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Siria, cosas veredes, Sancho, que si creyere

 


Al cumplirse diez días de la caída del gobierno del presidente sirio Bashar al-Assad,
queda expuesta de manera patente la alianza entre Estados Unidos y al-Qaeda, que, si
bien viene de lejos, fraguada en los años de la guerra antisoviética en Afganistán (1979-
1992), después de la caída de las torres de Nueva York, debió mantenerse de manera
subterránea. Aunque cada vez que el Pentágono necesitó de ellos, los activó y
cumplieron: Libia, Yemen, el Sahel y ahora en Siria: el vínculo ha quedado otra vez
expuesto, con claridad.

Mientras, el régimen sionista continúa bombardeando Siria, con más de setecientas
operaciones en la era post al-Assad y avanzando territorialmente en el Golán, de donde
jamás se retirará, el mundo parece conmoverse por la urbanidad de Abu Mohammed al-
Golani. el emir del grupo Hayat Tahrir al-Sham (HTS) o Comité de Liberación del
Levante.

El HTS es una activa formación de al-Qaeda, que con diversos nombres no dejó de
ponerle fuego desde el inicio de la invasión franco-norteamericana, acompañada por las
monarquías del Golfo, Israel y Turquía en 2011.

Abu Mohammed al-Golani, nom de guerre de Ahmed Hussein al-Shar’a, nacido en 1982
en Arabia Saudita, con su llegada a Damasco y después de su stand up, en la mezquita
Omeya, donde apareció con su pulcro y discreto uniforme militar, sin insignias y una
muy acicalada barba, más de profesor universitario que de fanático muyahidín, se
mostró con la urbanidad que Occidente pretendía.

Este rebelde moderado, que combatió a la “sangrienta dictadura de los al-Assad”, le
habló al mundo, anunciando la victoria y llamando a la reflexión y la oración, dispuesto
a olvidar para siempre la mala costumbre de carbonizar o enterrar gente viva, torturar,
violar y asesinar de todas las formas posibles a miles de hombres y mujeres, o la de
enviar a docenas de sus hermanos al Shahadat (martirio o suicidio) para asesinar a miles
de personas inocentes en un mercado, una calle o en un autobús. Lo que no sabemos es
si abandonó el hábito, si es que alguna vez lo tuvo claro, como si muchos de sus
hombres de comerse el corazón todavía sangrante de alguno de sus enemigos frente a
las cámaras.

Este antiguo raghead (cabeza de trapo) combatió contra Estados Unidos en Irak entre
2003 y 2006, hasta que fue capturado. Tras pasar cinco años detenido en varias
prisiones de Irak, entre las que se cuenta la célebre Abu Ghraib, regresó a Siria en 2011
para fundar el frente Jabhat al-Nusra (Frente de la victoria para el pueblo de Gran
Siria), la temible sucursal de al-Qaeda en el Levante. Tras romper con su antiguo jefe,
Abu Bakr al-Baghdadi, que acababa de fundar el Daesh, se mantuvo leal a al-Qaeda.

En 2013, el Departamento de Estado lo declaró “terrorista global, especialmente
designado”, poniéndole a su cabeza una recompensa de diez millones de dólares.

Ahora, el pretendido hombre fuerte de Siria ha llamado a la unidad, pidiendo a los sirios
que vuelvan a sus trabajos. Mientras les abre los brazos a los millones de exiliados, que
tuvieron que abandonar el país, por él y sus hermanos, cuando practicaban con exquisita
brutalidad la más amplia gama de horrores que se pueda concebir.

Al-Golani, que en 2017 fundó el Hayat Tahrir al-Sham, para romper definitivamente
con el Frente al-Nusra, y comenzar, a partir de 2021, el periplo de conversión de
muyahidín fundamentalista a rebelde moderado.

En su primera entrevista periodística a un medio norteamericano, en 2021, en la que se
presentó, con la formalidad de cualquiera que vaya a buscar empleo: saco azul, corbata
y prolijamente peinado. Sereno respondió al interrogatorio con el que, por lo visto,
consiguió el puesto.

Haciéndose fuerte en la región de Idlib, en el noroeste sirio, con el apoyo de
Washington y Ankara, controló vida y destinos de más de dos millones de personas, que
conocieron lo que significaba vivir sobre la versión extrema de la sharia (ley islámica)
que el emir hacía aplicar a su policía religiosa. Habiéndose juramentado no atacar
posiciones occidentales, ni sionistas, a pesar de que fueron estos últimos quienes
obligaron a su familia en 1967 a abandonar sus ancestrales raíces en el Golán, para
jamás poder volver, de allí su nombre de guerra.

