RAMÓN SORIANO
Catedrático emérito de Filosofía del Derecho y Política de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla
Es oportuno plantearnos los peligros que acechan a las democracias europeas ante el crecimiento de la ultraderecha, tanto en la Unión Europea (UE) como en sus Estados miembros. Precisamente contribuye a la preocupación en el entorno de Bruselas las recientes salidas de tono del nuevo presidente rotativo de la Unión Europea, el ultraderechista Orbán, quien lo primero que ha hecho sorprendentemente y sin previo aviso ha sido entrevistarse con los presidentes de Rusia y de China y el expresidente de Estados Unidos, Trump, tradicionales enemigos de la UE.
Enumero los que me parecen más relevantes:
El déficit democrático
Los únicos órganos elegidos de la UE son el Parlamento y la presidenta de la Comisión (una especie de jefa de Gobierno), elegida por el Parlamento. Éste carece, por otra parte, de relevantes competencias. Las demás instituciones europeas no son elegidas, pero toman las decisiones más importantes y están controladas por los Gobiernos de los Estados de la UE. Hemos tenido recientemente ocasión de ver cómo los Gobiernos estatales se han repartido los cargos de primer nivel y cómo la presidenta italiana, Meloni, protestaba por haber sido aislada en el reparto, no obstante formar parte de la tercera fuerza política del Parlamento. No son elegidas las instituciones internas y adláteres de la UE y además Bruselas es presa de millares de grupos de interés -lobbies- defendiendo sus intereses económicos, lo que ha permitido argumentar a algunos críticos que realmente la UE es una Europa de mercaderes.
Es la crítica tradicional a la UE, que ya surge en sus orígenes. No puedo extenderme en el alcance enorme de este déficit democrático. Pero imaginen que en España nuestro Parlamento no tuviera iniciativa legislativa, que es su razón de ser, y que en el procedimiento legislativo para aprobar leyes de origen externo necesitara la autorización del Consejo de Ministros. Pues, idem de idem, el Parlamento europeo carece de iniciativa legislativa y sus leyes necesitan el placet del Consejo de Ministros de la UE.
La exclusión de las naciones y nacionalidades como miembros de la UE
La UE presenta una estructura basada en la yuxtaposición de Estados, olvidando nacionalidades y naciones ya constituidas o en proceso de construcción, las minorías europeas (por otros denominadas autonomías regionales o territorios autónomos). Prefiero el rótulo minorías, porque destaca en el amplio escenario europeo su situación de dependencia. Presenta la UE una estructura estatalista. Esta realidad produce una crítica constante de quienes se sienten marginados del proyecto común. La expresión "pueblos", que a veces aparece en el tratado y normativa de la UE es una mera fórmula retórica, que no se corresponde con el tratamiento jurídico de las materias, donde únicamente son concernidos los Estados. En España tenemos el ejemplo de nuestras nacionalidades históricas, como Cataluña y el País Vasco, críticas con el tratamiento que recibe de la UE desde sus orígenes. La exclusión y olvido por la UE de sus muchas y variadas minorías es un riesgo para su configuración y estabilidad. A lo que se añade la dificultad de reforma del tratado europeo y de la toma de decisiones relevantes en las que se exige la unanimidad.
La existencia de grandes sectores sociales de la población europea escépticos con la UE
El escepticismo se manifiesta en las urnas con ocasión de las elecciones europeas, ya que son muchos los europeos/as que votan a partidos políticos que tienen en sus programas electorales propuestas críticas e incluso de desaparición de la UE. El problema no es reciente, sino que viene de mucho tiempo atrás, y parece que no se divisa claridad en el futuro. Veamos las cifras del documento de 2012 Eurofobia en el corazón de Europa de la Escuela de periodismo UAM-El País, que señala un antieuropeísmo creciente desde 2007 a 2012.
Estas son las cifras de los porcentajes, que muestran la desconfianza de los europeos/as con la UE:
- Año 2007: Alemania: 14%, Irlanda: 7%, España: 6%, Portugal: 12%, Grecia: 13%, Reino Unido: 31%
- Año 2012: Alemania: 24%, Irlanda: 26%, España: 32%, Portugal: 35%, Grecia: 40%, Reino Unido: 45%
El eurobarómetro de 2017 también arroja cifras alarmantes: el 48% de los encuestados no confiaban en Europa, frente al 41%. Demasiada desconfianza. No dispongo de un eurobarómetro reciente para contrastar. Pero probablemente las cifras no hayan cambiado mucho.
Puntos especialmente críticos en la actualidad, que provocan el rechazo de la población, son: A) la atención excesiva a la inmigración y refugiados por la UE, ya que muchos europeos entienden que la solidaridad puede suponer una importante merma de bienestar de los nacionales de los Estados; B) la existencia de una Europa de una única velocidad, por considerar los críticos que deben existir dos velocidades, ya que hay una diferencia en todos los sentidos entre los miembros que forman Europa, sobre todo entre la Europa del oeste y la del este. Diferencias culturales, económicas, sociales, políticas. Muchos críticos protestan porque no hay una verdadera profesión de los ideales de la democracia y el Estado de Derecho en los países del este europeo; C) el hecho evidente de que en muchas ocasiones los Estados miembros de la UE desobedecen a sus normas, incluso en asuntos de especial sensibilidad, como el rechazo de algunos Estados de la cuota de aceptación de refugiados, o la actitud pasiva de Estados de la UE respecto a la llegada de inmigrantes africanos a las costas de Italia o España.
