Beatriz Cortázar conversa con Cristina Almeida, que relata sus meses de calvario: "He tenido algún día de bajón y lágrimas"
- La abogada y ex diputada, de 80 años, lleva meses hospitalizada tras una delicada operación de espalda pero tiene ganas de volver a disfrutar
- "Tuve dos maridos: el primero nada más casarnos me dijo que había encontrado otra y le dije que se fuera con ella porque no tengo ese sentimiento de posesión"
- "He sido feliz y he hecho todo lo que quería: incluso en los momentos más duros, cuando los asesinatos de Atocha"
En su silla de ruedas y con una sonrisa que no le cabe en la cara es como me recibe Cristina Almeida (Badajoz, 24 de julio de 1944), en una de las zonas ajardinadas de la Fundación San José de Madrid. Lleva más de cinco meses sufriendo en silencio las complicaciones de una delicada operación de espalda pero es fuerte y dura como una roca a pesar del dolor y de haber celebrado su 80 cumpleaños este verano en una habitación del hospital Ramón y Cajal.
Ahora que cumple su primera semana de rehabilitación en San José, quedamos para conocer lo que ha pasado en este tiempo que ha preferido vivir de una manera discreta y únicamente acompañada por sus hermanos y sus amigos más íntimos, así como la cuidadora que se ha convertido en su mejor sostén para soportar este revés de la vida.
Como todas las historias, la de Cristina tiene su principio y un final que no tardará en resolverse y qué mejor que su propio testimonio para saber lo que ha vivido. Genio y figura cuando le comento si quiere algún caprichito para nuestra cita, solo me pide un poco de queso semicurado: "Así luego me hago un aperitivo cuando me apetezca". Pues con el queso, un café con leche y un poco de pan, me cuenta lo que pasó cuando regresaba a su casa después de haber estado en un acto allá por finales de abril.
Vayamos al principio porque ha sido una auténtica sorpresa leer en nuestro chat de las "Amigas y conocidas" que estaba en un centro de rehabilitación para poder volver a caminar.
C.A: De nuestro grupo la única que sabía todo era Inés Ballester porque siempre estamos en contacto, pero yo no he querido comentarlo porque en ese momento prefería no tener visitas. Todo empezó a la salida de un acto en Alcalá de Henares con el ministro de Cultura. Ya ese día acudí con un andador porque estaba notando debilidad en las piernas. Al volver a casa con dos amigas me caí en la calle. Luego me volví a caer dos veces más en casa y tuve que llamar a la policía e ingresar en el Ramón y Cajal porque entendí que así no podía seguir. Ese hospital siempre ha sido mi centro de referencia desde que se creó y me correspondía incluso por mi casa de Arturo Soria. El traumatólogo me diagnosticó una estenosis del canal que necesitaba operar. Al abrir descubrieron también una hernia que no aparecía en las pruebas. Tras la intervención me recuperé bien, comencé a caminar y me dieron el alta. Duré un día en casa de mi hermana porque a las 24 horas tenía mucha fiebre y me ingresaron con infección, algo que entra en las probabilidades en este tipo de cirugía. He permanecido casi cinco meses en el Ramón y Cajal hasta hace una semana que me han trasladado a la Fundación San José. Han sido muchas curas, anestesias, mucha medicación… Evidentemente con todos esos meses sin caminar había perdido mi musculatura y no podía andar. En menos de una semana ya me he puesto de pie y estoy muy contenta. Este lugar es enorme y hay muchos pabellones para diferentes dolencias pero disfruto mucho de los jardines.
P: Una mujer con su actividad, ¿cómo aprende a gestionar estos baches de la vida?
C.A: Aprendes que hay que saber parar. Mi conclusión es que he dado todo lo que he podido en la vida pero sin espíritu de sacrificio sino de forma voluntaria, porque han sido vivencias estupendas. Por eso no hay arrepentimiento pero soy consciente de que ahora ya no puedo aportar lo que necesita la gente y he decidido parar y dedicarme a mí.
¿Tiene la sensación de que ha sacrificado mucho de su vida?
