Jorge Ricardo Masetti es el autor del libro “Los que luchan y los que lloran”, testimonio de la experiencia vivida por el periodista durante la realización de las entrevistas a Fidel Castro y al Che en Sierra Maestra. También es el fundador de la agencia cubana de noticias Prensa Latina y el ser que migró de periodista a rebelde integral creando el Ejército Guerrillero del Pueblo en Salta.
Datos iniciales
Jorge Masetti nació en la calle Levalle de la ciudad de Avellaneda, provincia de Buenos Aires, el 31 de mayo de 1929. Era un muchacho de familia típica: clase media argentina sin muchas pretensiones, mantenida por el padre según dictaba el rol/norma de la época, con un empleo de inspector municipal. A los 18 años cantaba tangos en una orquesta típica, a los 21 publicaba cuentos y a los 24 editaba una revista. Todas estas actividades entrelazadas con trabajos en Canal 7 y en Radio El Mundo. En su vida personal, sin embargo, parecía un hombre más tradicional: se casó con Dorita Jury, su primera novia, y todos los domingos iban juntos a misa de once.
En 1958 se encendió en su mente la idea de lograr un reportaje al Che y a Fidel Castro, aún guerrilleros que intentaban derrocar el régimen del dictador cubano Fulgencio Batista. Logró que El Mundo le suministrara el dinero necesario y obtuvo lo que parecía impensable: Viajar a Cuba. Hasta ese momento, Masetti no militaba en ningún partido político ni profesaba alguna simpatía por las organizaciones y partidos de izquierda. Más aún, cuando se despidió en Ezeiza de su hermano Reinaldo, le dijo: “Sé que Batista es lo peor. Pero hay que ver si los otros no son comunistas”.
La entrevista le cambió la vida para siempre, una vida breve pero intensa: se convirtió en una especie de héroe del periodismo progresista latinoamericano de finales de los años 50 del siglo pasado. Y él se enamoró de Cuba. Del Che. De la Revolución. Escribió un libro, “Los que luchan y los que lloran”, donde lo dejó todo claro: Los combatientes eran los cubanos; los llorones, los argentinos que no nos animábamos a pelear por un país mejor.
Apuntes del contraolvido
Existen dos Cubas: la creada para la exportación y la auténtica, la que pugna por ser integralmente una república.
La primera, convierte el drama en pintoresquismo caribe, con sargentos ascendidos a generales y presidentes fantásticamente ricos que viven en el exilio fomentando revoluciones. La Cuba que escribe Habana con v, para mejor identificación por los extranjeros que van a bailar la rumba, y que sólo tiene voz de maracas y bongó. La Cuba de los carteles de compañías aéreas con bailarines color habano danzando semidesnudos alrededor de una palmera. La Cuba que sólo se concibe libre, mezclada con Coca-Cola y con clima tropical acondicionado para turistas que hablan inglés.
Y existe la otra Cuba: la que logró a fuerza de actos heroicos y escándalo sobre cadáveres destrozados, saltar la muralla de bolsas de azúcar y mostrar al mundo entero que las estridencias del cha cha cha no lograban tapar sus gritos de indignación. Que la isla de Martí era ocupada por un pueblo que luchaba violenta y tenazmente por recuperar lo que había ganado al ganar su independencia. Que había logrado que su revolución no fuera una revolución más en el Caribe, sino que se convirtiese en el símbolo de lo que puede la voluntad de ser libre, sobre la maquinaria opresora de una dictadura.
No obstante, había que averiguar qué se escondía, si algo se escondía, detrás de ese formidable movimiento.
Contra todas las previsiones, a pesar de las violentas represiones, superando el terror sembrado con prodigalidad de asesino millonario, la revolución cubana no podía ser sofocada y archivada. Los hombres, encabezados por Fidel Castro, se habían mantenido demasiado tiempo en el campo de batalla y la publicidad que había logrado su lucha era lo suficientemente profusa, como para despertar sospechas.