De ahora en más, el nuevo hombre fuerte de Siria, más al-Shar’a que al-Golani, se
presentará como un moderado, lo suficientemente confiable para ser considerado uno de
los suyos por Washington.

El antiguo terrorista no duda ahora en pactar con todos: cristianos, kurdos, chiítas
ismailíes, que hasta semanas atrás perseguía con fiereza, para acrecentar su imagen.
Igual muchos de los suyos siguen de cacería de alauitas, el clan de origen chií al que
pertenecen los al-Assad, por las calles de Damasco y otras ciudades como Latakia,
ejecutándolos donde los encuentren.

Más allá del lavado de imagen de al-Golani, habrá que esperar todavía cuánto de sus
más de diez mil hombres está dispuesto a seguirlo y traicionar definitivamente la yihad.
Se conoce que muchos de sus muyahidines, particularmente los provenientes de Asia
Central, pretenden todavía la creación de un califato, y que se niegan a bajar las
banderas del islām wahabita, que todavía se distinguen entre el bosque de las novísimas
banderas sirias.

Nuevos y viejos amigos.
No sabemos cuántos de sus hombres estarán de acuerdo con lo que el antiguo emir, que
se ha cansado de repetir en prácticamente todas las entrevistas que ha dado desde su
entrada en Damasco, dice: “No juzguéis por palabras, sino por acciones”.

Mientras que el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, quien quizás sea una de las
personas en el mundo que más conozca la realidad siria y el entretejido entre el
terrorismo y las agencias de inteligencia occidentales, calificó a Hayat Tahrir al-Sham
(HTS) como la mafia “salafista-yihadista”, denunciando que ha sido financiada por la
Organización Nacional de Inteligencia Turca (MIT, por sus siglas en inglés) con armas
aportadas por Qatar y de contar con el apoyo total de la OTAN y Tel Aviv. Los medios
occidentales han tratado al emir de “yihadista moderado”, “de un líder pragmático y
carismático” y de “revolucionario con blazer”, “que ha llegado para construir una nueva
Siria, respetuosa de los derechos de las minorías” o como un “político astuto y
despiadadamente pragmático que ha renunciado a la yihad global con la intención de
unir a Siria”. Olvidando que, hasta hace poco tiempo, estaba considerado entre los diez
terroristas más peligrosos del mundo.

Desconocemos cuán, en gracia, al-Golani recibió las felicitaciones de sus viejos
camaradas, como las llegadas desde Afganistán, enviadas por el talibán, que fueron los

primeros en felicitar al HTS y su emir. También lo hicieron otras organizaciones
terroristas. Apenas conocida su victoria en el Levante, muchas de las ramas de los al-
Ikhwān al-Muslimūn (Hermanos Musulmanes), la desbocada creación británica de 1928,
para impedir el surgimiento de los movimientos nacionales y seculares del mundo
árabe, se podrían aproximar a la entonces emergente Unión Soviética.

Los hermanos nacidos en Egipto, con ramificaciones entre otros países, de Jordania,
Líbano y Siria, desde entonces les han dado basamento filosófico a todas las
agrupaciones como la de al-Golani, y desde los talibanes afganos al Boko Haram
nigeriano, y la treintena de khatibas desperdigadas en todo el mundo islámico.

Las felicitaciones también llegaron de parte de Hamás que, a la luz de las recientes
declaraciones del emir y su acercamiento a Netanyahu y Biden, ya se estará
arrepintiendo. La Yihad Islámica de Palestina también se apuró a felicitar a al-Golani.

Al tiempo que la dirigencia de Hezbollah, que ha luchado junto a Bashar al-Assad
contra los terroristas del HTS, manifestó su opinión a través de uno de sus
parlamentarios, quien describió la situación como “una transformación importante,
peligrosa y nueva”.

Quizás muchos de sus antiguos hermanos ignoran que al-Golani no ha desperdiciado un
momento en gastarse ditirambos hacia Netanyahu y toda la canalla sionista. Al estilo
de: “Iremos por la paz total con Israel. Desde el estallido de la guerra civil siria, nunca
hemos hecho ningún comentario crítico contra Israel, a diferencia de Hezbolá, que
declaró que su objetivo es liberar Jerusalén y los Altos del Golán”. En un destello
poético agregó: “Israel plantará una rosa en el jardín sirio”. Sin duda, en algún rincón

del Islām, alguien estará sacando filo a su alfanje, recitando el nombre de Abu
Mohammed al-Golani.

*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en
África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook:
https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.