Entre los arreglos florales junto al féretro había uno enviado por el represor condenado a 15 años por desaparición forzada y prófugo, el general Luis Pérez Documet.
Desde Lima
Los tres días de velorio y el entierro del dictador Alberto Fujimori se convirtieron en una operación de lavado de cara de los crímenes de la dictadura. Han sido días de un montaje de alabanzas al personaje que envileció la política peruana, de silencios sobre las violaciones a los derechos humanos y la gran corrupción de su gobierno. Una afrenta a la memoria histórica del país, a la democracia y a las víctimas de la dictadura. Como en los tiempos de la autocracia fujimorista, los grandes medios -con alguna excepción- fueron parte muy activa de esa operación. Otros sectores de la derecha y gremios empresariales, nostálgicos de esos años de dictadura durante la que se arrasó con todos los derechos y se asesinó para su beneficio, lloraron al dictador. Se pretendió usar la muerte de un personaje siniestro condenado por crímenes de lesa humanidad y corrupción para buscar santificarlo, e impulsar un relanzamiento político del nefasto autócrata, al que ahora procuran mantener vivo políticamente.
Fujimori fue enterrado en la tarde de este sábado. Se contrataron buses para trasladar gente al cementerio. Como parte de la operación de lavado de la dictadura, de camino al cementerio el ataúd con el cuerpo del dictador fue llevado a Palacio de Gobierno para un último homenaje oficial del gobierno de Dina Boluarte, que declaró tres días de duelo nacional. El féretro, cubierto con la bandera peruana, entró a Palacio de Gobierno cargado en hombros sobre una alfombra roja, escoltado por la guardia presidencial. Fue recibido en la puerta por la presidenta y todo su gabinete ministerial. También estaba la hermana de Fujimori, Rosa, acusada de corrupción y que estuvo prófuga hasta que sus delitos prescribieron en 2019.
En el cementerio, los hijos de Fujimori, Keiko y Kenji, dieron mensajes políticos de reivindicación del régimen de su padre. Hubo llantos y discursos que fueron una apología a la dictadura. Entre las alabanzas al gobierno fujimorista, Keiko, tres veces derrotada candidata presidencial y cabeza del partido Fuerza Popular con el cual el fujimorismo pretende retomar el poder, dijo que la prisión de su padre había sido “injusta”, desconociendo las contundentes pruebas con las que fue condenado por la Corte Suprema. Kenji lanzó, a modo de amenazante arenga política: “El Chino jamás va a morir. Se lo digo a los adversarios de mi padre”. Mientras el ataúd bajaba a tierra, se escuchaba la canción “El ritmo del Chino”, que sonó en la campaña del año 2000 que Fujimori ganó con fraude.
Arreglos florales
Entre los arreglos florales que estuvieron colocados junto al féretro, había uno enviado por el represor condenado a 15 años por desaparición forzada y prófugo, el general Luis Pérez Documet. Expresión de la admiración y agradecimiento de los represores al dictador fallecido. Fujimori fue condenado, entre otros delitos, por las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta, en las que fueron asesinadas 25 personas, incluyendo un niño de ocho años. En 2001 un fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el caso Barrios Altos declaró que se trataba de un crimen de lesa humanidad y que estos casos de graves violaciones a los derechos humanos no prescribían. Este fallo ha permitido juzgar y condenar no solo a Fujimori, sino también a otros responsables de crímenes de lesa humanidad, incluidos los represores argentinos. Y posibilita que otros violadores de los derechos humanos sean llevados ante los tribunales.
