Tratados de libre comercio Tratado UE-Mercosur, el llamamiento de los ecologistas españoles: “El Gobierno debe oponerse”
La Unión Europea podría aprobar en las próximas semanas el acuerdo de libre comercio con Mercosur. Una idea que, también en España, encuentra la oposición de una nueva alianza: agricultores y ecologistas
La Unión Europea y el Mercosur, el mercado común de América del Sur, están a punto de firmar un acuerdo de libre comercio destinado a aumentar las exportaciones entre ambos bloques. «La firma final podría llegar ya la próxima semana», dijo a Diario Red una fuente interna del Parlamento Europeo. Las declaraciones oficiales son más prudentes, pero también dejan entrever que el final de las negociaciones está cerca. «Lo lograremos antes de que termine el año», declaró a la prensa el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva.
Este acuerdo ha estado en discusión durante más de veinte años, y ya en 2019 se anunció su inminente conclusión. Sin embargo, hasta ahora ha sido bloqueado por la oposición de algunos países, principalmente Francia. Esta oposición cuenta con el apoyo de un bloque social inédito: la alianza entre agricultores y ecologistas.
¿De qué se trata?
De aprobarse, el acuerdo de libre comercio incluiría a 31 países: los 27 de la Unión Europea más los 5 miembros del Mercosur: Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia. En total, se trataría de 800 millones de personas y una quinta parte de la economía global. Los acuerdos de libre comercio son pactos entre naciones, o grupos de naciones como en este caso, que buscan reducir aranceles y normas que limitan el comercio internacional. Especialmente desde los años 90, se han firmado muchos de estos acuerdos, sobre todo en el mundo occidental. Entre ellos están el CETA, que desde 2017 vincula a la Unión Europea con Canadá, y el NAFTA, que incluía a Canadá, Estados Unidos y México, y cuya implementación en 1994 fue uno de los motivos de la revuelta zapatista en Chiapas, al sur de México.
El acuerdo UE-Mercosur contempla, específicamente, la eliminación del 100% de los aranceles —es decir, los tributos que gravan las mercancías en las fronteras— para los bienes industriales importados, y del 90% para la mayoría de los demás productos. El Mercosur exporta principalmente materias primas a la Unión Europea: carne y animales vivos, así como metales y productos agrícolas. Por su parte, la Unión Europea exporta maquinaria industrial, productos químicos y automóviles a los países latinoamericanos involucrados. Aumentar estos flujos comerciales es el objetivo declarado del pacto.
En el Mercosur hay consenso sobre el texto negociado, independientemente de las ideologías políticas de los gobiernos
En el Mercosur hay consenso sobre el texto negociado, independientemente de las ideologías políticas de los gobiernos. En Europa, en cambio, las diferencias son marcadas. Los países cuya economía depende más de los sectores que se beneficiarían del acuerdo son favorables. Es el caso de Alemania, que espera revitalizar su industria automotriz en crisis gracias al tratado, así como España. Según un estudio encargado por la Secretaría de Estado de Comercio de España, las exportaciones de Madrid al Mercosur aumentarían un 37% si se firma el acuerdo. La Comisión Europea y su presidenta, Ursula von der Leyen, también apoyan el pacto.
En el lado contrario están los Estados miembros donde la agricultura y la ganadería tienen un peso mayor. Francia encabeza esta oposición: su Parlamento votó recientemente, y por una abrumadora mayoría, una moción que pide al gobierno que rechace el acuerdo por todos los medios posibles. Además, agricultores preocupados bloquean periódicamente la capital. Polonia, Irlanda y, con menor intensidad, Italia también han expresado críticas.
Para la aprobación por parte de Europa no es necesaria la unanimidad, que todavía está lejos de alcanzarse. Basta con una mayoría cualificada de 15 países miembros, junto con el visto bueno de la Comisión, que ya es seguro, y del Parlamento. Malas noticias para el frente opositor, que parece perder fuerza mes a mes. «París está agotando rápidamente tanto el tiempo como la influencia política necesarios para detener el acuerdo comercial entre la Unión Europea y Sudamérica», escribió hace poco más de un mes el prestigioso medio Politico.
Agricultores y ecologistas: detengan el acuerdo
Con la inminencia de la aprobación, las calles de algunos países, especialmente Francia, han comenzado a llenarse de manifestantes. Entre los protagonistas de estas movilizaciones están los agricultores. Temen la competencia de productos importados que, aunque tengan un mayor costo ecológico, podrían ser más baratos y desplazar los alimentos locales. Este peligro ha unido tanto a pequeños agricultores como a las asociaciones del sector —que representan también a los grandes grupos industriales—. «La celebración de un acuerdo de este tipo iría, por tanto, en contra del espíritu del diálogo estratégico sobre las negociaciones comerciales y enviaría un pésimo mensaje a la comunidad agroalimentaria al comienzo del nuevo mandato de Von der Leyen», escribió Copa-Cogeca, la principal organización de agricultores en Europa.
En toda Europa, los movimientos por el clima y el medio ambiente se han unido a los agricultores para exigir que se detenga el tratado
También otro pedazo de la sociedad se ha opuesto desde el principio al acuerdo UE-Mercosur: el ecologismo. En toda Europa, los movimientos por el clima y el medio ambiente se han unido a los agricultores para exigir que se detenga el tratado. «Este acuerdo no aborda adecuadamente las consecuencias de unas relaciones comerciales desequilibradas», explicó a Diario Red Miguel Ángel Soto, portavoz de Greenpeace España. «Nos preocupa especialmente el impacto sobre la deforestación. El pacto aumentará la producción de materias primas —soja, maíz—, que se obtienen destruyendo hábitats naturales, un problema grave en la Amazonía brasileña y en el Cerrado de Paraguay y Bolivia. También está el tema de los derechos humanos: no son pocos los casos de productos exportados vinculados a violaciones de derechos sindicales y conflictos violentos con comunidades indígenas. No estamos en contra de la globalización, pero hay estándares que deben respetarse: hay pesticidas prohibidos en Europa que se utilizan en el Mercosur, por ejemplo».
En la misma línea Tom Kucharz, activista e investigador independiente: «han pasado 25 años de negociaciones y, mientras tanto, el comercio entre ambas regiones ha crecido incluso sin el acuerdo. Esto significa que ya conocemos sus efectos: deforestación, hambre, violencia. Todo esto en un contexto de crisis climática que debilita estos territorios. Pienso en las recientes inundaciones en Río Grande do Sul, pero también en las sequías. Todo se origina en un sistema capitalista basado en la extracción».
En este debate, el gobierno de Pedro Sánchez destaca como uno de los principales defensores del acuerdo, a pesar de las críticas. ¿Cómo se explica esto? «El principal producto exportado de Brasil a España es el petróleo, y el segundo es la soja», explicó Kucharz. «Es evidente que hay fuertes intereses industriales que impulsan el tratado. Esto también se aplica a nivel europeo: Alemania espera dar un respiro a su industria automotriz en crisis, y la Unión en su conjunto busca en América Latina los minerales críticos que teme perder de China». Soto comparte esta opinión: «las 35 principales empresas españolas tienen intereses internacionales, y con el Mercosur existe una afinidad histórica y lingüística. Pero no pueden prevalecer intereses parciales».