C.A: Si tuviera que decir lo que he sacrificado seguramente sea mi salud porque no me he cuidado mucho. Pero te aseguro que he sido feliz y he hecho todo lo que quería: incluso en los momentos más duros, cuando los asesinatos de Atocha. En ese momento sabíamos que nos podía pasar algo pero no que nos mataran. Yo no estaba ese día porque me encontraba en Chile haciendo un trabajo sobre mujeres desaparecidas y niños robados en plena época de Pinochet y tenía que llamar a diario al despacho porque el miedo era por si a mí me pasaba algo y no que asesinaran a mis compañeros en el despacho. Son momentos durísimos que hemos podido superar por la solidaridad y la amistad que teníamos todos.
P: ¿Por qué no ha querido contar lo que le estaba pasando?
C.A: Si lo decía se iba a llenar el hospital de amigas pero necesitaba estar sola para cuidarme. No tenía ni el teléfono por no oír todos los mensajes que llegaban. Ahora ya lo he abierto y empiezo a usarlo con normalidad.
P: ¿Ha llorado mucho estos meses?
C.A: He tenido algún día de bajón y lágrimas. Soy humana. Que me vean valiente con otras luchas no tiene nada que ver con el dolor. Reconozco que no lo soporto y por eso he sufrido mucho.
P: Todos tenemos unos límites…
C.A: Precisamente por eso sabía que sola no iba a hacer la rehabilitación. Conozco mis limitaciones como también sé lo que necesito cuando estoy mala.
P: ¿Le molesta pensar que puede ser una carga?
C.A: De cara a mis hermanos prefiero tener una cuidadora profesional que me asiste porque no quiero que mi familia se sienta obligada. Que vengan cuando les apetezca pero sin obligaciones.
P: ¿Qué es lo que más desea cuando se restablezca?
C.A: Lo que más me ilusiona es tener fuerzas en las piernas para volver a conducir y poder vivir sola en mi casa. También quiero viajar, ir a Galicia a tomarme unos percebes, pasar unos días en un balneario, conocer otros sitios… Los 80 los cumplí en el Ramón y Cajal el pasado 24 de julio, el día de Santa Cristina, que gracias a nacer ese día no me pusieron Esperanza, que era lo que tocaba en mi familia, pero tengo esa celebración pendiente.
P: ¿Echa de menos la vida profesional?
C.A: A mis 80 creo que he cumplido. Suelen ser los hombres los que no pueden hacer otra cosa que trabajar. Tengo mi vida, mi dinero y no necesito más. Acabo de vender mi chalet de Arturo Soria y ahora vivo de alquiler cerca de mi hermana. No echo de menos las teles ni el trabajo.
He tenido dos maridos y con el segundo me llevo muy bien"
P: ¿Quiere volver a su casa de Ibiza?
C.A: Eso sí que tengo ganas. En cuanto pueda iré a mi casa porque ahí estoy sola totalmente y puedo hacer lo que quiera y sentirme totalmente libre porque no hay nadie y da igual que sea pleno agosto porque estoy en una zona muy retirada.
P: Reivindica mucho la soledad.
C.A: La soledad me enriquece y me da parte de mi vida. Por eso me gusta vivir sola. He tenido dos maridos y con el segundo me llevo muy bien, suele venir a verme e incluso ayudarme en mi nueva casa porque es muy manitas.
P: Cuando la vida nos da un toque duro como el que ha vivido se aprenden otras cosas.
C.A: En estos momentos no te vale de nada tu fuerza vital porque te duele el cuerpo y el alma. Pero no me gusta dar tristeza ni pena. Entre otras cosas porque mi invalidez es temporal y tengo una vida muy rica por lo que solo espero recuperar algo de fuerza para seguir disfrutándola.
P: ¿Cree que el amor de pareja está sobrevalorado?
C.A: Por supuesto. Tuve dos maridos: el primero nada más casarnos me dijo que había encontrado otra y le dije que se fuera con ella porque no tengo ese sentimiento de posesión. Pero cada vez siento más que la soledad es la conquista. A los 80 el amor tiene que ser una amistad y complicidad, por eso nunca he renunciado a ese sentimiento pero con los años también ves que es mejor estar sola.
P: ¿Le apetece seguir hablando de política?
C.A: Para mí la política ha sido un compromiso que tengo de por vida. Soy abogada de profesión y piensa que no tengo partido porque me han expulsado de todos, pero nunca he perdido ese compromiso porque es parte de mi esencia. Evidentemente, ahora lo vivo de otra manera.