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Salud mental e infancia en Gaza: "Falta todo, incluso la idea de un futuro"

 

Davide Musardo es uno de nuestros psicólogos, y acaba de salir de Gaza. En la Franja, Davide ha tratado de apoyar a los gazatíes a paliar los diversos problemas de salud mental que padecen en circunstancias terribles en medio de los incesantes bombardeos. Davide reflexiona sobre los inquietantes recuerdos de las personas que viven una realidad insoportable.



Por Davide Musardo, psicólogo de Médicos Sin Fronteras recién llegado de Gaza

Nunca he vivido nada parecido a lo que vi en Gaza.

En algunas sesiones incluso teníamos que gritar para que nos oyeran, para superar el ruido de los drones y las bombas. Y cuando no había combates fuera, el sonido de fondo eran los llantos de los niños en el hospital. Niños mutilados, con quemaduras o sin padresNiños con ataques de pánico, porque el dolor físico desencadena heridas psicológicas cuando el dolor te recuerda la bomba que cambió tu vida para siempre.

Los niños más tranquilos dibujan drones y aviones militares. La guerra está por todas partes en el hospital; el olor a sangre es insoportable. Esta es la imagen que me traigo de Gaza.

Hay algunos rasgos comunes a todos los pacientes que he visto en Gaza. Piel oscura, casi quemada, porque están expuestos al sol todo el día. Pérdida de peso porque la comida escasea. Tienen el pelo blanco por el estrés de estos meses de guerra. Y todos tienen rostros inexpresivos. Un rostro que ilustra la pérdida, la tristeza y la depresión.

Gente que lo ha perdido todo.

“Echo de menos las pequeñas cosas. Las fotos de mi madre que murió hace años, la taza con la que solía tomar café. Echo más de menos mi rutina que mi casa rota”, me dijo un paciente. “Llevo meses sin beber un vaso de agua fresca. ¿Qué clase de vida es esta?’, me preguntó otro paciente.

Como seres humanos, somos proclives a contar el dolor y el sufrimiento a los que nos enfrentamos. Pero ¿cómo contar una historia de dolor a alguien que está pasando por lo mismo que tú? Por eso una de nuestras prioridades es ofrecer un espacio seguro de escucha a nuestros pacientes y al personal sanitario palestino que lleva más de ocho meses trabajando sin descanso.

Aquí, en Italia o en España, borramos las fotos borrosas o inútiles de nuestros teléfonos. En Gaza, la gente borra fotos de familiares que murieron durante los bombardeos, pensando que no verlos más aliviará su sufrimiento. 

He visto a gente derrumbarse al recibir la noticia de otra orden de evacuación. Algunas personas han cambiado de lugar hasta 12 veces en ocho meses. “No moveré mi tienda nunca más, será mejor que me muera", he oído decir a algunas. 

En Gaza se sobrevive, pero la exposición al trauma es constante. Falta todo, incluso la idea de un futuro. Para la gente, la mayor angustia no es el presente —las bombas, los combates y el duelo—, sino las secuelas. Hay poca confianza en la paz y la reconstrucción, mientras que los niños que vi en el hospital mostraban claros signos de regresión. 

Aunque he salido de Gaza, es como si siguiera allí. Todavía puedo oír los gritos de los niños quemados. Necesitamos un alto el fuego inmediato y duradero; sin él, curar las profundas heridas psicológicas será imposible.

Artículo originalmente publicado en El Mundo