Confieso que salí de Buenos Aires llenos de dudas. Mi opinión sobre Batista estaba formada, por supuesto. Pero había que averiguar quiénes eran los que trataban de voltearlo y a qué intereses respondían.
La única forma de saberlo, de despejar los interrogantes que siempre dejaban abiertos los cables de las agencias noticiosas, de conocer si realmente la causa del Movimiento 26 de Julio merecía la adhesión de quienes querían la libertad en Latinoamérica, era ir hasta Fidel Castro y plantearle claramente las preguntas que nos hacíamos aquí.
Los argentinos queríamos saber quién era el hombre que encabezaba la revolución en Cuba, qué era el movimiento 26 de Julio, qué aspiraciones tenía y quién lo financiaba. Queríamos saber si las balas que se disparaban contra Batista eran pagadas en dólares o en rublos o en libras esterlinas. O si se daba en Latinoamérica la desconcertante excepción de que una revolución en marcha hacia el triunfo no fuese financiada por el propio pueblo.
J.R.M.
Este texto constituye el prefacio que Jorge Ricardo Masetti – sus iniciales al término del texto dan cuenta de la autoría – escribió para su libro.
l texto es escrito luego de una profunda vivencia experimentada por Masetti en su viaje a Cuba. El objetivo de este viaje será, como puntualiza Rodolfo Walsh en el prólogo al libro, desmesurado. Desmesurado por falta de contactos, por recursos escasos. Un objetivo excesivo para un reportero de Radio El Mundo. Un objetivo que contiene en sí el germen de la sospecha. Un periodista que, ante el discurso convergente de todas las agencias de noticias, duda, quiere componer su propio cuadro de situación, quiere ser testigo de un proceso de gran trascendencia para el Sur de América y el Caribe. Masetti es periodista y sabe que la mejor manera de despejar las dudas sobre lo que ocurre en ese país del Caribe es convirtiéndose en un observador activo del proceso revolucionario desarrollado en Cuba. Masetti desea investigar, develar qué es lo que realmente ocurre, pero al mismo tiempo tiene preconceptos, prejuicios, un bagaje de opinión formado por el flujo de información desplegado por los cables de las agencias de noticias, y, también, por un contexto político en el ámbito nacional de alta conflictividad social: el gobierno electo de Frondizi impondrá en 1958 el plan represivo CONINTES (Conmoción Interna del Estado) cuyo objetivo era poner fin a una serie de protestas laborales haciendo uso de la represión estatal, otorgándole, a su vez, «una amplia jurisdicción a las Fuerzas Armadas en la lucha contra los disturbios internos». Otro ejemplo como dato: La revista Mayoría, que reivindicaba al peronismo desde el nacionalismo y que había resistido la llamada Revolución Libertadora, llegó a su fin con el gobierno de Frondizi cuando informó sobre la guerrilla del comandante Uturunco en el norte de la Argentina (El Ejército de Liberación Nacional-Movimiento Peronista de Liberación, conocido popularmente como Uturuncos, fue la primera guerrilla del siglo XX en Argentina, formada con el propósito de conseguir el regreso de Juan Domingo Perón de su exilio, tras haber sido derrocado en 1955 por la Revolución Libertadora)
Masetti sospecha, pero sin embargo escribe: «… había que averiguar qué se escondía, si algo se escondía, detrás de ese formidable movimiento… Mi opinión sobre Batista estaba formada, por supuesto. Pero había que averiguar quiénes eran los que trataban de voltearlo y a qué intereses respondían… La única manera de saberlo, de despejar los interrogantes… era ir hasta Fidel Castro y plantearle claramente las preguntas que nos hacíamos aquí…«
En el capítulo VII de su libro se encuentra expresada la intención del porqué del viaje de Masetti a Cuba:
“- ¿Y cómo se te ocurrió venir hasta aquí, a reportear a Fidel? (Pregunta del capitán Paco).
