La Carta Magna mexicana establece que “Toda persona tiene derecho a vivir una vida libre de violencias, el Estado tiene deberes reforzados de protección con las mujeres, adolescentes, niñas y niños”
El Diario Oficial de la Federación de México publicaba hace dos semanas, el 15 de noviembre de 2024, una reforma constitucional en forma de Decreto que modifica siete artículos de su carta magna y con ello, adelanta en constitucionalismo feminista a casi cualquier constitución del norte global. Que una de las primeras medidas del gabinete Sheinbaum haya sido incorporar la igualdad sustantiva, la perspectiva de género y el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia en la ley fundamental del país es toda una declaración de intenciones. Pero ¿en qué consiste dicha reforma?
En primer lugar, reconoce la igualdad sustantiva como obligación del Estado en su Título I, Capítulo I, que legisla sobre los Derechos Humanos y sus garantías: El Estado garantizará el goce y ejercicio del derecho a la igualdad sustantiva de las mujeres. Lo hace así de una forma mucho más explícita, por cierto, que la Constitución Española, que, aunque menciona la igualdad formal y real, ambas coexisten en la misma Carta que consagra la preeminencia del varón sobre la mujer en la sucesión a la Corona borbónica.
La reforma de Sheinbaum, que fue aprobada por abrumadora mayoría parlamentaria, fija la igualdad salarial como principio constitucional, (“a trabajo igual corresponderá salario igual”)
Volviendo a México, ese mismo artículo -el cuarto- establece el derecho a vivir una vida libre de violencias, subrayando los deberes reforzados del Estado en la protección de mujeres, adolescentes, niñas y niños. También garantiza “la perspectiva de género en la seguridad pública y la procuración de justicia”. En un país con insoportables estadísticas de feminicidio -diez mujeres son asesinadas cada día-, exigir la aplicación de la perspectiva de género en ámbitos como el judicial o el securitario desde la Constitución transmite un mensaje político muy importante. Como hemos visto en el estado español en el reciente debate sobre la ley del “Sólo Sí es Sí” y las resistencias a la misma, la erradicación de violencias machistas pasa inevitablemente por despatriarcalizar instituciones que tienen un rol clave en la intervención y la reparación de estas violencias. Con esta reforma, la constitución mexicana vuelve a dar un paso más y hace mención directa a la obligación de contar con fiscalías especializadas de investigación de delitos relacionados con las violencias de género contra las mujeres, a la vez que convierte los delitos relacionados o derivados de violencia de género en delitos de competencia federal concurrente. Es inevitable, de nuevo, traerlo al escenario español, donde la resistencia de la derecha judicial organizada niega la importancia de la formación de los operadores judiciales en materia de violencia sexual, o incluso, cuestionan la eficacia de la estructura administrativa y jurídica construida para la atención específica de las víctimas de esta violencia. Y sin embargo, funciona: un reciente estudio del 'Journal of Public Economics' elaborado durante cinco años por un grupo de economistas demuestra que abrir un juzgado de violencia machista eleva el nivel de denuncias un 28%, combatiendo así el problema de la infradenuncia, y afirma que los órganos judiciales especializados hacen crecer las denuncias de los delitos más invisibles y reducen el tiempo de los procesos.
En tercer lugar, la reforma de Sheinbaum, que fue aprobada por abrumadora mayoría parlamentaria, fija la igualdad salarial como principio constitucional, (“a trabajo igual corresponderá salario igual”) obligando a los estados a aplicar medidas efectivas para cerrar la brecha de género en sus políticas públicas. Por ponerlo en perspectiva, en España la brecha salarial solo comenzó a tomarse en serio con la publicación de reales decretos que la abordaron en 2021 y 2023, aunque apareciera mencionada en la Ley Orgánica de 2007. Aun así, miles de empresas en nuestro país continúan incumpliendo sistemáticamente su mandato. ¿Se imaginan una Constitución Española que prohíba la desigualdad salarial negro sobre blanco en su articulado?
La reforma mexicana aborda también la paridad en los nombramientos de las personas titulares en la administración pública del Poder Ejecutivo Federal y sus equivalentes en las entidades federativas y Municipios, si bien esta andadura se lleva años impulsando en el país, especialmente desde la ley de 2020, y lo ha hecho en paralelo al fomento de liderazgos comunitarios y con una mirada bastante más interseccional que la que proponen las políticas de “paridad” de traje, tacones y consejos de administración a las que no tiene acostumbradas el feminismo liberal de occidente.
México tiene mucho trabajo todavía: el decreto de reforma obliga a modificar normas, constituciones locales, legislación federal y local
La mexicana es una constitución redactada en 1916, en un proceso constituyente en el que las mujeres ni participaron, ni eran sujetos de derecho considerados en su articulado. Por ello, la reforma de Sheinbaum es, simbólicamente, un reconocimiento de la desigualdad histórica fundamental como cimiento de cualquier transformación y, políticamente, un mandato para la acción. La “perspectiva de género” no es una cantinela, ni una pose, sino que implica asumir la desigualdad de género como punto de partida para explicar sus causas, identificar sus responsables, ponerle cifras, datos, información, y poder así articular soluciones políticas para erradicarla.
México tiene mucho trabajo todavía: el decreto de reforma obliga a modificar normas, constituciones locales, legislación federal y local. Necesita de presupuestos y de liderazgos valientes para aplicarse tan lejos como se pueda, y debe escuchar a los feminismos de base, críticas y combativas, como deben serlo, para seguir ampliando derechos y sobre todo, erradicando violencias que han sido demasiado tiempo desatendidas. Pero el constitucionalismo feminista del sur global nos da, de nuevo, una lección de humildad con una reforma que cualquier feminista europea solo podría soñar. Lo han llevado tan alto como han podido. Ahora, solo queda trabajar. Tomemos nota.