Jaume Montés y Xavier Granell: “Pi i Margall entendió que frente a la extrema derecha hay que ejercer una política revolucionaria”
Entrevista a los editores de la antología L'hidra del federalisme, a doscientos años del nacimiento de Pi i Margall
Teniendo en cuenta que la mayoría de republicanos revolucionarios europeos de finales del siglo XIX son principalmente hombres de acción, como Blanqui, Garibaldi, Mazzini, ¿creéis que se puede considerar a Pi i Margall como el más importante, y quizás el único, pensador de talla europea de todo el republicanismo?
Xavier Granell: Sí, la respuesta sería sí, por lo que refiere a las diferentes ramas del pensamiento político, de la acción política que se están discutiendo y que se están sucediendo en ese momento.
Pi es el más sofisticado intelectualmente, Pi escribe sobre la construcción de los estados liberales, sobre la soberanía nacional y la soberanía popular, sobre los derechos individuales, sobre los conflictos entre capital y trabajo, sobre asociacionismo obrero…etc., es decir, no es un tema solo del que trata, escribe mucho y muy bien, sobre muchas cosas que se están sucediendo en su realidad social global, diríamos, europea, pero no solo.
Los tres que mencionas también son diferentes entre sí, es decir, Blanqui y Garibaldi son evidentemente hombres de acción: Garibaldi sería como el héroe revolucionario global, si hay uno en el XIX, pues es él, el Che Guevara del siglo XIX, y Mazzini, que también es un hombre de acción con las sociedades secretas, la Joven Italia que después se replica en muchos países, en Europa y también por asociaciones a escala europea que también trata de fundar, pero también es muy influyente, a nivel intelectual, la idea de nación de Mazzini, la idea de la federación europea, que Mazzini no es que se la invente, pero que también ayuda a difundirla entre radicales de toda Europa.
Pi no refiere únicamente a un tema ni escribe únicamente sobre un tema, sino que al nivel que tú mencionas de filósofo y sobre todo en el último tercio del siglo XIX, sería de los pensadores republicanos más sofisticados que hay.
Jaume Montés: Sí, de todos modos existe el mito de que Pi no sería un hombre de acción sino, simplemente, un intelectual, el hombre de hielo, el hombre pausado, el hombre reflexivo, pero básicamente por oposición a otros republicanos de su tiempo, como un Ruiz Zorrilla, ya en el caso de la Restauración, o un Sixto Cámara durante el reinado isabelino, que serían los verdaderos hombres de acción, los que están haciendo constantemente intentonas revolucionarias, pronunciamientos, etcétera, etcétera. Nosotros, en el estudio en introductorio, hemos tratado de poner sobre la mesa las dos perspectivas y explicar que sí que Pi es un revolucionario de la reflexión, pero que también es un revolucionario de la acción, que durante la revolución de 1854, en Madrid, está recorriendo las diferentes barricadas y participando de las juntas, que después del bienio pasa a la clandestinidad y milita en el movimiento carbonario, que se exiliará entre 1866 y 1869, que después tendrá un papel como político activo durante el Sexenio y la Primera República. Efectivamente, Pi es el principal pensador político peninsular que hemos tenido, al menos durante el siglo XIX, pero también fue un revolucionario de la acción.
En estos términos filosóficos, Pi es el gran exponente de un racionalismo humanista en las antípodas del pensamiento teológico de la extrema derecha absolutista de su momento, el carlismo. ¿Qué tiene de vigente su pensamiento en momentos que, como el actual, se caracterizan por el auge de las ideas autoritarias, irracionales y patriarcales?
Jaume Montés: Pi es un gran exponente del del racionalismo humanista pero es que, además, es también algo muy propio de la tradición republicana plebeya, esta idea de que hay que oponerse a todo tipo de interferencia arbitraria de poderes ajenos a los instituidos por los propios ciudadanos, y Pi esto lo expresa ya desde sus primeras obras de juventud, antes incluso de La reacción y la revolución, en Historia de la pintura en España, que es la primera obra que le censuran. Allí, Pi hace un análisis que es muy parecido al Maquiavelo republicano de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, donde se critica, básicamente, las doctrinas de la Iglesia cristiana y como se elimina esta idea de la libertad republicana en el mundo antiguo. Esta crítica al irracionalismo típico de extrema derecha es algo muy propio de la tradición republicana plebeya.