– Existe, con respecto a la revolución cubana, un gran misterio – les dije – que aún no ha sido develado. Un gran misterio guardado celosamente por las agencias informativas y por los grandes diarios que se nutren con sus noticias. Y así, mientras toda Latinoamérica odia a Batista, no se decide a apoyar a Fidel Castro, porque no saben quién es, qué quiere, ni quién lo apoya. Y porque no sabe quiénes son ustedes.
Les conté que algunos consideraban a la revolución cubana instrumento de Estados Unidos – lo que recibieron con el asombro con que hubiesen asistido al parto de una mula – y al ejército de Fidel Castro, integrado por jóvenes pudientes que jugaban a la guerra. Les dije que era habitual leer en los diarios la noticia de que “los rebeldes cubanos volaron un tren de pasajeros” sin aclarar si el tren de pasajeros estaba ocupado o no, o si ese “tren de pasajeros” era utilizado para el transporte de tropas. Noticias de ese tipo – insistí – daban la impresión de que Fidel Castro no era otra cosa que un asesino terrorista…”.
Así, la sospecha y la duda lanzan a Masetti hacia un profundo proceso de transformación personal. De la inquietud periodística a la construcción de una nueva experiencia de vida que será definitiva. Después de haber entrevistado a Fidel Castro y al Che Guevara en Sierra Maestra, y de haber experimentado el desarrollo y los avatares de la revolución cubana – fruto de estos acontecimientos es su reportaje-libro, en palabras de Walsh: “la mayor hazaña en la historia del periodismo individual”– Masetti ya no será aquel reportero de Radio El Mundo.
En el capítulo XV del libro, Masetti escribe:
“Un día más que me hubiese quedado y mis reportajes habrían tenido que esperar un tiempo bastante prolongado antes de llegar a Buenos Aires. No obstante, lamenté no estar presente en las que creí serían acciones en gran escala. Afortunadamente, no tuve que arrepentirme, porque el ataque que los batistianos habían preparado durante meses y para el que habían adiestrado oficiales en los Estados Unidos, duró cuatro días, en los que sufrieron los reveses más severos que habían tenido hasta entonces.
La gente de Bayamo me recibió con la cordialidad de las dos ocasiones anteriores y con la misma eficiencia, organizaron el traslado a Santiago de Cuba. Esa noche, con mi portafolio lleno de libros y mi identificación italiana, tomé el avión de las doce rumbo a la Habana. Algunas de las mujeres que viajaban en la misma máquina, llevaban ocultas mis cintas grabadas.
Estaba sentado en el avión que ya carreteaba rumbo a Buenos Aires. (…) Me ajusté el cinturón de seguridad, sin dejar de apretar contra mí el impermeable en cuyo bolsillo, había deslizado en el último segundo, las cintas grabadas y las películas fotográficas. Por la ventana del avión me parecía ver todavía, las caras asombradas de los que me habían acompañado en el intento, teniendo la absoluta seguridad de que fracasaría. (…)
La Habana se fue quedando abajo, atrás, pequeña, con sus rascacielos y su cimbreante malecón. Creí que una vez fuera de ella, sin policías secretos, ni chivatos ni agentes del FBI debajo de las alfombras, me sentiría alegre, satisfecho. Pero no era así. Me encontré dentro de mí con una extraña, indefinible sensación de que desertaba…
La máquina había dejado de trepar y un cartel me indicó que podía quitarme el cinturón de seguridad y fumar. Apreté con fuerza un tabaco entre los dientes. Debajo, seguía desdibujándose Cuba, en el verde fuerte de la cordillera de la Maestra. Ahí quedaba el ejército de niños hombres que celebraba a gritos y carcajadas la llegada de un fusil o una ametralladora; Cayo Espino con su chico muerto y sus casas agujereadas; El Dorado, con Guillermo revolcándose en el suelo calculando la última bala; los aviones plateados que en giros hermosos regaban metralla; el Che Guevara con su pipa mezclada en la eterna sonrisa; Fidel Castro con su cuerpo enorme y su voz de niño afónico…
Y volví a encontrar dentro de mí una extraña, indefinible sensación de que desertaba, de que retornaba al mundo de los que lloran…”
De 1959 a 1964 Masetti vivirá para la Revolución Cubana. Hacia fines de 1959 fundará Prensa Latina, la agencia de noticias de la revolución, la cual gracias al esfuerzo de Masetti estará presente, a través de sus filiales, en todo el mundo. En 1961 renuncia a Prensa Latina para ir tomando un rol de mayor relevancia en lo que hace a su formación como revolucionario. Se combate en Playa Girón y ahí está Masetti. Se combate en Argelia, y hacia allí parte Masetti. Estos sucesos van modelando el espíritu de su última aventura: la instalación del foco guerrillero en Salta como instancia previa para el desarrollo de la revolución en la Argentina. Así, en el año 1964 reaparece Masetti al frente del Ejército Guerrillero del Pueblo, acompañado por un pequeño grupo de guerrilleros que lo conocen sólo por su nombre de guerra: Comandante Segundo.
