Seis años después de finalizado el juicio por los vejámenes padecidos en la Cárcel de Coronda durante la última dictadura, la justicia acaba de abrir un segundo proceso que desbarata la “obediencia debida”, tesis que pregona que la tortura es aceptable si se aplica en cumplimiento de órdenes de los superiores jerárquicos.
El 11 de mayo de 2018, el Tribunal Oral Federal de Santa Fe, Argentina, condenó a los excomandantes de Gendarmería Nacional Juan Ángel Domínguez y Adolfo Kushidonchi a 17 y 22 años de prisión, respectivamente, por crímenes contra la humanidad durante su gestión como directores de ese penal durante la última dictadura cívico-militar. La sentencia definitiva fue publicada el 7 de junio de ese año.
Esa sentencia pareció cerrar una página de la historia. Sin embargo, no fue así. Hace apenas unos días la Fiscalía Federal de Santa Fe inculpó por ese mismo tipo de crímenes a una decena de antiguos guardiacárceles, oficiales de Gendarmería Nacional, personal médico y un alto militar en retiro. Todos con responsabilidades en Coronda durante ese mismo periodo.
Entre 1974 y 1979 estuvieron detenidos en Coronda 1.153 presos políticos, de los cuales tres -Juan Carlos Voisard, Raúl Manuel San Martín y Luis Alberto Hormaeche-murieron por falta de atención médica adecuada. Y un cuarto, Daniel Gorosito, fue asesinado luego de su traslado desde Coronda a otro centro. Todo esto en el marco de un régimen cotidiano basado en el aislamiento casi absoluto de los detenidos –del resto del penal y del mundo exterior– y ejecutado sobre la base del lema “todo está prohibido”. Lo único permitido fue la agresión ilimitada hacia los presos políticos de parte de la mayoría del personal, desde los directores hasta el último guardiacárcel, pasando por médicos y enfermeros.
Contra la impunidad y el olvido
Esta nueva causa tiene varias fuentes. Como lo explica Lucila Puyol, abogada y militante feminista y de derechos humanos en la Agrupación HIJOS de Santa Fe (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio), Coronda II tiene en cuenta hechos vividos en Coronda y presentados en las audiencias de la causa Coronda I entre diciembre de 2017 y mayo de 2018. Así como aportes del proceso jurídico tramitado unos años antes en la ciudad de Rosario, el cual involucró a 66 víctimas que en su mayoría pasaron por Coronda. Además, elementos de una causa especial por la muerte de Juan Carlos Voisard.
Puyol recuerda que, en la primera Causa Coronda, el grupo de abogados querellantes, del que Puyol formó parte en representación de la Asociación El Periscopio –que reúne a ex presos políticos de ese penal–, ya había solicitado que se remitan a la Fiscalía Federal de Santa Fe “pruebas documentales y testimoniales relevadas en este juicio… a los fines de que se continúe la instrucción de la misma”. Formalmente, la parte querellante, tal como quedó registrado en el legajo, mencionaba con nombres, apellidos y seudónimos a 18 guardiacárceles, dos alférez y dos comandantes de gendarmería, tres médicos y un enfermero, así como dos miembros del ex personal civil de inteligencia. Los nombres y funciones de cada uno, corresponsables de la implementación del régimen inhumano de Coronda, provienen del testimonio de buena parte de los más de 70 testigos que habían declarado en la Causa Coronda I.
“Todo el material documental y testimonial del primer juicio”, explica Puyol, “constituye prueba en esta nueva causa en marcha”. Y subraya el importante rol jugado en todo este largo proceso de búsqueda de justicia por la Asociación Civil El Periscopio, “que les dio a los expresos políticos de ese penal el lugar de protagonistas principales, en tanto víctimas, testigos e impulsores de la causa”. Por último, afirma que sería importante que el colectivo de ex presos continuara jugando ese rol, como querellante, también en este nuevo juicio que se está iniciando.
La Asociación El Periscopio nació en 2003. Toma el nombre de un pequeño instrumento/invención utilizada por los presos en Coronda para observar desde dentro mismo de las celdas el movimiento de los guardias. El periscopio estaba construido con un pedacito de vidrio, que tenía masa de pan ennegrecida por detrás, adquiriendo las propiedades de espejo. Con la ayuda de una pajita de escoba se podía sacar por los agujeritos inferiores de la puerta y vigilar, así, el movimiento de los guardias en el pabellón. La Asociación fue fundada para dotar de personería jurídica a la publicación del libro colectivo, anónimo y testimonial Del otro lado de la mirilla. Olvidos y memorias de ex presos políticos de Coronda 1974-1979, que cuenta ya con tres ediciones y más de 12 mil ejemplares vendidos en diversos idiomas. La Asociación también promovió el proyecto de traducción y publicación de las versiones en francés (Ni fous ni morts, Vevey, Suiza, 2020), en italiano (Grand Hotel Coronda, Roma, Italia, 2022) y en portugués (Nem loucos, nem mortos, San Pablo, Brasil, 2023). En 2017, El Periscopio asumió el rol de parte acusadora en el primer juicio de Coronda (https://elperiscopio.org.ar/).
La memoria como desafío y ejercicio sanador
El régimen carcelario cotidiano que los detenidos en Coronda padecieron tuvo como objetivo “la destrucción física, psicológica e ideológica de los presos políticos, tal como abiertamente lo reconocieron los represores de esa cárcel y los militares, quienes convirtieron al Penal en un laboratorio donde fueron aplicando sucesivamente, y en forma escalonada, un régimen cada día más vejatorio y violento”, recuerda Froilán Aguirre, miembro de la Comisión Directiva de El Periscopio e histórico militante político en la provincia de Santa Fe.