Sobre la vigencia del pensamiento de Pi en la actualidad diría tres grandes cosas. Primero, que en Pi hay una defensa a ultranza de la buena ciencia de carácter universalista. Pi sentirá fascinación por todos los avances científicos que se dan en el siglo XIX; se perfecciona la mecánica, aparece la química de Lavoisier, el electromagnetismo de Oersted… también defenderá una concepción social de la democracia, esta idea, típicamente republicana, de que no hay libertad política sin acceso a recursos materiales. Y, por último, de que hay un espacio de autonomía individual, que es irreductible, que algunos derechos no pueden tocarse, y que constituyen un vector de transformación política muy potente. Y ahí, digamos, hay una posición muy clara, contra todo tipo de pensamiento conservador y de extrema derecha desde el siglo XIX hasta nuestros días.
Xavier Granell: Es verdad que hay una parte de la reivindicación que se hace de Pi en el siglo XX que a veces es espasmódica o retórica pero luego hay una reivindicación de Pi que reactualiza su figura y así reactualiza el contenido del republicanismo popular a la ofensiva. Por ejemplo, con la oposición a la guerra. En el caso de la guerra del Rif en los años 20, o con la necesidad de una reforma agraria, o para sostener que hace falta una, constituir una federación republicana, incluso desde proyectos nacionales alternativos al español, como es el caso, claramente el catalán, pero también el andaluz. Porque Pi es capaz de plantear una contradicción, que en términos de pensamiento político, es capaz de abarcar muchas otras contradicciones, que para Pi es la contradicción entre poder y libertad. Una contradicción en la que cabe la contradicción entre monarquía y república, entre capital y trabajo, entre patriarcado y feminismo, etcétera.
Lo mejor de la tradición republicana, democrática y socialista, de la que Pi forma parte, es que nunca se contenta con oponerse, por ejemplo, al doctrinarismo o al reaccionarismo, o al liberalismo hegemónico, o al carlismo de ayer, o al autoritarismo o a la extrema derecha, sino que entendió que precisamente para no ir a peor no había otra opción que ejercer una práctica política revolucionaria. Eso en Pi se ve claramente hasta cuando tiene posiciones políticas minoritarias con las tendencias hegemónicas de la sociedad en su momento, por ejemplo cuando se opone a la guerra en Cuba en los años 90 porque para él la única vía para la paz es acabar con la guerra y reconocer la independencia, aun cuando está en minoría la sigue defendiendo porque entiende que dejarse arrastrar por la corriente, lo único a lo que lleva es a peor.
En la antología se observa un Pi crítico con el progresismo del siglo XIX, por ejemplo, cuando retruena: “Es indudablemente una herejía política pretender que en España no se diferencian esencialmente progresistas y demócratas: una seria herejía aun mayor suponer que es posible una fusión entre los unos y los otros. La fusión en España no es posible sino entre progresistas y conservadores” (carta enviada a El tribuno, 4-11-1854). ¿A que se deben estas críticas de Pi al progresismo?
Xavier Granell: Cuando Pi escribe eso, que es en noviembre de 1854, lo escribe después de la revolución de julio del 54, que aúpa a Baldomero Espartero en el Gobierno del Estado y Espartero se aupaba después de una movilización civil, después de las barricadas de Madrid y además heredaba una popularidad muy grande entre las clases bajas, principalmente por el papel que había tenido como militar en la Primera Guerra Carlista. Entonces, una parte de los sectores radicales de los demócratas que veían en Espartero la posibilidad de que impulsara un programa democrático. ¿Y que implicaba un programa democrático? Pues abolir las quintas, reducir el Ejército, armar al pueblo, garantizar los derechos individuales, subordinar la corona a la soberanía nacional…etc. Y inicialmente parecía que podía ser así. De hecho, se establecieron relaciones entre las organizaciones del movimiento obrero y el Gobierno de Baldomero Espartero. Lo que pasa es que rápidamente dejó de ser así y la prueba es que en el 55 se produce la primera huelga general de la historia de España. Antes, durante y después de 1854, Pi está muy vinculado con sectores del movimiento obrero, y no sólo él sino buena parte de los dirigentes del republicanismo, como lo prueba su colaboración con el periódico El eco de la clase obrera que funda el tipógrafo Ramón Simó y Badía con quien tiene una estrecha relación, hasta el punto de participar en la exposición escrita de los reclamos que presentan los trabajadores.
