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Ser homosexual bajo el régimen franquista

 Miles de personas homosexuales enfrentaron detenciones, violencia y marginación, pero su resistencia sembró las semillas de un movimiento que florecería en la España democrática


Durante el régimen franquista en España, que se extendió desde 1939 hasta 1975, las personas homosexuales enfrentaron una represión sistemática y brutal. El régimen de Francisco Franco no solo buscó controlar la vida política y económica del país, sino que también impuso una rígida moralidad católica que criminalizó y persiguió las identidades y comportamientos no heteronormativos. A través de leyes represivas, la vigilancia constante y la violencia, la dictadura franquista intentó borrar la existencia de la diversidad sexual. Sin embargo, a pesar de esta represión, las personas homosexuales encontraron maneras de resistir, sobrevivir y, eventualmente, plantar las semillas de un movimiento que florecería tras la muerte del dictador.

El régimen franquista heredó y amplió las medidas represivas contra la homosexualidad que ya existían durante la Segunda República y la dictadura de Primo de Rivera. En 1954, la Ley de Vagos y Maleantes, originalmente promulgada en 1933, fue reformada para incluir explícitamente a los homosexuales como sujetos de "rehabilitación". Bajo esta ley, las personas homosexuales podían ser detenidas arbitrariamente, enviadas a campos de trabajo o instituciones psiquiátricas y sometidas a tratamientos de "curación" forzados.

Como explica la activista feminista Empar Pineda, represaliada en la dictadura, la ampliación del 14 de julio de 1954 de la Ley de Vagos y Maleantes cita “a los homosexuales, rufianes y proxenetas, a los mendigos profesionales y a los que vivan de la mendicidad ajena, exploten a menores de edad, enfermos mentales o lisiados”. Durante el franquismo, se estima que unos 5.000 homosexuales fueron detenidos y encarcelados bajo estas leyes, con toda la fuerza de la ley en la mano.

La persecución no se limitó a la ley. La sociedad española, bajo la influencia de la Iglesia Católica, veía la homosexualidad como un pecado y una enfermedad. Las personas homosexuales eran estigmatizadas, marginadas y forzadas a vivir sus vidas en secreto. La policía realizaba redadas en lugares de encuentro conocidos, y los medios de comunicación, controlados por el Estado, propagaban una imagen negativa y peligrosa de la homosexualidad.

Vida en la sombra

A pesar de la intensa represión, la vida homosexual encontró formas de subsistir en la sombra. En las grandes ciudades como Madrid y Barcelona, existían bares y clubes clandestinos donde las personas podían encontrarse y socializar, aunque siempre bajo el riesgo de ser descubiertos por la policía. Estas reuniones eran espacios de libertad, aunque temporales, donde se podía expresar la propia identidad sin temor al juicio inmediato.
Para muchas personas, sin embargo, la clandestinidad también significaba soledad y aislamiento. La necesidad de ocultarse y vivir una doble vida generaba una constante ansiedad y miedo. Las relaciones sentimentales y sexuales se mantenían en secreto, y muchas personas optaban por matrimonios de conveniencia para ocultar su orientación sexual. La presión social y familiar para conformarse con las normas heteronormativas era inmensa.

La doble represión de las mujeres homosexuales

Las mujeres homosexuales enfrentaron una doble represión durante el franquismo, tanto por su orientación sexual como por su género. La invisibilidad de las relaciones entre mujeres en el discurso público y legal hacía que su existencia fuera aún más oculta. Las mujeres homosexuales no solo lidiaban con la persecución por su orientación sexual, sino también con las expectativas opresivas de un régimen que promovía una visión estricta y subordinada de la mujer en la sociedad. Eran esperadas a cumplir roles de esposas y madres obedientes, lo que hacía aún más difícil vivir fuera de esas normas impuestas.

Resistencia y cambio

A pesar de la represión, hubo actos de resistencia significativos. Intelectuales y artistas como Federico García Lorca, aunque su vida y obra precedieron al franquismo, se convirtieron en símbolos de una identidad homosexual reprimida. Durante la dictadura, algunos escritores y cineastas comenzaron a desafiar las normas y a explorar temáticas homosexuales en sus obras, aunque de manera velada para evitar la censura.
La muerte de Franco en 1975 marcó el inicio de la transición democrática en España y, con ella, una lenta pero constante mejora en la situación de las personas homosexuales. En 1978, la reforma de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social eliminó la homosexualidad de la lista de delitos. Este cambio legislativo fue un primer paso crucial, aunque la homofobia social y la discriminación no desaparecieron de inmediato.
Durante la década de 1980, el movimiento LGBTQ+ en España comenzó a organizarse con más fuerza, inspirándose en movimientos similares en otros países europeos y en América Latina. Asociaciones como el Frente de Liberación Homosexual de Castilla (FLHOC) y el colectivo Lambda en Barcelona jugaron un papel fundamental en la lucha por los derechos civiles y la visibilidad.

Legado y memoria

Hoy, casi medio siglo después del fin del franquismo, España es uno de los países más avanzados en cuanto a derechos LGBTQ+. La igualdad de matrimonio fue legalizada en 2005, y las leyes antidiscriminación protegen a las personas de orientación sexual diversa. Sin embargo, el recuerdo de la represión franquista sigue vivo en la memoria colectiva de la comunidad LGBTQ+.
Es fundamental recordar y honrar a quienes sufrieron y resistieron durante esos años oscuros. La historia de la represión de homosexuales bajo el franquismo es una lección sobre la importancia de la lucha por los derechos humanos y la dignidad. Es una historia de sufrimiento, pero también de resistencia y esperanza, que sigue inspirando a las nuevas generaciones en la búsqueda de una sociedad más justa e inclusiva.