Saltar ao contido principal

Simona Levi: “Las instituciones han permitido que la tierra libre de Internet sea ocupada por latifundistas”

 La estratega tecnopolítica publica 'Digitalización democrática', un ensayo que denuncia cómo las grandes corporaciones dominan el contenido en Internet y ofrece soluciones para recuperar derechos fundamentales.




“Incluso tu informe psiquiátrico está colgado en la nube y tú no puedes ver qué viaje hace ese informe, o tus fotos íntimas”, señala Simona Levi (Turín, 1966). Hay personas que se resignan a esta desidia en su cotidianidad. La directora de teatro y estratega tecnopolítica, en cambio, confía en el poder de la gente para transformarlo todo: “Necesitamos que desde la unidad más pequeña, que es cada persona, hasta las instituciones, podamos controlar directamente nuestros datos y el contenido que generamos”. En su nuevo libro, Digitalización democrática (editado por Rayo Verde) expone la necesidad de recuperar nuestra soberanía digital.

La italiana, establecida en Barcelona desde hace más de 30 años, es fundadora de redes de acción ciudadana como Xnet (Instituto para la Digitalización Democrática) o #15MpaRato, que desembocó en la condena de 65 políticos y banqueros por el caso Bankia. Con este nuevo ensayo, lejos de querer demonizar las tecnologías, propone soluciones como la creación de un correo electrónico y un navegador europeos con código abierto “a favor de las personas, de sus derechos y libertades». El activismo le viene de familia, de la lucha italiana frente al fascismo: es sobrina nieta del superviviente al horror nazi Primo Levi. Y asegura que combatir el fascismo pasa hoy en día por desmonopolizar Internet.

¿Percibe interés por parte de los políticos en hacer de Internet una herramienta más democrática?

Llevo 40 años siendo activista y he aprendido que todo depende siempre de un 10%. Las cosas avanzan porque hay un 10% de la sociedad civil que hace las cosas bien. Y lo mismo en el bando de las instituciones. Hay gente que lo bloquea todo y gente que ayuda. Dependiendo dónde se encuentran en la escala jerárquica, todo es más o menos fácil. En este momento, empieza a haber figuras en el ámbito político que quieren entender todo esto porque entienden el problema de fondo. Se está formando la tormenta perfecta: hay gente en la sociedad civil y en las instituciones que ayudan a catalizar todo esto. 

Internet nació como una herramienta libre, neutral y gratuita por deseo de quienes la crearon. ¿Cómo hemos llegado al contexto actual, en el que sus espacios más utilizados son propiedad de grandes empresas tecnológicas privadas?

Considero que es una dejación de funciones por parte de las instituciones, sobre todo cuando hablamos de servicios esenciales y de la administración. Antes había mucho más software auditable y ellas, las instituciones, han primado y abierto las puertas a las grandes corporaciones. Incluso los tienen en sus consejos asesores, como si fueran los únicos que saben de tecnología. Son las instituciones las que han permitido que la tierra libre de Internet sea ocupada por latifundistas y que nuestra digitalización sea tóxica. Estamos viendo que no son solo corporaciones con intereses económicos, sino que son señoros latifundistas con posiciones ideológicas que aplican a todos los protocolos que utilizan. La responsabilidad de esto es de las instituciones, no de la gente. 

¿El señoro por antonomasia sería Elon Musk?

Sí. Hablamos de estilos de vida y tenemos Google, Amazon, Facebook, Microsoft y Apple… Quizás en el caso de Google y Apple sea algo más corporativo, pero los otros son realmente señoros que dan clases de moral, clases de política, y que aplican no solo una forma de ganar dinero, sino también instrucciones sobre cómo vivir.

Hablemos de los medios de comunicación. Últimamente, para acceder a sus páginas de manera gratuita, en la mayoría de casos, los usuarios deben aceptar las cookies. ¿Puede la gente saber qué datos recopilan y con qué fin?

La cuestión es que no tienes alternativa. Creo que cada día hay más gente que es consciente, pero si las opciones son «acepta o te quedas fuera»… En un capítulo del libro hablamos de la libertad de elección y decimos que la relación contractual está deshumanizada. Ya no es una decisión de dos partes.

La buena noticia es que estamos exigiendo que eso cambie. Y la Ley de Servicios Digitales europea, que ha entrado en vigor este mes de agosto, ya prohíbe eso. También hemos conseguido la interoperabilidad para que puedas llevarte tu trabajo a otras herramientas, que no te puedan obligar a utilizar un software. La gente, durante la pandemia de la COVID-19, se dio cuenta de la importancia de la privacidad y de que podían rastrearte utilizando herramientas digitales. Hago este libro para mostrar los caminos que hay abiertos, los que podemos abrir nosotros y dónde debemos vigilar y exigir a las autoridades que nos den herramientas para tener alternativas. 

Si las instituciones utilizasen herramientas auditables de mayor calidad, herramientas contra la polarización, que no chupen datos, la gente sí tendría donde escoger y supongo que, paulatinamente, dejaría de elegir herramientas que le privan de su soberanía digital.

¿Por qué propone la creación de un correo electrónico y un navegador públicos a nivel europeo?

Necesitamos que las instituciones dejen de digitalizar la sociedad con herramientas que solo sabe cómo funcionan el señoro que las ha inventado, es decir, que cuentan con un código que no podemos ver. Éste nos promete que tiene unos procedimientos y que respeta nuestros derechos, pero luego hay brechas constantes que demuestran que han utilizado nuestra estancia para vigilarnos, para dar nuestros datos a los Estados, para hacer perfiles ideológicos, etc. Para evitar todo esto necesitamos un código que podamos auditar.