El apoyo social creciente a los partidos de la ultraderecha europea
Consecuencia del escepticismo y la desconfianza es el crecimiento en respaldo popular y en votos a los partidos europeos de ultraderecha, ya colocados tras las últimas elecciones como tercera formación en la UE. Según las encuestas los votantes de estos partidos suelen mostrar su escepticismo respecto a la forma estructural de la UE, que o bien quieren cambiarla radicalmente, convirtiendo a la UE en una organización de mínimas competencias y resaltando la soberanía de los Estados, o bien pretenden incluso hacerla desaparecer.
Existe una posibilidad real de que nuevamente en enero de 2025 se reúna la ultraderecha europea para festejar a su principal líder, Donald Trump, si es elegido por segunda vez presidente de Estados Unidos. Con la diferencia de que ahora cuentan con un mayor y creciente apoyo de la sociedad europea y con la presidencia de los Gobiernos de varios Estados. El 21 de enero de 2017 los líderes de los principales partidos de derecha radical y populista europeos se reunieron en Coblenza en una cumbre del grupo Europa de las Naciones y de las Libertades (ENF) del Parlamento Europeo. En esta reunión, uno de los titulares más repetidos fue el proclamado por el líder holandés del Partido por la Libertad (PVV), Geert Wilders, quien, ante la victoria en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en noviembre de 2016 del candidato Donald Trump, afirmó: "Ayer, una nueva América; hoy Coblenza, y mañana, una nueva Europa". ¿Se repetirán los mismos hechos en el próximo enero de 2025?
La posibilidad de que partidos de ultraderecha asuman el Gobierno de Estados europeos
Ya es un hecho en algunos Estados, destacando Hungría e Italia, lo que supone un enorme peligro para la estabilidad de la UE, ya que ésta se mueve principalmente en torno a los Gobiernos de los Estados miembros. Decía en el primer punto que la UE es una yuxtaposición de Estados. Al riesgo de la estabilidad se añade el de la inmovilidad, ya que la UE hasta la fecha sigue la regla de la unanimidad de los miembros en cuestiones de especial relevancia y nos encontraríamos con la resistencia de Estados que quieren otra UE, en la que los Estados sean más soberanos e independientes. En cualquier caso sería un giro de 150 grados hacia atrás en los objetivos de la UE.
Qué duda cabe que esta posibilidad del acceso al Gobierno de la ultraderecha en los Estados de Europa supondría un riesgo para el mantenimiento de la UE en su configuración actual, ya que la ultraderecha europea no se cansa de argüir que la presencia de la UE comporta un peligro para la soberanía de los Estados, lo que se podría expresar en la frase: menos Europa y más Estado. Esta pretensión derivaría en un rechazo a las directivas europeas, que deben ser incorporadas a las normas estatales, especialmente aquellas que se refieren al Estado de Derecho y a los derechos fundamentales, que están en la línea de flotación de las invectivas de la ultraderecha europea.
Con los Gobiernos estatales de la ultraderecha tendríamos una Europa desmantelada y de escasas competencias con una función de guardián de la seguridad de los socios y de competencias mínimas. Parafraseando a los libertarios, todos ellos críticos con la UE, que prefieren un Estado mínimo, diríamos que los nuevos Gobiernos ultraderechistas actuarían para revertir los pasos hacia una Europa mínima. Los Estados volverían a posiciones de atrás en el tiempo, sin la dejación de competencias que han puesto hasta ahora en manos de las instituciones europeas. Como muestra la defensa de la Europa de las Nacionalidades defendida por la ultraderecha francesa.
Las dispares ideologías sobre la UE y la incertidumbre sobre su futuro
Incertidumbre porque existe una diversidad de proyectos sobre Europa en los Gobiernos y la ciudadanía de los Estados miembros. Con un abanico que va desde la construcción de una Federación de los Estados europeos, los Estados Unidos de Europa, dotada de un programa político pleno e integrador, hasta una Europa a la carta, en la que grupos de Estados, por separado, convengan políticas comunes con la máxima flexibilidad. Es la visión que defiende Marine Le Pen, lideresa de la ultraderecha francesa, ganadora en la primera vuelta de las recientes elecciones del país vecino, que quiere sustituir la UE por una alianza voluntaria de los Estados europeos en asuntos determinados.
Hay entre ambos extremos plurales ideologías sobre la naturaleza y alcance de la UE: la más repetida en los medios es la Europa de dos velocidades, desde el momento en que países del Este europeo se incorporan a la UE. Un relevante número de Estados, la mayor parte ubicados en el este de Europa, no están conformes con el sistema actual de la UE, demasiado rígido. Se han producido serias y comprometidas críticas contra las directivas de la UE y contra el principio jurídico de la validez jurídica plena de las normas europeas en el interior de los ordenamientos jurídicos estatales.
He aquí un gran riesgo, ya que se trata de ideologías y no de procedimientos: las distintas formas de ver qué es Europa y qué se espera de ella.
La generosidad de la UE con la incorporación en su seno de partidarios de su destrucción
Los gobernantes democráticos europeos parecen asumir que la grandeza de la democracia reside en que permite en su composición a quienes quieren derribarla. La grandeza está reñida con la utilidad y son muchos los que se lamentaron de no haber atajado el peligro a tiempo por su concepción de una democracia de extrema generosidad, que hasta admite a sus críticos topos interiores. No hay mayor riesgo que tener el enemigo en casa. Lo supo ver el socialista moderado Louis Blanc a mediados del siglo XIX, que prefirió entrar en las instituciones del Estado burgués y desde allí hacer la revolución, comenzando por la destrucción de la burguesa constitución francesa. Lo mismo que hizo Hitler en los años treinta del siglo XX, golpista fracasado en los años veinte, que después optó por introducirse en las instituciones alemanas y desde allí destruir la democracia de su país. Ya tenemos dentro de las instituciones de la UE a quienes desean destruirla. Ya se cierne sobre el futuro de la UE su mayor riesgo. Ya tiene la inadvertida UE su caballo de Troya.