TAREQ BACONI // Algunos analistas han calificado la jugada de Hamás [el ataque del 7 de octubre de 2023] de suicida, por la reacción de Israel, o de irresponsable, por el enorme número de muertos que ha provocado entre los propios palestinos. Para juzgarlo, es necesario analizar las opciones que tenía Hamás en ese momento. No cabe duda de que el ataque en sí fue una ruptura crucial. Desde una perspectiva estrictamente militar y estratégica, Hamás habría podido mantener indefinidamente su equilibrio con Israel y haber seguido oprimido por el bloqueo. Al publicar en 2017 sus estatutos revisados, Hamás estaba explorando opciones para un mayor compromiso político (…), incluida la aceptación de un Estado palestino en las fronteras de 1967. Nadie, ni en Israel ni a nivel internacional, quiso cuestionar el bloqueo, ni siquiera cuando surgieron protestas populares en su contra, como la Gran Marcha del Retorno, y nadie se esforzó lo más mínimo en reaccionar a los cambios en la postura de Hamás. Para muchos palestinos de Gaza, el confinamiento era como una muerte lenta, y los actores israelíes, regionales e internacionales asumieron que los palestinos habían sido derrotados, incapaces de revertir de una forma radical la estructura del apartheid israelí.
Visto así, lo que podría considerarse suicida es el sometimiento de Hamás al dominio israelí. El hecho de que Hamás decidiese alterar esta estructura de dominio sugiere que estaba actuando de forma estratégica y que está jugando a largo plazo. El movimiento hizo añicos de forma irreversible la falsa sensación de seguridad en la que se habían envuelto los israelíes y sus inútiles esfuerzos por presentar a Israel como invencible e impenetrable. (…) La ruptura se convierte en un espacio en el que pueden florecer alternativas, mientras que antes la única certeza era que la opresión palestina iba a continuar.
Precisamente eso resulta esencial para Israel, y por ello, desde su punto de vista, la única forma de sobrevivir al golpe es diezmar a Hamás y establecer de nuevo la disuasión para que nunca jamás vuelva a ocurrir algo como la operación Inundación de Al-Aqsa, todo ello con apoyo de sus aliados occidentales. El primer ministro, Benjamin Netanyahu, ha exigido una «victoria total» e insiste en que Hamás será desmantelada; el ministro de Defensa, Yoav Gallant, ha dicho que Israel «borrará a Hamás de la faz de la Tierra». Israel nunca conseguirá este objetivo, de hecho, ya está fracasando. Como en cualquier lucha asimétrica, con no perder, los guerrilleros ya salen victoriosos, mientras que un ejército convencional pierde cuando no logra sus objetivos globales. Y el objetivo de diezmar a Hamás como movimiento es tan vago como inalcanzable
La ocupación normalizada
El análisis que hace Occidente del movimiento y de la lógica detrás del 7 de octubre y su estela no contempla esta lectura estratégica y militar de Hamás. La deshumanización de los palestinos es omnipresente en Occidente, y sus dirigentes se hacen eco de ella sin cuestionarla. Eso determina que cualquier intento de desafiar el sistema de dominación israelí provoque perplejidad y sea condenado. Desde esta perspectiva, Hamás actúa de forma irracional, el movimiento utiliza a su antojo a los palestinos de Gaza como escudos humanos y el sistema establecido era perfectamente sostenible. Estas reacciones entroncan con una tendencia generalizada a la hipocresía y el racismo, que normaliza la ocupación y la matanza diaria de palestinos y solo reacciona cuando la violencia se dirige contra los judíos israelíes. Se trata de una lectura que priva de capacidad de acción a los actores palestinos que intentan derrocar un régimen empeñado en hacerlos desaparecer. Es también una lectura que no se enfrenta a la violencia y a la compleja ética de la resistencia anticolonial y que tacha de inaceptable cualquier forma de movilización palestina, sea pacífica o no.
Aun así, la acción de Hamás y el subsiguiente genocidio han planteado cuestiones importantes para los palestinos en relación con Hamás, Gaza y el futuro de su lucha. A muchos palestinos, por ejemplo, les preocupa que la ofensiva de Hamás sea el comienzo de otra crisis existencial. No hay que restar importancia a la inminente posibilidad de una limpieza étnica. (…)
Dado que (…) era de esperar que la ofensiva desatase la furia israelí, muchos argumentan que Hamás debería haber estado preparado para la violencia y haber planificado en consecuencia. Este hilo de pensamiento dice algo así como: «Vale, la ofensiva de Hamás era estratégica para acabar con la estructura de apartheid, pero ¿con qué fin? ¿Qué pasa ahora con los palestinos?». Pasarán años antes de que los palestinos puedan valorar si los cálculos de Hamás merecieron la pena. (…)
El cuestionable plan de Hamás
También es pertinente debatir si los dirigentes de Hamás habían previsto que la operación se desarrollaría del modo en que lo hizo. Se puede argumentar que el movimiento podría haber planeado un ataque selectivo contra las bases militares de los alrededores de la Franja con la intención de recabar información, interrumpir el bloqueo y tomar combatientes como rehenes. La masacre de civiles en Israel reavivó la opinión pública israelí e internacional de un modo que Hamás quizá no había previsto. La magnitud del ataque, sus implicaciones para el pueblo palestino y la sorpresa que expresaron dirigentes políticos y aliados de Hamás hacen pensar que el brazo militar podría haber actuado por su cuenta.
Tareq Baconi es profesor visitante en la Universidad de Columbia y en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. Además, preside el consejo de administración de Al-Shabaka y sus escritos sobre Israel/Palestina han aparecido en medios como el New York Times, el Washington Post o The Guardian.