Empresas y ciudades usan el Mediterráneo como una fosa séptica y lo convierten en uno de los mares más dañados del planeta
La mancha de hidrocarburo en el espacio protegido de L'Albufera de València reaviva la denuncia de ecologistas y biólogos por falta de vigilancia y de normativa que sancione prácticas nocivas de limpieza de las embarcaciones en el mar.
Una gran laguna litoral de agua dulce emponzoñada de negro por el vertido de hidrocarburo. Es la imagen que ha recorrido la prensa nacional esta semana. L'Albufera (País Valencià) se considera uno de los tres grandes humedales de España, junto con el Delta del Ebro y Doñana. Un espacio natural de alto valor ecológico, y también uno de los más amenazados. Entre sus principales enemigos se cuentan el tráfico marítimo, la proximidad de la ciudad de València, la contaminación, el turismo, la urbanización del entorno, y también la agricultura intensiva.
Desde Ecologistas en Acción señalan como posible causa del vertido la limpieza de embarcaciones que han tenido problemas y han vertido, o que han limpiado los restos y vertido al mar. En aguas internacionales puede hacerlo cualquiera porque, ¿quién las controla?, se pregunta Ferrán Polo, miembro de la ONG en País Valencià. La organización denuncia falta de vigilancia en las prácticas de limpieza de las embarcaciones, ya que aseguran que "muchas no cumplen" y vierten en aguas abiertas, en lugar de emplear los protocolos de limpieza de los puertos. "Les sale más barato, y hay países y empresas en los que no existe respeto por el mar, todavía lo ven como un basurero", declara. En el caso de las tres últimas playas afectadas esta semana, "el vertido podría haberse dado en cualquier parte de la costa española", señala Polo, porque "es una práctica que se hace independientemente del mar en el que se encuentren". Algunos geólogos ya catalogan los restos de alquitrán, procedentes de antiguos vertidos más pequeños y ya secos, como "alquitranita".
La Autoridad Portuaria de València (APV) asegura que el vertido no procedía "de ningún barco de la zona de fondeo del puerto", situado frente a las playas afectadas: el Saler, l'Arbre del Gos y la Garrofera. Sin embargo, son muchos los ojos que no pierden de vista el puerto y su proyecto de ampliación, recuperado tras años de parálisis, y no carente de polémica. La patronal y el ala derecha de la política defienden los beneficios económicos que supondría para la zona y para el país la construcción de una nueva terminal pública en el que ya es el principal puerto de contenedores de España. En contra de esta expansión se encuentran partidos del ala de izquierdas, asociaciones de vecinos y plataformas ecologistas, que denuncian el negativo impacto ambiental que esta decisión tendrá para el espacio natural de l'Albufera, ya de por sí amenazado.
L'Albufera ha estado sometida a una "alta presión a lo largo de los años por la presencia y acción del ser humano", señala Ecologistas en Acción. Aunque la organización reconoce que se ha hecho un importante esfuerzo por la conservación de las aves y de la fauna de este espacio protegido, "en ese sentido se ha hecho bien", admiten. Pero reconocen que la ampliación del puerto de València podría conllevar importantes problemas en el entorno de este espacio protegido.
El mar de los romanos pide auxilio
La zona del Mediterráneo ha sido definida como un punto caliente de la crisis climática. El mar Mediterráneo y sus interacciones con la atmósfera juegan un papel fundamental en sus condiciones ambientales, desde el punto de vista climático. Así lo afirma el área de Meteorología y Climatología del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM) en el Informe sobre la climatología y la tendencia de la temperatura superficial del mar (TSM) en la cuenca mediterránea -TSM Mediterráneo Invierno 2023-, publicado el pasado mes de abril. El informe advierte que es "crucial estudiar el comportamiento del mar Mediterráneo" en el pasado y monitorear su situación actual para entender los posibles escenarios futuros en la región.
El aumento acumulado a largo plazo de la TSM en el Mediterráneo es de 1,5 grados entre 1982 y 2024, según el informe de CEAM. El calentamiento en esta zona del planeta está aumentando un 20% más rápido. En caso de que no se tomen medidas, o de que las medidas sean insuficientes, se espera que en 2040 el incremento de la temperatura llegue a los 2,2 grados, alcanzando los 3,8 grados en 2100, según los datos recogidos en el informe Cambio climático y medioambiental en la cuenca mediterránea, realizado por la red Mediterranean Experts on Climate and Environmental Change (MedECC), en el que han participado más de 80 científicos.
La crisis climática está elevando la temperatura de este mar, pero también está desdibujando su costa. Un estudio llevado a cabo por el Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología italiano (INGV) reveló que el nivel del mar Mediterráneo está subiendo en la costa de zonas inestables tres veces más rápido de lo que se había previsto. El documento detalla cómo "aproximadamente 38.500 km cuadrados de costas mediterráneas pronto estarán más expuestas al riesgo de inundaciones marinas, con los consiguientes mayores impactos sobre el medioambiente, actividades humanas e infraestructuras".
Además, el informe alerta de la necesidad de tomar "medidas concretas para apoyar a las poblaciones costeras", porque estas "serán cada vez más vulnerables al aumento del nivel del mar y a los mayores riesgos asociados a él a finales de este siglo y en el futuro". Los grupos ecologistas denuncian que la construcción y la especulación están convirtiendo "la zona de costa en zona urbana", y no precisamente para implantar un campo de pruebas. "Las costas están plagadas de residencias infrautilizadas porque son en su mayoría viviendas de uso estacional", que se emplean dos meses o tres al año, explica Ferrán Polo, sin ninguna utilidad y con un "impacto medioambiental muy alto", añade.
