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Julia y Joaquina, las asturianas de las “Trece Rosas”

 Se cumplen 85 años del fusilamiento de trece jóvenes militantes de las Juventudes Socialistas Unificadas, nueve de ellas menores de edad.


El 5 de agosto de 1939, cuatro meses después de la victoria franquista en la Guerra Civil, trece jóvenes de entre 18 y 29 años, eran fusiladas en el marco de un gran proceso contra la resistencia antifranquista en Madrid. Todas ellas tenían en común ser o haber sido militantes de las Juventudes Socialistas Unificadas, organización fundada poco antes de la Guerra Civil por los jóvenes del PSOE y del PCE. Las JSU se convertirían en el transcurso de la contienda en un movimiento de masas, con un fuerte arraigo en las clases populares, en el que muchos jóvenes, estudiantes o trabajadores, se politizarían y unirían al movimiento antifascista. El éxito de la organización entre el público femenino era una prueba del creciente interés de las mujeres de clase trabajadora por participar de un modo activo en la vida social, política y cultural de la España republicana.

El fusilamiento de las militantes de las JSU llegó precedido por el atentado mortal del 29 de julio de 1939 contra el comandante de la Guardia Civil Isaac Gabaldón Irurzún. Destacado mando de la represión franquista, Gabaldón sería asesinado por militantes de las JSU en una emboscada en la que también perderían la vida su chófer y su hija adolescente.



Isaac Gabaldón.

El atentado contra Gabaldón encendería las señales de alarma del régimen, que temeroso de una reorganización del antifranquismo a partir de la organización juvenil, en ese momento en la órbita del PCE, decidiría asestar un golpe ejemplar a las redes que sobrevivían en la clandestinidad. Tras la caída de la cúpula de las JSU, en manos de dirigentes poco experimentados en el trabajo clandestino, llegarían las torturas, las delaciones y una gran redada policial que acabaría con un macroproceso en el que se dictaron más de un centenar de penas de muerte.


Militantes catalanas de las JSU durante la Guerra Civil.

56 ejecuciones tendrían lugar en Madrid tan sólo el 5 de agosto, entre ellas la de las llamadas “Trece Rosas”: Virtudes Gonzáles García, Luisa Rodríguez de la Fuente, Victoria Muñoz García, Adelina García Casillas, Julia Conesa Conesa, Dionisia Manzanero Salas, Elena Gil Olalla, Ana López Gallego, Martina Barroso García, Joaquina López Laffite, Carmen Barrero Aguado, Pilar Bueno Ibáñez, y Blanca Brisac Vázquez.


El mundo se deslizaba hacia la Segunda Guerra Mundial y el fusilamiento de las jóvenes tendría aquel verano una notable repercusión internacional. Más tarde el caso cayó en el olvido y posteriormente fue recuperado gracias al renovado interés por lo sucedido en España durante la República, la Guerra Civil y el franquismo. Una novela, varios libros de investigación, una obra de teatro y sobre todo una película dirigida por Emilio Martínez Lázaro, galardonada con varios Goyas, contribuyeron a popularizar la historia de las Trece Rosas a principios del siglo XXI.

Las rosas asturianas

Entre las jóvenes fusiladas hace ahora 85 años, hubo dos asturianas, las ovetenses Julia Conesa y Joaquina López. Sabemos muy poco de ambas, sobre todo de sus vidas anteriores a emigrar a Madrid. Julia, nacida en Trubia, era hija de un comandante del Ejército destinado en la fábrica de armas, fallecido en 1931, cuando ella era una adolescente. Simpatizante de las izquierdas, al igual que el resto de sus hermanos, se afiliaría a las JSU en 1936 junto a su hermana María, y llegaría a ocupar algunos cargos en la organización juvenil durante la Guerra Civil. Una vez muerta, en septiembre de 1939, recibiría una segunda condena de 30 años de cárcel, y todavía dos años más tarde, en 1941, una rebaja de condena.

Conesa, de 20 años, era modista, antes cobradora de tranvía, y vivía en el madrileño barrio de Maravillas con su madre y sus dos hermanas. Durante la guerra había frecuentado un centro cultural y deportivo de izquierdas, donde había practicado gimnasia y también había ayudado como enfermera en el hospital de guerra que se había organizado para atender a los heridos de guerra. Desvinculada de las JSU tras la guerra, sería detenida en base a una delación de otro ex militante o a que su nombre apareció en algún fichero del centro Modesto Lafuente. A ella pertenece la frase “Que mi nombre no se borre en la historia”, escrita en una carta de despedida dirigida a su madre.

Ni Julia ni Joaquina han tenido mucha suerte en su ciudad de origen. La asociación ovetense Trece Rosas impulsó una calle en honor del colectivo durante el gobierno de izquierdas (2015-2019), logrando que la placa dedicada al golpista Antonio Aranda fuera sustituida por otra en honor de las Trece Rosas. Sin embargo, el recuerdo apenas duraría en el callejero. El PP recurrió los nuevos nombres, ganó por un defecto de forma, y tras una numantina batalla legal contra el cumplimiento de la Ley de Memoria Democrática, tuvo que aceptar que las denominaciones franquistas eran inviables. El alcalde Alfredo Canteli se negó en todo caso a reponer la denominación de Trece Rosas y optó por renombrar la calle como Antonio Suárez, en honor del empresario mexicano, de raíces asturianas e importantes negocios en el sector pesquero y naval.