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Pacto Histórico ¿un partido internacional?

 


El martes 17 de diciembre se lanzó oficialmente el proyecto unificado de la izquierda colombiana del Pacto Histórico para hacer frente a las elecciones del 2026. El panorama internacional, sin embargo, muestra profundos signos de atomización

La primera organización en dar un paso al frente para asumir la propuesta del partido único, enarbolada en los últimos meses por el presidente colombiano Gustavo Petro, fue la Unión Patriótica (UP). La definición se realizó en el marco de su VIII Congreso Nacional, iniciado el 7 de noviembre. Bajo el lema “Por la senda del Cambio y la unidad” la UP, que cuenta con una importante representación tanto en la Cámara como en el Senado, rompió el hielo frente al reto de la disolución de las personerías jurídicas para configurar un proyecto unitario. Dicho temor tiene que ver con la sostenida victimización del establishment contra los partidos y movimientos de la izquierda colombiana, potenciada por las alianzas parainstitucionales con el narcotráfico y el paramilitarismo, como ocurrió durante el genocidio de la UP en el plan de exterminio conocido por militares, paramilitares y narcotraficantes como “El Baile Rojo”. De hecho, tanto la UP como el Partido Comunista Colombiano (PCC) fueron reconocidos como víctimas de esa violencia institucional y parainstitucional. Como un gesto de reparación, el Estado tuvo que devolver las personerías jurídicas a estos dos partidos, perdidas como consecuencia de las masacres sistemáticas acaecidas desde finales de los años 80.

Tanto la UP como el PCC oficializaron su adhesión al partido único del Pacto Histórico el pasado 17 de diciembre en el Hotel Tequendama de Bogotá, junto a los partidos Colombia Humana, Polo Democrático y el Movimiento Progresista, escisión del partido MAIS. Como ejemplo de la complejidad de la guerra institucional de la derecha contra la izquierda y los movimientos sociales, Colombia Humana, sector fundado por el presidente Petro, también ha tenido que batallar con los intentos de cancelación de la institucionalidad uribista. En el 2018 el Consejo Nacional Electoral (CNE) negó la personería jurídica que daba constitución al partido político del movimiento social Colombia Humana. En consecuencia, la candidatura presidencial de Gustavo Petro, para contender contra Iván Duque aquel año, tuvo que realizarse bajo la fórmula Colombia Humana - UP, binomio promotor del proyecto nacional unificado.

Según explicaron los congresistas del Pacto Histórico presentes en el lanzamiento del partido único, los retos más importantes de la unidad son: la promoción de las reformas sociales pendientes; el sostenimiento y la profundización de un proyecto nacional y popular de cara a la disputa electoral del 2026, y la proyección de un proceso histórico que debe nuclear las aspiraciones de la transformación social del pueblo colombiano. Se trata de “una organización de corrientes convergentes” con un candidato único a la Presidencia y Vicepresidencia de Colombia.

Un ámbito internacional poco cohesionado

A nivel internacional, la promoción de la campaña electoral del Pacto Histórico en 2022, que dio el triunfo presidencial y vicepresidencial a Gustavo Petro y Francia Márquez, generó mayores escenarios de articulación entre las fuerzas partidarias y los movimientos sociales. En el extranjero, los movimientos sociales colombianos suelen enfocarse en la agenda internacional de los DDHH. Bien sea a través de las organizaciones de víctimas, migrantes o promotoras de los acuerdos de paz, buena parte de la dirigencia movimientista colombiana a nivel internacional también cuenta con una cierta representación partidaria en el Polo Democrático, Colombia Humana, la UP o el PCC. Sin embargo, ya entre el 2021 y el 2022 se generaron fuertes fricciones internas en torno a la representación de la diáspora en el Congreso. Finalmente, la elección de Carmen Ramírez Boscán como representante de la migración colombiana en la Curul Internacional, abrigó un mínimo de acuerdos sin que se superará del todo el recelo respecto a su elección. Con esa referencia, el peor escenario para los siguientes dos años es la perpetuación de prácticas atomistas entre las fuerzas y la despolitización de la agenda internacional vía la competencia burocrática entre las referencias internacionales del Pacto.

Más allá del reto electoral del 2026, hay que entender que el territorio internacional es un ámbito en disputa indispensable por tres razones: la primera es la fuerte presión institucional de la derecha colombiana sobre los roles de la Cancillería. De hecho, figuras de la derecha ultraconservadora, como la congresista y candidata presidencial Paloma Valencia, han impulsado con éxito la destitución de cónsules y embajadores provenientes del Pacto Histórico, como son los casos de Germán Gómez en Argentina y Moisés Ninco Daza en México, respectivamente.

En segundo lugar, porque opera un ocultamiento del peso migratorio que socava la posibilidad de construcción de una agenda común frente a lo que los países del norte y la prensa hegemónica rotulan como “crisis migratoria”. En el caso colombiano, este ocultamiento es de tal magnitud que ni siquiera hay cifras actualizadas sobre la cantidad de migrantes en el exterior. Para el 2011 la OIM calculaba que 3.378.345 colombianos vivían en el extranjero. En la actualidad, las organizaciones sociales estiman que esta cifra puede ascender a los 6 o 10 millones de personas. La gravedad del problema se expresa, por ejemplo, en la falta de concienciación sobre la trata de mujeres. Según un reporte realizado en el 2021 por el Proyecto Esperanza en colaboración con la Fundación Mutua Madrileña: “América Latina es la región en la que más ha crecido la procedencia de las víctimas de trata en los últimos años, pasando de un 28,9% en 2018 a un 50,9% en 2021. Colombia y Nigeria fueron los principales países de origen, seguidos de Venezuela y Camerún. Un 9,5% de los casos fueron de trata interna; es decir, la captación y el sometimiento tuvieron lugar dentro de nuestras fronteras.”

