Siento un estremecimiento al pensar en las millones de mujeres que viven en Afganistán bajo el bastón de mando de un grupo de hombres que necesitan con urgencia un tratamiento que analice su odio a las mujeres. Los que mandan y los que les secundan. Porque, sin duda, la percepción y relación de estos hombres con las mujeres denota una anomalía. La recién aprobada ley “contra” el vicio y en “pro” de la virtud es lisa y llanamente espeluznante.
A la prohibición de enseñar el rostro y cualquier parte del cuerpo (deben llevar burka y vestimenta que oculte las formas femeninas), se ha unido la del silencio. Se prohíbe a las mujeres hablar en público, que nadie escuche su voz fuera de los muros del hogar. Se trata, dicen, de “evitar tentaciones”.
¿Qué clase de hombres son quienes temen la voz de las mujeres? ¿Qué psicosis padecen?
Prohibido enseñar el rostro. Prohibido llevar vestimentas que no cubran holgadamente el cuerpo hasta hacerlo desaparecer. Prohibido hablar. Prohibido estudiar. Prohibido trabajar fuera del hogar.