Un documento histórico
En un documento histórico elaborado en aquellos años por la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA) que la Comisión Provincial por la Memoria dio a conocer, se informa que “la mayor parte de las informaciones suministradas, con referencia a la organización general de guerrillas en la zona de Santa Rosa, fueron proporcionadas por confidentes de Coordinación Federal, infiltrados en la misma”.
A través de la infiltración de agentes de Coordinación Federal se producen detenciones que arrojan la información necesaria para reconstruir el funcionamiento integral del foco guerrillero bajo las órdenes del Comandante Segundo, compuesto por un campamento de formación y selección (campamento de ABAJO) y otro que constituía la base operativa del grupo guerrillero bajo las órdenes del Comandante Segundo (el campamento de ARRIBA)
En el mismo informe, los agentes infiltrados recomiendan que “sería conveniente eliminar el campamento de arriba” y se consigna que Gendarmería Nacional tiene resuelto realizar una operación de barrido de la zona, con todos los efectivos de la 7ma. Agrupación.
El barrido de la zona se cumple aniquilando lo que quedaba del Ejército Guerrillero del Pueblo, previamente diezmado por la infiltración, las detenciones y los pocos enfrentamientos a través de los cuales se siguen produciendo detenciones.
Coda
Jorge Ricardo Masetti se perderá para siempre, y sin dejar rastro alguno, en la selva salteña. Existe el dato sobre el estado físico de Masetti antes de desaparecer: No podía caminar y sus compañeros lo dejan en una cueva en compañía de Atilio Altamira. Los cuerpos de ambos nunca aparecerán. Así lo escribe la magistral prosa de Rodolfo Walsh en el prólogo a Los que luchan y los que lloran: “Masetti no aparece nunca. Se ha disuelto en la selva, en la lluvia, en el tiempo. En algún lugar desconocido el cadáver del comandante Segundo empuña un fusil herrumbrado”.
Al momento de su desaparición tenía 34 años y el dato último dice que había nacido en Avellaneda.
Para finalizar, cabe agregar que el libro de Masetti Los que luchan y los que lloran, marca la elaboración de un proceso de cambio en el cual la investigación periodística – reportajes que, a través de una poética narrativa, irán hilvanando los testimonios para convertirlos en descripciones agudas y emotivas de los hechos – influirá en la subjetividad del autor hasta transformarlo por completo en un revolucionario. Rodolfo Walsh dirá que Masetti era desde luego, un rebelde integral. Y para ratificar las palabras de Walsh, allí está su obra, su libro – vida y obra entrelazadas – junto a su postura ética frente a la vida: Están los que luchan y los que lloran.
Jorge Ricardo Masetti se encuentra entre los que luchan, entre los imprescindibles.
Avellaneda, 27 de septiembre de 2024.
*Periodista. Docente en UNDAV.