Además de la trata de personas, también opera un ocultamiento frente a la narcotización extraoficial de las relaciones internacionales. En el 2020 el embajador de Colombia en Uruguay, Fernando Sanclemente, se vio obligado a dimitir después de que la Policía allanara un laboratorio de procesamiento de cocaína en una finca de su propiedad en Guasca, Cundinamarca, a 50 kilómetros de Bogotá. En sintonía, otro escándalo similar se suscitó en el 2011 con el apresamiento de Dolly Cifuentes, cuñada de Álvaro Uribe y testaferro del capo mexicano Joaquín “El Chapo” Guzmán en Colombia.

Uno de los retos más interesantes para la internacionalización del Pacto Histórico es romper con la tradición internista que abriga un potencial intervencionista

En tercer lugar, porque la tradición introspectiva de las relaciones internacionales del país ha generado una dispersión respecto a las agendas integracionistas de América Latina y el Caribe. Hasta la llegada de Gustavo Petro, Colombia fue uno de los pilares del intervencionismo norteamericano con hitos lamentables como la exportación de mercenarios a Ucrania; las intentonas magnicidas contra Nicolás Maduro; el asesinato del presidente haitiano Jovenel Moïse en 2021 o la instalación del Batallón Colombia en el Sinaí, entre la frontera de Egipto e Israel.

Uno de los retos más interesantes para la internacionalización del Pacto Histórico es romper con esa tradición formalmente internista que en el fondo abriga un potencial intervencionista. No obstante, la dirigencia internacional del Pacto aún no cuenta con un programa solidario unificado frente a este problema, más allá de las declaraciones políticas que poco impacto tienen frente al alza del belicismo internacional. Este problema no es exclusivamente colombiano. La tendencia a la balcanización del proyecto continental tras la muerte de Hugo Chávez, ha puesto en evidencia la dispersión entre la izquierda latinoamericana, como ocurrió durante la cumbre de los BRICS con la negativa de Brasil para la incorporación formal de Venezuela a dicho bloque.

El internacionalismo, más allá de los comunicados

Como respuesta a esa fragmentación del proyecto continental, algunos movimientos populares de enorme relevancia como el Movimiento Sin Tierra de Brasil (MST) han fomentado una política de brigadas internacionalistas sobre territorios de importancia estratégica como Haití.

Bajo la necesidad de unificar agendas desde la base de las organizaciones internacionales, los institutos de formación política de Morena en México, IDEAL en Ecuador o el Instituto Patria en Argentina, procuraron una imbricación formativa internacional continua a lo largo del todo el 2024. El Pacto, como sujeto colectivo y como proyecto nacional, debe participar activamente de la internacionalización de su trabajo de masas y de su formación política para lograr un alcance internacional real.

La política de solidaridad internacional del Pacto debe superar el viejo esquema de representatividades personales interpalaciegas

Bajo la premisa materialista de la solidaridad, el presidente Gustavo Petro se ha convertido en una de las voces más influyentes en el ámbito al romper relaciones con Israel y denunciar el genocidio en Palestina. También en días pasados el mandatario, en una cumbre celebrada con su homólogo haitiano, Leslie Voltaire, comunicó un posible viaje a Haití. “Colombia es Caribe y de Haití vino nuestra independencia. Es hora de decir gracias y actuar en pos de su estabilización democrática”, apuntó Petro en un mensaje en su cuenta de X.

La política de solidaridad internacional del Pacto debe superar el viejo esquema de representatividades personales interpalaciegas, al peor estilo de los últimos años de la URSS; de especialistas en relaciones internacionales sin procesos colectivos; de competencias personalistas sin programas de transformación social claros. La unidad del Pacto a nivel internacional debe contemplar un programa que combata el discurso globalista de la supuesta crisis migratoria, las guerras neocoloniales y la descartabilidad laboral a gran escala.

Además del esquema electoral para el 2026, un proyecto nacional e internacional de largo aliento, a la medida de las expectativas que genera la unidad partidaria del Pacto, debe sumar esfuerzos físicos y organizativos reales frente a las grandes preocupaciones de la humanidad, bien sean la descolonización del Sahel, las guerras neocoloniales, la reconstrucción de Palestina y la desmilitarización de Haití.

Poner atención a las necesidades de un mundo que se bate entre la muerte y el hambre es la mejor manera de superar la balcanización de las agendas partidarias y nacionales, y proyectar una política internacional coherente con las apetencias de transformación social. “Colombia potencia mundial de la vida” además de ser el slogan del programa político que abandera desde el 2022 el Pacto Histórico, condensa un programa realizable en tanto se establezca una ruta clara de participación social que supere las competencias de las representaciones internas a nivel internacional.