven a los propósitos de Washington que prefiere la atomización europea a un bloque unido que con mayor capacidad negociadora. En términos económicos, el nacionalismo económico combinado con desregulación, recortes de impuestos e incremento de los aranceles impactará a buen seguro en el viejo continente. La intervención de Trump en el Foro de Davos llamando a la atracción de empresas e industrias a EEUU ha sido sólo un aviso a navegantes. De hecho, la inquietante reacción de Ana Patricia Botín, alineada con las posiciones desreguladoras de Trump da alguna pista de por dónde irán los tiros. A todas luces, esta propuesta trumpista parece responder a las recientes declaraciones de Ursula von der Leyen, en el mismo Foro, acerca de la actitud pragmática que adoptará la UE ante la nueva Administración sin menoscabo de la defensa de sus intereses estratégicos. Los retos de la UE ante una potencial guerra comercial y arancelaria no son menores y hay quien plantea que Europa no está preparada para poder afrontarlos. Durante la primera administración Trump, en 2018, el entonces presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, con el fin de evitar una guerra comercial que afectara a la industria automovilística, accedió a comprar más productos estadounidenses, especialmente gas natural licuado y soja. Ahora, fuentes comunitarias plantean que la propuesta negociadora de la UE para evitar la confrontación incluiría una propuesta de compra de armas, gas natural licuado y productos agrícolas norteamericanos en mayor cantidad- Lo único que diferenciaría esta posición de la adoptada con anterioridad sería la disposición de Bruselas para adoptar represalias en caso de un incremento arancelario por parte americana. Con estos postulados no parece que la autonomía estratégica europea se haya ampliado sustantivamente. Más bien al contrario, lo que se puede deducir de lo anterior, es que se llegaría en una posición muy debilitada a la negociación comercial, dejando supeditada la autonomía en materia de defensa, energía y suministros a la buena voluntad de Trump, el presidente que menos confianza y mayor imprevisibilidad genera en todas las capitales.
La ecuación es sencilla. Washington, consciente de su posición, fuerza a la UE a comprarle bienes a cambio de evitar una guerra comercial que terminaría de darle la puntilla a la industria automovilística alemana y que agravaría la crisis interna y la fragmentación en el seno de la unión. Pero es que, además, la exigencia del incremento del gasto en defensa hasta alcanzar el 5% para los Estados miembros de la OTAN bajo la amenaza de retirarse de Europa, persigue un objetivo al largo plazo, el de aumentar la dependencia militar europea de los suministros, y materiales de defensa norteamericanos, además del mantenimiento de estos impidiendo un desarrollo acelerado de la industria de defensa europea. Este es el modelo que pone encima de la mesa el polaco Tusk, aumento rápido del gasto en defensa… comprándoselo a los norteamericanos. Jugada maestra.
Con esta situación la UE no sólo no habría disminuido sus carencias estratégicas principales, sino que pasaría a ser extremadamente dependiente de un socio potencialmente poco fiable en un contexto geopolítico donde el concurso europeo es cada vez más prescindible.
Y esto al tiempo que Musk continúa ampliando sus redes de influencia entre las derechas ultras europeas…