Una obra poética y simbólica que conecta las heridas de la Guerra Civil con los conflictos contemporáneos, ofreciendo una reflexión sobre la memoria histórica y el poder del teatro para sanar heridas colectivas
Este miércoles, 11 de diciembre, la Sala Fènix de Barcelona acogió el estreno de ‘Vino Lunar’, una pieza teatral escrita por Albert Tola y dirigida por Rodrigo García Olza. La obra, protagonizada por Mariam Bahous Yalaoui en el papel de Anisa y Marc Pujol como Juan, invita a reflexionar sobre las heridas del pasado y las conexiones invisibles entre generaciones marcadas por la guerra.
A través de una puesta en escena simbólica y poética, ‘Vino Lunar’ entrelaza conflictos históricos y actuales, explorando cómo las tragedias de la Guerra Civil Española resuenan en las guerras contemporáneas. Con una obra teatral que combina la memoria histórica, el dolor humano y la mitología, la obra desafía al espectador a dialogar con su propio pasado.
Memoria y olvido: los ecos de los muertos
La trama de ‘Vino Lunar’ se desarrolla en una guerra contemporánea en Oriente Medio, donde Anisa, una soldado atrapada entre el caos y la soledad dialoga con la luna mientras arrastra el cadáver de un compañero. A través de su sangre, el espíritu de Juan, un joven muerto en la Guerra Civil Española, cobra voz, estableciendo un puente entre dos conflictos separados por décadas pero unidos por el sufrimiento humano.
La elección de la luna como símbolo central de la obra no es casual. Según Tola, el título surge de un verso de Fernando Pessoa: “¿Pero qué vino lunar he bebido que hablo como los muertos?”. Este verso sintetiza el núcleo de la obra: la conexión entre los vivos y los muertos, y la persistencia de las memorias no resueltas. “La luna es un personaje más”, explicó el autor. “Refleja lo que preferimos ignorar y conecta generaciones mediante el vino simbólico de la sangre derramada”.
Un puente entre generaciones
La obra se inspira en la mitología y en experiencias personales del autor. Tola confesó que parte de la obra teatral se basa en historias reales, como una carta de su bisabuelo enviada durante la Guerra Civil, o un relato que escuchó en Colombia sobre los “falsos positivos”, una práctica en la que cuerpos de campesinos asesinados eran disfrazados como guerrilleros para aparentar victorias militares.
“Todo está conectado”, afirmó Tola. “En la Guerra Civil Española también hubo tráfico de cuerpos y venganzas disfrazadas de ideologías. Estas historias, aunque parezcan lejanas, comparten una violencia que es universal”.
Rodrigo García Olza, quien se encargó de la dirección, destacó que su trabajo no se centró únicamente en el concepto de memoria histórica, sino en cómo crear una experiencia emocional que conectara con el público contemporáneo. En palabras del director: “Para mí, la memoria histórica es un tema en el que la pieza se puede enmarcar, pero nunca fue la meta en sí misma. Lo que buscamos es trabajar con emociones universales como la soledad, el amor y el humor, que cualquiera puede entender, independientemente de haber vivido una guerra”.
Testimonios que iluminan el escenario
Mariam Bahous Yalaoui, en su papel de Anisa, explicó que su personaje simboliza la lucha por dar sentido a la deshumanización del conflicto. Anisa le habla a la luna porque es su única compañera en el silencio de la batalla. Anisa refleja la soledad y el desamparo, pero también la esperanza de que su historia no quede enterrada.
Por su parte, Marc Pujol, quien da vida a Juan, describió su experiencia como profundamente transformadora. “Juan es un niño inocente atrapado en el dolor de una guerra que no eligió. Al interpretarlo, siento que estoy dando voz a todos esos olvidados que nunca tuvieron la oportunidad de contar su historia”, comentó.
Para Albert Tola, la obra es un recordatorio de que todas las guerras se parecen: “He escuchado historias de conflictos en Colombia que son casi idénticas a las que me contaban mis abuelos sobre la Guerra Civil Española. La obra nos dice que, aunque cambiemos de época o lugar, el sufrimiento humano sigue siendo el mismo”.
El teatro como herramienta de memoria
Albert Tola destacó que ‘Vino Lunar’ no busca únicamente conmover al público, sino también provocar una reflexión profunda. “El teatro tiene la capacidad de ponerte en el lugar del otro”, afirmó. “Es una herramienta para imaginar lo que otros han vivido y, a través de esa empatía, comprender heridas que no son nuestras pero que nos afectan como sociedad”.
La obra también plantea preguntas urgentes sobre el papel de la memoria histórica en un mundo donde los conflictos parecen interminables. “Darles voz a los muertos es esencial para que sus historias no se repitan”, explicó Tola. “La historia vuelve con nuevas formas si no la analizamos, si no le damos luz”.
Uno de los momentos más impactantes de la obra es un monólogo en el que Juan interpela al público: “Habéis caminado sobre nuestras muertes. Habéis hecho picnic sobre ellas, amado sobre ellas, mientras nosotros permanecemos aquí, olvidados”. Este pasaje resume la esencia de la pieza: recordar no es solo un acto de justicia, sino también un imperativo ético y emocional.
La luna como símbolo del recuerdo
El simbolismo de la luna permea toda la obra, tanto a nivel narrativo como emocional. “La luna toma la luz del sol y, en ese sentido, representa lo oculto, lo que no queremos ver”, explicó Tola. Además, la luna hace un guiño al mundo musulmán, presente en la obra, y al matriarcado como una forma de resistencia a las estructuras patriarcales.
La obra también homenajea a Federico García Lorca, cuya poesía y destino trágico resuenan en el texto. En un momento del monólogo, Juan dice: “No soy un joven poeta desaparecido en una fosa común”, evocando a Lorca y a todos los que fueron silenciados por la guerra y el olvido.
La fuerza de las historias reales
Además de sus referencias mitológicas, ‘Vino Lunar’ se nutre de historias familiares y documentales. Tola mencionó una anécdota personal sobre un tío abuelo que sobrevivió a la guerra porque su madre lo emparedó para evitar que fuera reclutado. “El teatro es un lugar donde podemos romper juicios y entender las heridas de generaciones anteriores”, explicó. Estas conexiones entre lo real y lo simbólico son lo que hacen que la obra sea tan poderosa.
El impacto de la memoria en el presente
‘Vino Lunar’ plantea paralelismos entre la Guerra Civil Española y los conflictos actuales, destacando que la violencia y el sufrimiento trascienden épocas y fronteras. Tola explicó que, al estructurar la obra, buscó reflejar esta continuidad: “La sangre de Anisa da voz a Juan, como en ‘La Odisea’, donde los muertos necesitan sangre para hablar. Es un vínculo poético entre guerras pasadas y presentes”.
Para Rodrigo García Olza, esta conexión entre épocas permite que la obra sea tanto un documento histórico como un acto de creación contemporánea. "El público no es un espectador pasivo; es parte del diálogo que la obra propone. Cada noche construimos un puente entre el pasado y el presente, y es ahí donde radica la fuerza del teatro".
‘Vino Lunar’ es más que una obra de teatro. Es un grito de memoria, un llamado a la empatía y una invitación a construir un futuro más justo iluminando las sombras del pasado. Como dice uno de los personajes: “Solo enfrentando los ecos de los muertos podemos construir un mañana más humano”.