Entre los cerebros grises que van lanzando fósforos a las redes sociales, a ver si un día prende la mecha, se encuentra Alvise Pérez, el flamante eurodiputado que se ha hecho famoso por prometer su primer sueldo en una rifa que, de momento, le ha tocado a él. A estas alturas hay más de ciento veinte mil creyentes que han compartido todos sus datos personales a cambio de la remota esperanza en un sorteo con una ardilla en lugar de un notario. Con absoluta tranquilidad, Alvise tecleó en su cuenta de Twitter que, según los vecinos de Mocejón, desde que llegó un autobús con cincuenta menores africanos, en el pueblo no dejaban de sucederse las violaciones, los robos y, por último, el asesinato de un niño de diez años. Ahora tienen la excusa de que es agosto, pero la verdad es que para estos delitos la justicia española siempre anda de vacaciones.
No hace ni tres semanas, la fachosfera alentaba el rumor de que el asesino que había degollado a dos personas en Valencia era un argelino, un bulo que los tontos compartieron en bloque aun después de que un periódico tan poco sospechoso de izquierdismo como el ABC confirmara que se trataba de un hombre de origen español que años atrás había sufrido encontronazos con la policía. Durante el mes de julio, varias ciudades inglesas sufrieron una oleada de disturbios callejeros con cientos de heridos tras una campaña falsa sobre el autor de un apuñalamiento múltiple en Southport. No hubo ni un solo altercado poco antes, con el homicidio de tres mujeres, ni hace apenas una semana, con el apuñalamiento de una niña y su madre, ya que los criminales en ambos casos eran blancos de pura raza.
En el caso de Mocejón, finalmente, se ha descubierto que el presunto homicida es un chaval de veinte años del pueblo, con serios problemas mentales, que al parecer fue a misa con su padre dos horas después de cometido el asesinato. Mientras tanto -obedeciendo el dictado de Alvise, de Negre, de Albiol, de Desokupa y de otros neonazis- miles y miles de tontos publicaban incendiarios mensajes de odio en los que, entre otras cosas, pedían una cruzada para acudir al hotel de Mocejón donde se alojaban medio centenar de menas e iniciar una limpieza étnica. Es terrible utilizar la crónica de sucesos para satisfacer las ansias racistas de unos cuantos fachas descerebrados, pero lo cierto es que, aparte del odio, poco más pueden ofrecer a los tontos. La justicia, entre tanto, sigue de vacaciones.