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Querida Leonor (Por culpa de un azar sin mérito)

 






Esta carta a la princesa Leonor forma parte del libro Cartas a una reina, compilado por Arturo Pérez Reverte. La manifestación republicana de hoy domingo es una buena ocasión para publicarla aquí, recordando la necesidad de una España republicana y federal.

¡Ay Leonor! Tu madre aún recuerda hace dieciocho años el revuelo que se armó cuando una tromba de periodistas y fotógrafos entraron en la habitación a fotografiarte y tu padre se quedó lívido en su esquina porque no entendía nada y los flashes y las preguntas se enseñorearon en la estancia mientras alguna que llevaba obsequios agitaba los brazos en la habitación como aspas de trasatlántico y parecía que estuvieran tomando La Bastilla aunque más bien estaban representando como en la Gran Vía de Madrid El Rey León sin negros y en femenino pero cómo demonios habían llegado hasta allí y fue al final tu madre la que dijo sensata tapando tu cara ¡que ésta es otra Leonor, que ésta es otra Leonor! y entonces poco a poco se silenciaron los flashes y se requebraron los agasajos porque tú no te habías ganado ni flashes ni agasajos pues eras Leonor pero tu sangre era roja y tu suerte iba a ser la de toda tu generación así todo sin aliento.

¿Sabías, Leonor, que al lado de donde tú naciste nació otra Leonor, de fortuna diferente? Ya es mala suerte, o buena, nacer en la misma clínica y al lado de tan egregia persona. Estuvo mal que, cuando se dieron cuenta del error, se llevaran los regalos y, además, no se disculparan. Pero nunca el gremio del periodismo ni el de la aristocracia han destacado por los dones de la cortesía; son más de la daga y el veneno. Quizá por eso tus padres siempre han querido regalarte lo mejor que podían en tu cumpleaños, para compensar aquella confusión. Aunque algunos años las cosas han estado apretadas, cuántas crisis os han tocado a vuestra generación, y solo pudiste disfrutar ese día de tu plato favorito, una atención de tu madre: "¿Qué comida quieres hoy, Leonor?". Tus gustos nunca eran caros, porque sabías que pidiendo unos canelones le alegrabas a tu progenitora tu aniversario, ya que se sentía buena madre dándote un poco de lo mucho que quería darte y no podía.Cumples dieciocho años, Leonor, y como cualquier persona de tu edad, tienes sueños adornados como solo saben vestirse los sueños. Sabes que los sueños, sueños son y no te engañas, pero sueñas. Y también te ríes. Mira que siempre querer, en la representación del colegio, que te vistieras de princesa. ¡Dejadme en paz!, decías. Lo que quieres es estudiar, viajar, escribir, amar y, como casi todas las chicas de tu generación, ser famosa. Hiciste unos vídeos en YouTube, que los jóvenes sois nativos digitales, que es como ser antiguo y moderno al mismo tiempo, pero prefieres que nadie los vea, como los poemas que escribían antes los adolescentes. ¡Cómo podías llevar esas pintas! Qué ganas de vestirte mal. Tú decidías. No te quejes. Eso sí, ni un solo día has dejado de recibir las bromas de tus amigos en el colegio y en el instituto: "¡Te cambiaron en la cuna! ¡Tú no eres Leonor, la de la Milagros, tú eres una princesa!"

Mira que nacer en el mismo lugar y al mismo tiempo que la que se llevó tus regalos. Es imposible que hubieran cambiado las cunas. Con tanto guardaespaldas, como para andar cambiando las cosas de sitio. ¿Pero te imaginas? Ella estaría ahora en tu casa en la calle Tribulete, compartiendo tu miedo y el de tu madre, que tu padre se murió en un accidente con el taxi, esperando que os desahucien porque han vendido el edificio a un fondo de inversión, y tú estarías en el extranjero, habrías aprendido todos los idiomas, te cortejarían jóvenes oficiales y te habrían regalado el día de tu cumpleaños trajes de princesa y no un plato de pasta.

Es verdad que tendrías que cargar con un abuelo que no es como el de Heidi, y también con un apellido al que algunos quieren teñir de sombras. ¡Como si todas las generaciones pasadas no hubieran limpiado la memoria de Fernando VII, de Isabel II o del tatatarabuelo Alfonso, o el tatarabuelo Juan y las simpatías de ambos con el franquismo! ¿Y tú qué culpa tienes? Aunque sabes que la que terminó llevándose todas las fotos tiene que cargar con su apellido, porque de lo contrario no tendría el privilegio de ser tan especial. "Ojo por ojo, diente por diente", piensas mientras sueñas tus sueños de adolescente que ha vivido dos crisis, una pandemia, el miedo ante la crisis medioambiental, un planeta que cada vez es menos vivible, la amenaza de la guerra y demasiadas cosas que, como a tantas de vosotras, os llevan a que al final solo queráis ver vídeos idiotas en TikTok o vivir en Instagram la vida de la gente que vive más desahogada que vosotras, porque cuando os enfadéis lo vais a hacer muy en serio. De momento, como no os ofrecen vida, os ofrecen ocio.