Por fortuna, yo no pasé penurias, pero conocí la importancia de la solidaridad y la necesidad de seguir adelante sin dramatismo ni ñoñería, día a día, tarea a tarea. No es valentía, es lo que yo llamo determinación de clase», escribe Christine Lewis Carroll.
El mundo que hemos construido en Occidente, por desgracia cada vez más globalizado, no sabe o no quiere gestionar la enfermedad y mucho menos la muerte. Debemos estar sanos para producir más y sobre todo pensar poco. Pero es que, además, la frivolidad más absoluta impera. Si te encuentras deprimido, sólo tienes que ir a comprar a Carrefour y te pondrás a bailar. Si te duele la rodilla, te aplicas Flogoprofen y te pondrás a bailar. Cuando se trata de la muerte –ajena o propia– y no eres creyente, más te vale hacer acopio de ingenio, honestidad y hasta sentido del humor. Cuando un primo mío fue a visitar a nuestro tío en su lecho de muerte, éste le espetó que debía de estar muy malito si mi primo se había ido a despedirse.
Mi amiga Isabel me dijo en la primavera de este año que como me gusta escribir, que por qué no lo hacía sobre mi experiencia con el cáncer. Le contesté rotundamente que lo único que me apetecía entonces, y seguramente después, era hacerle una peineta y mandarlo a la mierda.
Sin embargo, escribir ayuda a sacar las preocupaciones de la cabeza y cambiar de opinión es muy sano.
Durante toda mi vida, mis médicos me han comentado que mis analíticas han sido de libro, he hecho siempre ejercicio, he huido del estrés, he cuidado mi alimentación. Creo firmemente que la clave reside en la alimentación. Comemos y respiramos mierda, lo he dicho siempre: la agricultura industrial con pesticidas y fertilizantes tóxicos; las autoridades sanitarias (in)competentes que permiten el uso de conservantes y aditivos para prolongar la vida de los alimentos; los cambios en las costumbres de dónde compran y cómo se alimentan las familias; los animales que comemos llenos de antibióticos; el adoctrinamiento de que fumar es malo, pero se hace muy poco para bajar la contaminación en las ciudades.
Aun respetando las convicciones y elecciones de cada uno, nunca he estado de acuerdo con los maratones y marchas para recaudar fondos para la investigación contra el cáncer, los lazos y pañuelos de color rosa o la afirmación generalizada de que la actitud es lo más importante para curar el cáncer. Sólo la investigación y un fuerte sistema de salud pueden curar el cáncer, y una actitud positiva sirve para luchar contra la enfermedad y para que las personas que te acompañan en el proceso puedan identificar tus necesidades.
He defendido toda mi vida lo público, lo colectivo, lo común en la educación, en la banca, en el transporte, cómo no en la investigación médica o la sanidad. Los métodos sutiles y rastreros del capitalismo como las «iniciativas público-privadas» han permeado el discurso dominante hasta normalizarse. Pero cuando la investigación de las grandes farmacéuticas, por ejemplo en la forma de un ensayo clínico, se te presenta como la mejor opción para tratarte, no te queda más remedio que recoger velas y aceptar.
La maquinaria gripa cuando le falta aceite o le sobra arenilla. Hablemos de la arenilla que desde siempre me ha impulsado a buscar los recursos precisos para combatir los reveses de la vida, aun sin darme cuenta.
Nací en un pueblo al norte de Manchester (Reino Unido) y tenemos una expresión que nos gustaría pensar que nos define. La expresión es Northern grit. La traducción literal de grit es arenilla y el significado en este contexto sería coraje, valor, tesón. Es decir, nos podría identificar a la gente del norte cierta fuerza de carácter. Pero, para mí, esta frase surge de los valores que te proporciona haber nacido en una clase social, la trabajadora, en la que la lucha contra la adversidad es la moneda de cambio cotidiana. Por fortuna, yo no pasé penurias, pero conocí la importancia de la solidaridad y la necesidad de seguir adelante sin dramatismo ni ñoñería, día a día, tarea a tarea. No es valentía, es lo que yo llamo determinación de clase.
No sé cómo va a seguir mi lucha contra el cáncer; sí sé que mi familia es mi tesoro y sostén, y mi red de amigos una verdadera multitud de guerreros dispuestos a todo. Sabéis quienes sois.
Hasta pronto.