Arrestado en 1977 con apenas 17 años, Aguirre pasó por diferentes centros de detención, incluso varios clandestinos, y al cumplir los 18 fue trasladado a Coronda. “Nos prohibían todo”, recuerda: “hablar, leer, escribir, silbar, hacer actividad física en la celda, dormir durante el día. Nos castigaban permanentemente por cualquier cosa al gusto de los guardias que nos vigilaban noche y día”. Y agrega: “El régimen mismo de Coronda constituía una tortura cotidiana. No hay excusas. Todos eran responsables: desde los militares y el gendarme director y sus asistentes, pasando por los guardias, que hacían el trabajo sucio y ejecutaban golpes y castigos, hasta los médicos cómplices que no nos atendían. El sadismo de muchos de esos vejámenes iba mucho más allá del simple cumplimiento de las órdenes superiores”.
Según Aguirre, esta nueva causa que acaba de iniciarse y que ya involucra a una decena de imputados, “constituye un nuevo y esencial ejercicio de memoria colectiva y justicia, motivación esencial para seguir denunciando esas brutalidades de la dictadura. Y si bien demoró muchos años en concretarse, se convierte, nuevamente, en un ejercicio sanador, no solo para los que sufrimos la vejación cotidiana sino para nuestras familias y la sociedad en su conjunto”. Coronda II tiene, como señala Aguirre, un valor muy especial porque arranca en un momento en que en Argentina soplan discursos de odio y aires negacionistas que ponen en duda lo que realmente significó la dictadura. “La lucha por la memoria y por los derechos humanos adquiere hoy, aquí, una importancia aun mayor para el conjunto de nuestra sociedad”, enfatiza.
¿Por qué El Periscopio sostiene que su aporte a la memoria, la verdad y la justicia mediante su libro testimonial en diferentes idiomas, al igual que los dos procesos jurídicos mencionados, constituye un “ejercicio reparador” para el conjunto de la sociedad? La respuesta no admite duda para Aguirre, quien, en primera persona plural, avanza un ejemplo clarificador. “Conocemos de forma directa y somos conscientes del proceso de debate que estas causas jurídicas están provocando en la misma población de Coronda, cuya vida ha girado, desde décadas, en torno al penal. Hay un debate público sobre la responsabilidad de uno y otro y sobre los horrores que albergó esa cárcel en la dictadura”.
Desde hace años, comenta Aguirre, El Periscopio ha sido invitado por la comunidad de Coronda a charlas públicas, actividades culturales, ferias del libro y encuentros con jóvenes en colegios. “Para nosotros es un aporte esencial, desde nuestro colectivo de ex presos, para operar como antídoto contra el olvido y para tratar que la gente misma de Coronda, como muchos ya lo están haciendo, se distancie del paradigma pueblo-cárcel que define a esa ciudad de 17 mil habitantes en la cual todavía viven muchos ex guardiacárceles o sus herederos”. Y acota un hecho que considera esencial: no solo se trata de denunciar, sino también de compartir con la sociedad, en particular con los jóvenes, cómo en esas circunstancias muy difíciles, en una relación de fuerzas absolutamente desfavorable, “nuestra resistencia unitaria, colectiva, humana, solidaria, nos permitió sobrevivir, desarrollarnos como seres humanos y consolidarnos como militantes a favor de una Argentina mejor y de otro mundo posible”
.Presente con futuro
De continuar sin interrupción este nuevo proceso jurídico, hoy en su fase inicial, muy posiblemente en algunos meses, o años, determinará nuevas responsabilidades delictivas y nuevas condenas. Tal vez algunos de los acusados se libren del castigo porque ya habrán muerto y quizás muchos de los ex presos o sus familiares que sufrieron esos horrores no puedan sentirse reivindicados. Como explica Aguirre, “Los tiempos judiciales son particulares y responden a circunstancias propias y políticas generales que no siempre son controlables por los que acusamos y exigimos verdad”. Sin embargo, argumenta, “sabemos que estamos haciendo lo correcto y que estamos aportando, muy humildemente, a una sociedad futura más sana, justa y mejor”.
En una misma línea, Lucila Puyol destaca el rol incuestionable de los ex presos corondaes y periscopianos (como se autodenominan) en la difusión y la transmisión de estos juicios hacia la sociedad y los medios de comunicación: “Aporte pedagógico esencial y objetivo trascendente en la construcción de la memoria”. Y concluye con optimismo que, aunque “el poder judicial ha sido muy lento para dar respuesta a hechos que ocurrieron hace más de 40 años, sin dudas la justicia siempre es necesaria y reparadora”.
En su reflexión final, Puyol reconoce el trabajo permanente que los miembros de El Periscopio han realizado desde hace varias décadas en Argentina y en el exterior. Por ejemplo, mediante su libro sobre Coronda, con centenares de presentaciones y en diferentes idiomas. Además de los juicios para exigir justicia. “Un trabajo, insisto, esencial para la construcción de la memoria colectiva”, enfatiza Puyol, quien argumenta que esos ex presos políticos “fueron incluso capaces de transformar el exilio de muchos corondaes –hecho doloroso en lo personal y familiar– en un potente movimiento internacionalista que informa, difunde y sensibiliza sobre lo que fue el terror dictatorial argentino. Pero un movimiento que no se agota en la denuncia, sino que también comparte los sueños y esperanzas de una generación que luchó por un país mejor. Reactualizando y valorando lo que fue la resistencia colectiva y solidaria, y en unidad, en la Cárcel de Coronda, como fuerza de sobrevivencia, de vida y de compromiso transformador”.