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DIARIO DE FERROL

 

  

Un grupo de turistas que se bañaba el viernes en una playa de San Bartolomé de Tirajana, en Gran Canaria, fueron los primeros en avistar la barcaza que, con sesenta y seis personas a bordo de origen subsahariano, encalló en la arena. Del horror de la travesía da cuenta el estado de salud de los ocupantes: tres en estado crítico y once más con patologías que obligaron su traslado a diferentes hospitales.


La ruta canaria, la más peligrosa para salir de África, se ha convertido en la única escapatoria posible de las guerras civiles, el hambre y la extrema pobreza que asolan el continente. Por eso Europa, que no solo España, debe contar con que vendrán más, muchos más. Sin ir más lejos, horas después, llegaba una segunda patera a la playa de Mogán con ciento cincuenta inmigrantes.


Entre enero y julio han llegado a Canarias mas de 19.800 seres humanos, entre ellos muchos niños no acompañados. ¿Se imaginan la desesperación de unos padres para meter en una patera a un niño de doce años, solo, para salvarle?


Todos estos niños se hacinan en estos momentos en centros de acogida en Canarias. El Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, que los ha visitado esta semana, horrorizado, ha pedido medidas urgentes y ha recordado lo obvio: “es un problema que nos concierne a todos, no sólo a Canarias” y que “no se hable de reparto de menores, estamos hablando de seres humanos, no de mercancías”. Mientras tanto, el imprescindible acuerdo entre PP y PSOE para modificar la Ley de Extranjería y hacer obligatoria la reubicación de los niños inmigrantes en todas las comunidades sigue en vía muerta.


Y es imprescindible porque los socios del Gobierno, los independentistas de Puigdemont y ERC se niegan a acoger en Cataluña a ni uno solo de los menores que se hacinan en Canarias. Moncloa, que negocia con Esquerra la investidura de Illa, se guarda mucho de criticar la insolidaridad. Por su parte, los populares, que han visto como Vox se iba de los gobiernos autonómicos por admitir menores, no quiere tensar más la cuerda y que la ultraderecha les quite ni un voto. No se atreven a insistir en su propuesta de enviar buques de la Armada a detener a las pateras, pero exigen al Gobierno que frene la “inmigración ilegal”. Como si se pudiera hacer desaparecer el hambre.


Con una Europa que gira a la extrema derecha, una extraordinaria representación de los partidos ultras en el Parlamento Europeo, Francia que ha evitado in extremis el triunfo de Le Pen, y un presidente de turno de la UE, Orban, que se reúne con Putin y Trump en nombre de todos nosotros, será difícil el consenso.


Pero, el problema es de Europa, no de Canarias ni de España. Los inmigrantes buscan un futuro mejor en el continente. Y las medidas de apoyo económico de los países de origen tienen que salir de Bruselas. Una de las medidas imprescindibles es una sanción grave, de las que duele aceptar, a los países que, como Hungría, cierra las fronteras a los vecinos y socios de la UE para que no entre inmigración.

Porque venir, insisto, van a seguir viniendo.