En diálogo con Página/12, Gisela Ortiz, hermana de uno de los estudiantes de La Cantuta asesinados por el régimen fujimorista, señaló que para los familiares de las víctimas de la dictadura “la muerte de Fujimori, más allá de la impunidad en la que ha muerto, sin cumplir su condena y sin pagar la reparación civil al Estado, nos da tranquilidad porque se acabará de alguna manera esta expectativa dolorosa de ver las formas que usaban para evadir la justicia, qué nuevas mentiras contaban, que nos hacían daño y nos causaban más dolor”. Calificó como “indignante y vergonzoso” que el gobierno le haya rendido homenaje. “Todas las instituciones del Estado -cuestionó Ortiz- han traicionado su función democrática dándole estos homenajes. Se va generando una narrativa de normalización del delito como una práctica política y de un pacto con la impunidad. Hay una complacencia con los crímenes del gobierno de Fujimori. En esto los medios de comunicación masiva están teniendo un rol nefasto. La candidatura de Keiko ha sido sostenida por grandes empresarios, ahí también está la explicación de que los dueños del Perú expresen condolencias a la familia Fujimori. En el ámbito político espero que con la muerte de Fujimori gran parte de ese legado delincuencial, mafioso, criminal, se termine. Espero que un Fujimori ausente, sin fotos en los medios de comunicación, sin presencia en las redes sociales, sin opinar de política, desaparezca”.
Maquillaje
En opinión de Indira Huilca, socióloga y excongresista de izquierda, “es muy evidente el intento de usar el fallecimiento de Fujimori, que es un evento inevitable para cualquier persona, para maquillar, o borrar de plano, lo que han sido hechos muy graves de la dictadura de este personaje, pero no esperaban que su insistencia en negar la historia, en encubrir la trayectoria de Fujimori como un dictador y sentenciado por la Justicia, lo que ha hecho es aflorar la memoria y el recuerdo de lo que fue la dictadura y el rol de esa dictadura como espacio orientador del fujimorismo actual, algo que se ha notado en las redes sociales. La sensación que deja lo ocurrido estos días es que el proyecto político de la derecha está fundamentado en el negacionismo de la historia y la reivindicación de delitos como las violaciones a los derechos humanos”.
Sobre el efecto político de la muerte de Fujimori, Huilca, hija de un importante dirigente sindical asesinado por la dictadura fujimorista, le declaró a este diario: “Ahora Keiko es la única que queda al frente del aparato fujimorista, pero eso no implica necesariamente que reúna un consenso con figuras históricas del fujimorismo más cercanas a Alberto Fujimori, entre las que pueden darse deserciones hacia otros partidos de la derecha. Le va costar a Keiko tener un liderazgo consolidado en el conjunto de la derecha con la ausencia de Alberto Fujimori, que era incuestionable dentro de la derecha, lo que no ocurre con Keiko. La muerte de Fujimori puede operar en el sentido de una mayor fragmentación en la derecha, que tiene diversos partidos y posibles candidatos”.
Para el sociólogo y analista político Alberto Adrianzén, la muerte de Fujimori es un duro golpe a las aspiraciones políticas del fujimorismo. “Me inclino a pensar que el fujimorismo va a entrar a un proceso de decadencia”, le declaró a Página/12. “El apoyo al fujimorismo -precisó- es por Alberto Fujimori, gente que dice que hizo obras, pero muerto Fujimori eso se acabó. Keiko nunca ha tenido el nivel de popularidad que pudo haber tenido su padre. Con Fujimori muerto, Keiko depende de ella misma, antes tenía a su padre que aunque estuviera preso estaba vivo, ahora ya no puede echar mano a él, va a depender de su propio comportamiento, tácticas, estrategias, y creo que va a sufrir. Cuando actuó sola a partir de 2016 para construir su propio liderazgo cometió gravísimos errores, se volvió muy impopular, y después de tener una amplia mayoría en el Congreso con 74 legisladores, en 2021 solo consiguió 24 congresistas. Ahora Keiko tiene que construir su propia hegemonía, lo que hasta ahora no ha logrado. Fujimori vivo podría haber unido a la derecha que está dividida, pero Keiko no. Ahora se han unido todos detrás de la figura de un muerto, pero eso no va a durar. Se van a pelar la herencia de Fujimori”.
“Keiko Fujimori -señaló Adrianzén- no tiene asegurado el apoyo de los que son fujimoristas por su padre, pero lo que sí tiene asegurado es el rechazo del antifujimorismo”.