Es absurdo que nuestro correo deba pasar por un punto central, que es mayoritariamente el servidor de Google, deberíamos poder comunicarnos sin tener una suprapresencia a la que entregamos toda nuestra comunicación. Y pedimos lo mismo con el navegador porque Firefox [navegador web libre y de código abierto] ha sido prácticamente comprado por Chrome, su competidor, y creo que Europa debería rescatar a Firefox.

Cuando hablo de todo esto, no hablo de la eterna dicotomía entre lo público y lo privado. Esa es una forma de pensar predigital, el digital propone trabajar en red. Cuando hay una inversión para la digitalización, los entes públicos deben hacerla con un código que sea público y que pueda ser mejorado por parte del sector privado, de las comunidades, de los usuarios. Todos pueden hacer su aportación a un código que todos pueden utilizar e incluso rentabilizar. El ejemplo más claro de esto es el de WordPress: su código es completamente libre, pero vive de ofrecer la gestión de páginas web. Más que sobre la privacidad de la materia prima, que es el código, el negocio se debería hacer en el acceso y los servicios alrededor de un código público. 

De hecho, menciona que democracia también significa tener derecho a emprender frente a las grandes empresas tecnológicas que copan el mercado con servicios aparentemente gratuitos.

Sí, porque ofrecen, a cambio de chupar masivamente datos, servicios completamente gratuitos. Es muy irresponsable por parte de nuestras instituciones creer que son gratuitas, no son ONG. Hacen un dumping de precios y además se saltan la licitación pública porque llegan y dicen “te lo hago gratis”. Eso destruye el ecosistema digital, a las pequeñas y medianas empresas y, al final, nos quedará solo vivir del sueldo precarizado del turismo sin ser capaces de aprovechar el gran talento que se está desarrollando en el ámbito digital para tener una cierta autonomía. 

¿Debemos desconfiar de todas las apps y herramientas gratuitas?

No tanto de lo gratuito como del código que no sea visible y de los servidores. Como dice la Open Software Foundation, la nube no existe, es el ordenador de otra persona. Tú debes tener tu nube, una en la que puedas entrar y saber si se ha borrado lo que quieres que no exista nunca más o si aún está ahí. Ahora mismo no tenemos garantías de lo que ocurre en eso que llamamos «la nube».

Últimamente no dejamos de oír hablar sobre inteligencia artificial, un ámbito que asusta a mucha gente porque tampoco se sabe muy bien cómo se va a regular su uso…

Yo estoy segura de que cuando se inventó el fuego también hubo quien dijo que todo iba a arder. Eso de demonizar una tecnología es demencial, esta tecnología está aquí y la tenemos que utilizar para que sea buena para todos en lugar de querer prohibirla. Debemos ver cómo utilizamos estos avances para que estén al servicio de las personas y de la democracia. La IA sirve en muchos ámbitos, como la salud o la información, y es una maravilla.

Hablemos de desinformación, un problema que ya abordó en su primer libro, y que sigue siendo de actualidad. ¿También observa una dejación de funciones en este tema por parte de las autoridades?

Sí. Como explicábamos en el libro #FakeYou, el problema es muy fácil de resolver. En la industria de la desinformación, quien se lucra de la viralización artificial de la información mediante granjas de bots, seguidores comprados, etc., los principales clientes de todo esto, después de los influencers, son los políticos. Son ellos los que deberían regular todo esto y son los últimos que tienen intención de hacerlo. La solución es dividir el problema entre lo que es ‘libre circulación de opinión’ y lo que es el negocio de la desinformación. Cuando existe un lucro o un beneficio a nivel político alrededor de la circulación de la información, esto se debe tratar como un negocio porque hay un intercambio económico. Esto se puede regular, no tratando el contenido de esta información sino el flujo de dinero.

Los bulos que se difunden por grupos de WhatsApp o canales de Telegram corren como la pólvora. ¿Es posible detenerlos?

Sí, porque todos están financiados. Si prohibimos financiarlos no podrán tener este impacto. La asociación contra el odio online de Inglaterra ha calculado que en los disturbios neonazis y fascistas que ha habido en el Reino Unido a raíz del apuñalamiento de unas niñas, los mensajes con gran impacto fueron generados solo por 10 cuentas que generaron 19 millones de euros en publicidad. Si esto estuviese prohibido, otro gallo cantaría.

Parece que combatir al fascismo hoy en día pasa por luchar por una digitalización democrática y por regular ese caos que circula por Internet.

¡Absolutamente! Por eso no paro de escribir y de hacer libros, para intentar acelerar este proceso.

¿Cómo pasa una persona como usted, directora de teatro, entre muchas otras cosas, a ser activista tecnológica?

Tuve una fulguración como Santa Teresa. Vengo de una familia muy activista. Y vengo de ese activismo a la antigua, de hacer muchas asambleas… Cuando en el año 2006 me prohíben un vídeo sobre la especulación y YouTube lo elimina, cosa que entonces era bastante sorprendente, me metí de cabeza en este tema. Vi que los hackers tienen un activismo más sano, no ideológico, sino más práctico. Pienso que Internet es una herramienta maravillosa y que debemos defenderla con todas nuestras fuerzas.