A partir de los años 50, la diferencia entre ser demócrata y ser obrero no está tan clara, es decir, los obreros básicamente militaban en el Partido Democrático. Lo que Pi pone de relieve, y muy tempranamente, en noviembre del 54, es que la democracia tiene un recorrido propio, vinculado básicamente a las luchas obreras, agrarias y a la libertad política, y el programa democrático nunca lo va a impulsar el progresismo porque el progresismo a la hora de la verdad siempre se va a decantar por buscar el pacto con la monarquía y los conservadores. Es verdad que el progresismo, a veces, pacta con los conservadores, a veces no, a veces pacta también con los con los demócratas o a veces son alianzas más complejas como la que se produce entorno al 68. Pero la de Pi es una postura que va adelantada respecto a muchos demócratas que la tendrán después del bienio cuando se vea que el progresismo y el Gobierno de Espartero no ha impulsado las reformas: no reconoce la legalidad de las sociedades obreras, no impulsa los jurados mixtos, no extiende el sufragio universal masculino, etcétera. Pi venía con una desconfianza labrada de casa, por decirlo así.
Pero el progresismo comparte con los demócratas que están excluidos del Estado moderado (conservador), es decir, cuando desde los años 40 hasta el 54 quien ocupa los cargos institucionales que tiene poder es el liberalismo moderado y el progresismo, queda igualmente excluido que los demócratas o los sectores más radicales. De hecho, comparten varios espacios de sociabilidad popular como son las milicias. Entonces no está tan clara la separación entre progresismo y y demócratas en una buena parte de estos años. Lo que pasa es que cuando el progresismo llega al poder no es una misma cosa.
Xavier Granell: La postura antiimperialista de Pi no era retórica, fruto de solo escribir artículos de prensa y ya está, sino de intensos vínculos de solidaridad y de apoyo entre revolucionarios metropolitanos e independentistas, o reformistas, de las colonias, quienes en muchos casos son igualmente reprimidos por las autoridades del imperio, es decir, comparten cárcel y se encuentran en esas cárceles.
En el caso de Pi se concretaba en una denuncia de la barbarie que se producía en nombre de la civilización y en nombre de la superioridad racial. Y no es una cosa menor denunciar en esos años, puesto que los lenguajes civilizatorios no eran en absoluto exclusivos únicamente de conservadores y de liberales moderados. Lo que puso en evidencia es que la violencia no residía en la respuesta de los oprimidos, sino que se producía precisamente por las relaciones de dominación imperiales.
Además, a finales de siglo, cuando en torno a la guerra en Cuba y en Filipinas se despliega todo el discurso nacionalista, marcadamente belicista, Pi que había defendido que las colonias debían ser Estados parte de la Federación, pasa a defender públicamente que lo que se debe hacer es negociar con los insurrectos sobre la base de la independencia. La independencia es la única manera de traer la paz, que es su propósito al reconocer la independencia, en este caso, de Cuba, de Puerto Rico y de Filipinas.
En una Europa desencadenando continuas guerras imperiales: como la de Vietnam (1858), Marruecos (1859), la invasión de México (1862), las guerras de Cuba (1868-1878 y 1895-1898), y remodelaciones imperialistas como la de África en la Conferencia de Berlin (1884), ¿cuál es el legado de Pi contra las guerras de agresión y conquista? ¿cuáles son las aportaciones militantes y teóricas de Pi i Margall a la lucha contra la esclavocracia involucrada en estos conflictos?
Jaume Montés: El primer latinoamericano que conoció Pi fue José María Lafragua, Ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno de Benito Juárez a finales de los años 50, enviado a España para intentar resolver un conflicto diplomático muy particular entre España y México que conducirá a la invasión, junto con Francia. Pero también traba relación con filipinos de renombre como el héroe nacional José Rizal, cubanos como Calixto García o José Martí. Y en parte esa trabazón de solidaridades es parte explicativa del proyecto antiimperial.
Por otra parte, a nosotros nos ha parecido muy interesante la cuestión de la esclavitud. Puesto que la primera abolición de la esclavitud que se produjo en las colonias españolas fue en Puerto Rico por obra de la Primera República. Es verdad que era un proyecto que ya venía del anterior gobierno de Ruiz Zorrilla y que hubo distintos proyectos de abolición de la esclavitud durante la propia República, en los que Pi participó. Por tanto, es muy importante establecer esta esta vinculación entre antiesclavismo y el republicanismo federal y democrático.
