Cuenta que en el año 2019 decidió arriesgar con la plantación de frutas tropicales para emprender un negocio. Le salió bien, y durante los últimos cinco años fue consolidando la marca hasta que, en el mes de octubre, toda la cosecha se echó a perder. En el momento en el que se produjo la contaminación en la finca había en torno a 600 kilos de fruta listos para comercializar.
La Xunta le había dado autorización para iniciar allí la plantación y no se esperaba que este incidente le estropease el cultivo. A través del servicio de Explotaciones Agrarias de Lugo, un órgano de la Consellería de Medio Rural, se realizaron los análisis pertinentes y se encontró presencia de arsénico, cadmio, mercurio, plomo y aluminio. Como medida cautelar, se procedió al cierre de la parcela y los productos quedan inhabilitados para su venta o consumo.
Además, el SEPRONA le ha confirmado a la propietaria que por la dirección del viento y la intensidad con la que soplaba esa noche el polvo procedía de la balsa de lodos de San Cibrao. Logró colarse incluso a través de la malla 'antitrips' que protege los cultivos, una cobertura muy densa para evitar que la traspasen insectos.
Alcance de la contaminación
Un informe pericial encargado por Andrea González ha cuantificado las pérdidas que le supone perder la cosecha y solicita a Alcoa que la compense por pérdidas estimadas para los próximos cuatro años. Pero las pérdidas van mucho más allá: González entiende que ha quedado en evidencia que el lugar no es adecuado para plantar alimentos y que no podrá continuar allí con el cultivo. Además, apunta, dar a conocer lo sucedido no es buena publicidad para sus productos y sabe que habrá reticencia a comprarlos, lo que también la perjudica económicamente.
Sin embargo, desde la multinacional norteamericana no le han dado por lo de ahora ninguna solución y la previsión es que la cuestión termine en los tribunales. Andrea González comparte además sobre el alcance que tiene este fenómeno: "En el invernadero se veía claramente porque estaba tapado y el agua de la lluvia no lavó el polvo, ¿pero hasta dónde está llegando sin que nos demos cuenta?".
Cree que es un nuevo fenómeno de contaminación en A Mariña, porque hasta ahora no se había producido nada parecido. Añade además que "el chico que trabajaba la finca antes tenía claveles, y si hubiese pasado algo así quedarían teñidos de rojo" y se habría detectado.
No hay constancia por lo de ahora de que afecte a otras explotaciones de la zona, pero si el viento llevó las partículas contaminantes hasta las instalaciones de Tropic Gaia en Xove, no se puede descartar que al soplar en otras direcciones las esté arrastrando a otros puntos cercanos o incluso alejados. "Tal y como el viento del Sahara llega aquí", dice Andrea González, "¿qué nos garantiza que no esté llegando incluso a la ciudad de Lugo?".