En 1981, John Huston estrenó una película, Evasión o victoria, en la que, durante la Segunda Guerra Mundial, un equipo de famélicos prisioneros aliados sacados de diversos campos de concentración derrota a la todopoderosa escuadra alemana en un estadio de París. Aunque la historia parezca inverosímil, la realidad fue mucho más cruda, ya que el verdadero partido de fútbol tuvo lugar entre una selección alemana y el FC Start, un combinado ucraniano formado básicamente por ex jugadores del Dinamo de Kiev, quienes, después de golear y humillar a los nazis, fueron torturados y ejecutados. Un crítico malévolo dijo que en la película de Huston había grandes actores que no sabían jugar al fútbol (Michael Caine), grandes futbolistas que no sabían actuar (Pelé) y luego estaba Sylvester Stallone.
El último episodio de esta dialéctica entre fútbol y política lo ha protagonizado Dani Carvajal, capitán de la selección española, quien hace apenas dos semanas criticaba la decisión de Kylian Mbappé por intentar influir en las elecciones francesas movilizando el voto contra la ultraderecha. Carvajal aseguró que, como jugador, él prefiere mantenerse al margen de su ideología política, aunque con lo del margen debe referirse a que la ultraderecha se le queda un poco a la izquierda. Es simpatizante de Alvise y de Desokupa, invitó a Abascal al palco de Bernabéu, defendió a Rubiales en lugar de apoyar a Jenni Hermoso, hay unas cuantas fotos suyas con una bufanda neonazi de los Ultrasur y otra muy reciente junto a Vito Quiles.
Vito Quiles, por cierto, inició una especie de escisión rojigualda del Ku-Klux-Klan al compartir en su cuenta de Twitter una imagen de Lamine Yamal y Nico Williams, los dos delanteros negros de la selección española, con este comentario de órdago: "¿Pero qué selección española es ésta? Parece una broma de mal gusto". La xenofobia destapada por este ventrílocuo periodístico eclosionó en una serie de paráfrasis en la que otros patriotas epidérmicos aseguraban que preferían que España perdiera con un equipo de blancos a que ganara con un equipo con negros. Afortunadamente, sus deseos no han sido escuchados. La semana pasada empezó con el batacazo de Le Penn en Francia, siguió con el harakiri policial de Nacho Cano y concluyó con la victoria de la mestiza selección española. Una semana de mierda para ser facha.
Puesto que ya no vestía la camiseta roja (también es mala suerte), Carvajal se dio el gustazo de hacerle la cobra a Pedro Sánchez durante un acto en La Moncloa. En realidad, lo que hizo fue rehuir la mirada del presidente y alargarle una mano fofa, una mano al margen, un simple gesto de mala educación en el que se retrató él solo en lugar de retratar a Sánchez. Para niquelar el autorretrato, Carvajal apareció en la fiesta de la celebración en Cibeles a pecho descubierto, con la bandera española en plan falda escocesa y vociferando como un loco. He leído por ahí que ya podría parecerse España a su selección de fútbol, pero quizá el problema sea que se parece demasiado: hay hijos de inmigrantes, hay negros, hay catalanes, hay vascos y también hay más de un facha fuera del armario. En cuanto a Vito Quiles, digamos que no sabe actuar, no sabe jugar al fútbol, no tiene la menor idea de periodismo y tampoco es Sylvester Stallone.