Xavier Granell: Pi es presidente de la República desde junio del 73 hasta julio y nombra como ministro de ultramar a Francesc Suñer y Capdevila, un conocido revolucionario catalán, marcadamente anticlerical, muy criticado por los sectores más moderados porque sabían del radicalismo de quien estaba nombrando Pi y de qué lo estaba nombrando, que era ministro de ultramar, desde esa cartera intenta materializar que las colonias dejen de ser colonias y pasen a ser Estados miembros de la Federación. ¿Cómo hace eso? La Constitución que está vigente aún es la del 69 entonces lo que hace es tratar de tratar de extender los derechos que se reconocen en el título primero de la Constitución, no únicamente a la metrópolis, sino a Cuba y Puerto Rico, con dos proyectos de ley en el caso de Puerto Rico. Eso se aplica, lo que pasa en el caso de Cuba es que Castelar suspende las Cortes en septiembre del 73 cuando el proyecto aún estaba en fase de enmiendas, entonces no se llega a materializar, pero lo que se proponía en ese proyecto era que se aplicará el título Primero de la Constitución del 69, que en la práctica era abolir la esclavitud, porque si reconocías los derechos de los habitantes de la isla en la práctica le quitabas el poder a a los propietarios de esclavos.
Los doscientos años de Pi coinciden con los doscientos años de la batalla de Ayacucho, Pi pensaba de muchas maneras el federalismo, una de ellas a nivel internacional y geopolítica. ¿A nivel geopolítico en que consistía el federalismo europeo de Pi? ¿Se puede encontrar alguna similitud con el latinoamericanismo antiimperialista de Bolívar?
Jaume Montés: Lo interesante del proyecto federal pimargalliano es que no es solo español y además, tampoco es solo europeo, es evidentemente un proyecto federal español, y europeo, pero también es ibérico y más destacadamente es iberoamericano y universalista.
A nivel más general Pi milita a favor de esta de esta idea tan clásica de la república cosmopolita universal, que es el gran ideal ilustrado, es decir, el gran ideal republicano que reactualiza al principal puntal de la tradición republicana democrática que es la idea de la fraternidad. La idea de generalizar relaciones libres de dependencias tanto en el nivel entre humanos, como entre naciones. Por tanto, el federalismo de Pi defendía una federación ibérica, unos Estados Unidos de Europa democráticos. Si bien la idea de una Europa unida ya existía desde principios del XIX serán los republicanos los primeros en defender unos Estados Unidos de Europa democráticos. Tendrá, por tanto, también una apuesta por la unidad de la humanidad.
El modelo federal de los Estados Unidos influirá muchísimo en nuestro republicanismo federal, como una manera de de organizar federalmente el Estado. En la Primera República, entre los pocos países que la reconocerán al principio, uno de ellos será los Estados Unidos. Se dibuja así una posición muy interesante entre esta idea de que sí nos gusta el modelo federal estadounidense, pero en cambio no tenemos ningún problema en criticar su política exterior y en particular su política exterior en relación con el resto del continente latinoamericano.
Por último, respecto al feminismo, en esta época señaláis en Pi y en el republicanismo federal una evolución. ¿creéis que significa un acercamiento del movimiento republicano, y en la posición de Pi, de un acercamiento al feminismo?
Jaume Montés: El Sexenio Democrático ve surgir una militancia de masas de las mujeres en distintos movimientos sociales, con una activa presencia en el espacio público y, después de la Primera República, a partir de los años 80 crece toda una corriente de opinión dentro del Partido Republicano Federal a favor de que las mujeres no solo puedan participar en política, sino también que tenían que hacerlo y tenían que hacerlo por la causa de la República Federal. Ahí quien mejor representará esta evolución será también otro republicano federal de de primera fila, muy amigo de Pi, Pablo Correa y Zafrilla, quien criticará esta idea de la domesticidad según la cual las mujeres no pueden estar en el espacio público. En contraposición, el republicanismo federal defenderá que cualquier mujer debe poder estar en las Cortes, votar, y participar en política de manera general.
Xavier Granell: De hecho, las mujeres están igual de presentes en la vida política del partido, no en los puestos de mando, no en los órganos de dirección del Partido Democrático, o después en los del Partido Republicano, ni en las grandes tomas de decisiones en las asambleas, pero formaban parte de la movilización social. Formaron clubs de mujeres a partir del 68, cuando pueden emerger muchos de estos de estos clubs, su trayectoria como militantes federales, y después militantes federales y también internacionalistas, será la misma que tengan muchos hombres, Por ejemplo, cuando se empiezan a hacer huelgas, a partir de 68, las mujeres participan de manera protagonista. En este sentido, formaban de la misma realidad social y de la misma realidad política.
Muchas veces cuando, por ejemplo, en las movilizaciones contra las quintas, quienes acudían en masa eran madres y hermanas de los quintos, quienes iban reclutados forzadamente al Ejército, o en las protestas contra la esclavitud, en gran parte, también las protagonizaron las mujeres.