La batalla cultural ha estado siendo tan protagonizada y ganada por una ultraderecha envalentonada que algo tan tibio como decir “desearía que el 2025 nos acerca al menos un poquito a una vivienda digna y asequible” parece revolucionario
Quienes pasamos la medianoche del 31 al 1 con las campanadas de TVE fuimos conscientes de que se sentía algo distinto y fresco en el aire. Las campanadas que lideraron en audiencia trajeron mensajes en las distintas lenguas que se hablan en este país, mencionando a la vivienda como un problema, así como recordando que todos los cuerpos son válidos, con un humor original que empezó con David Broncano subido al letrero del Tío Pepe en la Puerta del Sol y que siguió con conseguir incluso que desde el otro balcón, los presentadores de Atresmedia les devolvieran el saludo en vivo y en directo. Novedad, frescura y, por qué no decirlo, realidad. Porque que se mencione la vivienda o se denuncie la violencia contra las mujeres por sus cuerpos supone no tanto innovar, sino ser honesto. La pregunta que debería saltarnos es: ¿por qué sorprende tanto o resulta tan inédito que estos mensajes estén en la pública y en un horario de tanta audiencia?
Y la respuesta tal vez nos la da lo que pasó después. Lalachus y David Broncano han sido denunciados por “un delito contra los sentimientos religiosos” sin ningún fundamento, es decir, con el único objetivo de plantear una cruzada con bulos y basada en la utilización de la religión por parte de la ultraderecha. Así, la asociación ultraderechista Hazte Oír ha decidido que mostrar una estampa de inspiración religiosa con la figura de la vaquilla del GrandPrix es una ofensa. La pregunta es: ¿ofensa para quién? ¿Quién son los “ofendiditos” con algo tan simple e inofensivo?
Lo cierto es que a la ultraderecha no le ofende que se use una estampa de este estilo, ellos mismos han difundido imágenes que utilizaban el mismo estilo con otros rostros para emitir mensajes en sus redes sociales. En realidad, lo que a la ultraderecha le ofende es que en un horario de máxima audiencia haya habido un cambio de tónica tan notorio con respecto a lo habitual de la medianoche de Año Nuevo; lo que a la ultraderecha le ofende es que no estemos hablando exclusivamente de vestido de una presentadora, de las “bromas” –valgan las comillas– de un único estilo que parecía enlatado, de la falta de mensajes realmente cercanos con la realidad de la gente y, por supuesto, de un formato encorsetado que olía más a rancio e institucional que a entretenimiento. Sí, la conversación ha cambiado este año y eso es lo que ofende a la ultraderecha porque saben muy bien que es ahí donde está la disputa, no tanto en los escaños del Congreso –que también– sino sobre todo en los dispositivos mediáticos que son los que construyen estados de ánimo y plantan las conversaciones que generan ideología en nuestras sociedades. ¿Cómo no les va a ofender que se salude en más de una lengua, que se diga que se quiere un 2025 con precios de alquileres asequibles o que todos los cuerpos son válidos?
Pero lo que las campanas de TVE revelan, además, y esto me parece clave, es que la batalla cultural ha estado siendo tan protagonizada y ganada por una ultraderecha envalentonada que algo tan tibio como decir “desearía que el 2025 nos acerca al menos un poquito a una vivienda digna y asequible” parece revolucionario. Y es importante, sin duda; me ha gustado verlo y oírlo, también, ¿pero es en serio tan rupturista, impugnador, audaz? No. Esto no habla de Broncano o Lalachús, habla de la capacidad que ha tenido la ultraderecha hasta ahora de mantener la ofensiva en el terreno cultural mientras desde las izquierdas se ha cedido terreno con el habitual “no hagamos ruido” o asumiendo el marco malmenorista del PSOE.
Y aquí está la otra clave de las campanadas: el PSOE. El ministro de Justicia, Félix Bolaños, hizo lo que suele hacer el PSOE: denunciar la arremetida de la ultraderecha como si ellos no hubieran podido hacer nada para evitarla. El PSOE, más dado a tuitear que a gobernar. El ministro Bolaños escribió en sus redes sociales “día 1 y primer intento de los ultras de amedrentar” y sigue, “en 2025 impulsaremos la reforma del delito de ofensas religiosas para garantizar la libertad de expresión y creación, una medida del Plan de Acción por la Democracia”. Pero así como las mentiras, las poses, o la política de pose, tiene también patas cortas. El agudo equipo de Olympe Abogados le respondía en redes lo que pensamos muchas: “si hubieseis eliminado el delito contra los sentimientos religiosos del Código Penal, como lleváis prometiendo hacerlo desde 2020, no tendríamos ese problema a 2025”. ¡Drop mic!
No sólo es verdad que el PSOE lleva tiempo prometiendo cosas que luego se queja de que no se cumplan, sino que parece que ha hecho de eso una estrategia política. Esto es peor. Por ejemplo, se quejan mucho de las cartas marcadas en la judicatura con las que juega el Partido Popular –y lo tuitean y lo dicen on y off the record– pero pactan con el PP el reparto del Consejo General del Poder Judicial beneficiando a la formación de derechas. Por ejemplo, se quejan y denuncian que aumenten los crímenes de odio o de la ofensiva de la ultraderecha contra el colectivo LGTBIQ+, pero en su último Congreso Federal apuestan por eliminar la Q y el + en las siglas del colectivo que se supone que defienden. Por ejemplo, se quejan de que haya pseudoperiodistas que destrozan el oficio al hacer periodismo de bulos y negacionismo, pero la Mesa del Congreso presidida por el PSOE es la que le dio y mantiene la credencial al reaccionario Vito Quiles. Y ahora se quejan de que los esperpentos ultraderechistas como Hazte Oír o Manos Limpias arremetan contra las campanadas de TVE, y nos prometen que ahora sí, de verdacito y no como antes, van a acabar con ese delito contra los sentimientos religiosos.
En la batalla cultural está la disputa y, por tanto, los medios son el terreno fundamental de combate, pero también necesitamos esa valentía en las políticas. No basta con quejarse, con denunciar con la boca pequeña o con poner un tuit cuando se tiene el BOE, el Consejo de Ministros y una aritmética parlamentaria que sí permitiría poner frenos a los ultras. Pero a lo mejor al PSOE le parece más importante seguir tendiendo la mano al PP que a otras fuerzas en el Congreso como si el bipartidismo aún fuera posible, como si el PP no estuviera entregado ya al bloque reaccionario y, sobre todo, como si la ultraderecha se pudiera contener solo diciendo “vótame a mí para que no manden ellos”. Esa receta ya se probó equivocada. Hasta mañana.