La acción humana directa también lastra al mar de los romanos. España es el segundo país que más plásticos vierte en el Mediterráneo; arroja más de 126 toneladas al día, según datos de la organización Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). Más de un 95% de sus residuos de la cuenca del Mediterráneo son plásticos; un porcentaje que como informa WWF en su estudio Una trampa del plástico (2018), y también corrobora Greenpeace, a nivel mundial disminuye hasta el 60 o el 80%.
Y mientras los plásticos pueblan las aguas saladas del mar, sus habitantes por derecho desaparecen. En el caso de los tiburones del Mediterráneo, el 99% han desaparecido como consecuencia de la sobrepesca y de la contaminación por vertidos, principalmente plásticos y tóxicos. Se calcula que más de 1.300 especies han ingerido, se han enredado o asfixiado con los residuos plásticos en aguas mediterráneas, según un estudio del proyecto Litterbase del Instituto Alfred Wegener. Lo que se suma a los cerca de 150.000 toneladas de crudo que cada año recibe el mar como consecuencia de fugas o vertidos.
La UE ha declarado el 30% de las zonas mediterráneas como áreas de especial conservación. "Hay muchas declaraciones, pero no van acompañadas de una normativa, ni recursos, ni vigilancia", lo que "fomenta la impunidad", señalan Ecologistas en Acción, que denuncian que en el mar no hay control más allá de la relacionada con tráfico de drogas o de inmigración, y piden "normativa, regulación, sanciones y dedicar dinero a la vigilancia para implementar las declaraciones de las zonas protegidas o de especial conservación".
Los pescadores pescan menos que hace tres décadas, a pesar de contar con más tecnología, lo que viene a demostrar que "aunque queda vida en el mar, cada vez la pérdida de biodiversidad es más fuerte", denuncia Ecologistas en Acción. El Mediterráneo ha perdido un 41% de los animales mamíferos que habitaban sus aguas y un 34% de sus peces, en menos de 70 años, según un estudio publicado en Scientific Reports.
Hacia sistemas de depuración de tercera generación; la osmosis inversa
Ciudades como Atenas, con 20 millones de habitantes, El Cairo, Roma, Barcelona, València o Argelia, vierten sus aguas residuales en el Mediterráneo. Dependiendo del país, e incluso de la época del año, el tratamiento de las aguas es diferente, y "esa falta de depuración es totalmente nociva para el Mediterráneo", explica Ferrán Polo. "Gracias a la existencia de normativa europea se depura mucho más", apunta este miembro de Ecologistas en Acción de País Valencià, que recuerda cómo València hace dos décadas "vertía las aguas residuales de la ciudad al mar casi sin depurar", un hecho que asegura que "hoy ya no es así". Aunque sí que pone el acento en la problemática por el uso indebido de toallitas higiénicas, que son desechadas a los sanitarios y que contaminan las playas. Es la situación que viven de manera constante los habitantes y turistas de la localidad de Xàbia. "El alcantarillado pluvial y residual se mezcla en algunas partes del municipio y cuando llega una tromba de agua, la depuradora no da abasto", explica Ferrán Polo, "y el vertido de toallitas, imposibles de tratar por la depuradora", hace que el sistema colapse "y que tengamos las playas llenas de toallitas".
El verano es un momento complicado para los municipios costeros, con depuradoras en servicio de hace más de una década, y un crecimiento exponencial de la población. Muchas "colapsan, por picos de vertidos". Ha habido mejoras, como el aumento de depuración de las aguas y la inversión que se destina, pero "sigue siendo insuficiente", apunta el portavoz de Ecologistas en Acción, que reivindica la puesta en marcha de la fase tres de la depuración: "la osmosis inversa". Una técnica que también se aplica en las desaladoras, y que devuelve el agua al circuito con un nivel de depuración que la hace útil para uso de riego urbano o agricultura. También piden que haya una mayor concienciación por parte de las personas, en el uso y desechado de las toallitas en papeleras y no en el sanitario; y de las empresas, para fomentar la fabricación de toallitas biodegradables. Aunque, "cuanto menos residuo se tire a los sanitarios, mejor, porque menos llegará a los mares y a los ríos", sentencia Ferrán Polo.
Convertir el Mare Nostrum en campo de pruebas para la innovación
Es necesario "proteger" el mar Mediterráneo. Esta es la principal conclusión a la que han llegado profesionales de múltiples disciplinas y sectores que se han reunido con motivo de la celebración del consejo de la economía azul, organizado hace escasas fechas en la ciudad de València. El biólogo marino Manu San Félix, presente en este encuentro, defendió que, más allá de las bondades de este mar desde el punto de vista económica, "no hay que olvidar el disfrute del Mediterráneo. Es un mar que nos da felicidad, sus entornos naturales nos arropan en nuestras vacaciones. Y eso es de un valor incalculable. Somos mediterráneos y nuestra cultura viene de ahí. Cuidar el Mediterráneo es cuidar nuestra esencia y nuestra alma". En este sentido, San Félix continúa liderando la iniciativa que busca proteger por ley el 30% del Mediterráneo antes de 2030 para salvarlo del colapso.
La economía azul reconoce la importancia de los mares como uno de los motores del crecimiento. Profesionales de diferentes áreas de conocimiento coinciden en que el mar Mediterráneo "es uno de los espacios marinos más dañados", pero también consideran posible que, "si se actúa decididamente en su regeneración", este mar se podría llegar a convertir en "campo de pruebas para la innovación", aseguran.