Israel querrá aprovechar esta pausa para profundizar su operación en Palestina. Tanto la colonización y limpieza étnica que han anunciado en Gaza como la anexión de Cisjordania podrían contar con la manga ancha estadounidense en 2025
Él 26 de noviembre se anunciaba, al fin, tras un año de hostilidades y varios meses de invasión israelí, un alto el fuego que prometía cambiarlo todo en Líbano. Israel y Hezbolá serían los actores implicados pero, de nuevo, el enfoque se pone en actores externos y la negociación parece haberse producido siempre sin contacto entre las partes.
Para empezar hay que entender que hay numerosas cuestiones entrelazadas. Es el gobierno libanés, y no Hezbolá, quien habría estado en contacto con los occidentales. Estados Unidos habría sido el contacto israelí, como viene siendo habitual, y Francia habría tenido que modular su posición para poder representar su tradicional voluntad de influencia política en Beirut. Por ejemplo, París ha rechazado la posibilidad de detener a Netanyahu para su entrega a la Corte Penal Internacional (CPI) si pisase suelo francés cuando antes de la negociación se escucharon voces en su gobierno favorables a cumplir con su compromiso en el Estatuto de Roma.
Yendo directamente a los términos, el acuerdo no ofrece tantos cambios con respecto a la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, que ya estaba acordada en el marco de la segunda invasión de Israel a Líbano en 2006. Por lo tanto, el problema que ofrece el alto el fuego condicionado a esos términos es el mismo que en ese año. Israel debe retirarse de todo el territorio libanés, el ejército libanés debe hacerse cargo de la seguridad al sur del río Litani y Hezbolá debe retirarse del área mencionada al sur del país, permitiendo así el retorno de los evacuados en el norte de Israel. Cabe señalar que Israel nunca llegó a retirarse de las granjas de Shebaa ni Hezbolá del sur del país.
El grupo chií ha recibido duros golpes durante estos meses de ataques a Israel en defensa de Palestina tras la invasión de Gaza. Entre ellos se encontraba la pérdida de cientos de miembros, incluyendo la práctica totalidad de su cúpula; el daño devastador a infraestructura civil, especialmente en áreas del sur, el este y el barrio de Dahiya; y la muerte de miles de personas, incluyendo civiles, por todo Líbano.
La opción de firmar un acuerdo de alto el fuego ha sobrevolado a Hezbolá desde antes de la invasión. Israel decidió matar a Hasán Nasralá cuando se disponía a acordar un alto el fuego, dejando así por imposible el acuerdo y evidenciando que Israel buscaba continuar la escalada eliminando a los perfiles pactistas. Este hecho recuerda al asesinato de Ismail Haniyeh, líder del buró político de Hamás, en Teherán.
Eliminando la posibilidad de cesar el fuego, Israel se garantizaba satisfacer a los más beligerantes de su gabinete lanzando la invasión de Líbano y apuntar a objetivos contra los que no habría podido atacar en tiempos de calma. Además Tel Aviv lograba una excusa para poder sacar efectivos de Gaza sin haber eliminado a Hamás.
Pero tampoco se puede decir que Israel hayan logrado una capitulación de Hezbolá puesto que la milicia libanesa gana tiempo para un respiro operacional que necesitaban desde antes incluso de la invasión terrestre y ha demostrado su resistencia, llevando a Israel varios meses de combates y bajas alcanzar el río Litani.
Israel se comprometería por el acuerdo a no atacar Líbano por vía terrestre, aérea o naval pero, y aquí llega el asunto crítico, mantiene el derecho a la autodefensa y a responder a posibles violaciones del mismo. Y es que el periodo de la retirada israelí podrá ser de hasta 60 días. Con un sencillo cálculo se ve que este plazo coincidiría con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.
Trump ha llenado su incipiente administración de halcones anti-islamistas, anti-iraníes y pro-sionistas
Aunque el neoyorquino se haya enfocado en señalar que no ha iniciado ninguna guerra nueva, es cierto que Trump ha llenado su incipiente administración de halcones anti-islamistas, anti-iraníes y pro-sionistas. Claramente Israel querrá aprovechar esta pausa para profundizar su operación en Palestina. Tanto la colonización y limpieza étnica que han anunciado en Gaza como la anexión de Cisjordania podrían contar con la manga ancha estadounidense en 2025 y, con una pausa operacional, Israel podría retornar sus recursos a esas zonas para avanzar en objetivos políticos más jugosos. Por ello cabe la opción de que el alto el fuego convenga mantenerlo a medio plazo.
Además, con este periodo de alto el fuego, Netanyahu podría conceder a Biden un “éxito” diplomático después de tantos tropiezos, evitando las presiones occidentales, como demostró la mediación de la administración Biden para que Francia cambiase su posición en el asunto de la CPI. El gobierno israelí sabe que, en caso de iniciar una ofensiva contra Irán o el Eje de la Resistencia, del que forma parte Hezbolá, contarán presumiblemente con un mayor apoyo de Trump.
Así que si llegado el caso no quisieran retirarse en esos 60 días, daría tiempo a romper el acuerdo y encontrarse con la administración de Trump en ejercicio. Pero el éxito que ofrece a corto plazo es la ruptura de la unidad de acción del Eje de la Resistencia, donde Hezbolá ya no vincula su decisión a la defensa de Hamás y los palestinos. Esto podría reenfocar a Israel también en su campaña sobre las milicias iraquíes o los hutíes yemeníes. También estos actores pueden ver comprometida su capacidad en un ambiente de menor unidad de su alianza.
Sobre todo a través de sus ministros más escorados a la extrema derecha, Israel ha dejado claro que lo importante será la forma de actuar más que lo que se diga actualmente. Es relativamente sencillo encontrar un nuevo casus belli para lanzar una cuarta invasión de Líbano si conviene en otro momento, retomar los bombardeos en Líbano como parte de la lucha contra Irán y las milicias palestinas ante la falta de control de la frontera sirio-libanesa, incluso no retirarse si Hezbolá no capitula. Todo sigue bajo voluntad israelí y apoyo occidental.