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Nicolás Olea, experto en tóxicos ambientales: «Los recipientes que vayan al microondas tienen que ser de cristal»

 



El especialista explica que calentar envases plásticos provoca la liberación de sustancias que interfieren con nuestras hormonas y que se han asociado a enfermedades como la diabetes y el cáncer

Los disruptores endocrinos se están convirtiendo una plaga invisible en todo el mundo occidental. Son sustancias químicas presentes en plásticos, cosméticos y productos aromáticos como velas o ambientadores que, cada vez más, han demostrado estar detrás de problemas de salud como la diabetes o los trastornos tiroideos. Estos elementos son capaces de traspasar las barreras de la placenta y de la mama, lo que significa que, en muchos casos, se empiezan a acumular en el organismo a partir de la gestación o durante la lactancia.

El doctor Nicolás Olea, catedrático de Radiología y Medicina Física de la Universidad de Granada, dirige un grupo multidisciplinar que estudia medioambiente y salud, con especial atención en la relación entre disruptores endocrinos y cáncer, y es una de las mayores autoridades mundiales en la materia. Olea será uno de los ponentes del Curso de Verano de Oncología Integrativa que se realizará en la Universidad de Santiago de Compostela del 15 al 18 de julio. En este marco, el experto impartirá las sesiones «Disrupción endocrina: Cómo afectan los contaminantes químicos a nuestra salud y al medioambiente» y «Libérate de tóxicos. Producción ecológica: saludable y sostenible».

Cuáles son los tóxicos ambientales a los que nos exponemos más frecuentemente? ¿De dónde provienen?

—Hay una preocupación creciente por la exposición a contaminantes químicos ambientales vehiculizados por la alimentación, ya sea por el residuo de pesticidas, ya sea por el embalaje o el envasado de los alimentos, sobre todo el plástico, o ya sea por la forma de cocinar, a través de las sartenes antiadherentes o algunos utensilios plásticos. Pero también hay tóxicos en la composición de los cosméticos. Y hay preocupación por los textiles. Todos esos elementos conllevan la exposición humana a un tipo de contaminantes que llamamos disruptores endocrinos.

—¿Qué son los disruptores endocrinos?

—Son sustancias químicas que, una vez dentro del organismo, modifican el equilibrio de las hormonas. Y afectan fundamentalmente a las mujeres embarazadas y a los bebés por la lactancia. Se está viendo que puede haber un efecto combinado de unos contaminantes con otros que actúan a bajas dosis, pero pueden ser sumatorios. Fundamentalmente, la mujer es la verdadera diana de estas exposiciones, sobre todo durante la crianza.

—¿Qué efectos tienen estos disruptores en nuestro sistema?

—Como fundamentalmente afectan a las hormonas, cualquier sistema hormonal puede verse alterado. Nosotros hemos estudiado bastante el impacto en obesidad y diabetes, dos patologías de carácter hormonal, los problemas tiroideos, ya que la hormona tiroidea es la quinta medicina más vendida en España. También estamos viendo problemas de fertilidad en las parejas por endometriosis en las mujeres o bajo conteo espermático en los hombres. En niños, hemos visto problemas de comportamiento, de desarrollo neuroconductual o TDAH. Y a largo plazo, se asocian a cáncer de mama en la mujer o cáncer de próstata en el hombre.

—¿Cómo podemos reducir nuestra exposición a estos tóxicos?

—Por la vía digestiva que es, probablemente, la más importante, la clave es la elección de los alimentos. Hay que comer productos frescos, de cercanía, de temporada, evitar los ultraprocesados y, si es posible, comer productos ecológicos. Con eso reduces la exposición a pesticidas y a envases alimentarios que contribuyen a la disrupción endocrina. No olvidemos que la Unión Europea acaba de regular la exposición a Bisfenol A, un compuesto presente en el interior de las latas de conservas. Por vía dérmica, la reducción de los productos de cuidado personal y los cosméticos es importante. Una mujer española puede utilizar hasta 12 productos de cuidado personal y cosmética al día, con 38 componentes cada uno, lo que supone una dosificación diaria de 370 componentes. Lo mejor es ser cautos y buscar productos de confianza. En cuanto a la vía inhalatoria, muchos disruptores endocrinos están en casa, entonces, aconsejamos ventilar el hogar a la mañana y a la tarde, por lo menos una hora, aspirar mejor que barrer, y tener cuidado con los textiles, porque la mayor exposición a contaminantes químicos viene de ellos. El polvo de casa actualmente es en su mayoría fibra textil, poliamidas y poliéster, con todos los aditivos que lleva el textil. Estas medidas aseguran una disminución de la exposición.

—¿Los cosméticos de farmacia son más seguros que los de los supermercados?

—No necesariamente. Lo que nos preocupa de los cosméticos son tres componentes, las siliconas, los parabenos y algunos filtros ultravioletas. Los parabenos están regulados, pero la presencia de compuestos como las benzofenonas en los filtros ultravioletas, no. Son sustancias legales y autorizadas. Estos compuestos que se absorben por la piel pasan a la leche materna y a la alimentación de los lactantes. Habría que tener consciencia de que durante el tiempo de lactancia las mujeres disminuyeran esta exposición a cosméticos. Se habla de la barrera placentaria o mamaria, pero la experiencia dice que las sustancias pasan, las exposiciones son muy habituales, más de lo que podríamos imaginar. Hemos acabado un estudio de 13.000 europeos analizados para ver qué tenían en sangre y en orina, y la conclusión es que los europeos de cualquier edad y sexo están expuestos a concentraciones alarmantemente altas de contaminantes químicos o ambientales.

—¿Los productos de limpieza del hogar tienen impacto?

Así es. Se ha convertido el armario de la cocina en un auténtico laboratorio, con más de 15 productos de limpieza diferentes con composiciones desconocidas. Uno no sabe lo que está comprando y la información al público es mínima. Hay productos mucho más inertes y seguros para la limpieza: aquellos que no tienen olor o aromatizante, o productos como vinagre y bicarbonato. Pero nos han vendido que las cosas tienen que oler a pinos silvestres y eso contribuye a la exposición a compuestos volátiles, algunos de los cuales son tóxicos. Entre lo que tenemos en el cuarto de baño, los productos de limpieza y la manía por los aromas sintéticos en casa, las velas, todo eso contribuye a la exposición. Y cuando medimos en la orina esos componentes, todos ellos están presentes. Es decir que la absorción a través de la inhalación o la piel es real.

—¿Los utensilios de cocina de plástico son un riesgo también?

—Por supuesto. Los objetos plásticos de la cocina se deberían cambiar por objetos de cerámica, cristal o hierro. Cambiar los tápers por unos de cristal y si la tapa es de plástico, hay que quitarla a la hora de calentar en el microondas y cambiarla por un plato invertido. La batería de cocina debería ser metálica. Los vasos, de cristal o de loza. Toda familia debería quitar el plástico de la cocina. Y las normas para hacerlo son guardar el agua del grifo en botellas de cristal para refrigerarla, utilizar siempre cristal para guardar la comida, deshacerse de las sartenes antiadherentes de materiales tóxicos y evitar las jarras de bebidas que sean de plástico.

—¿Por qué los plásticos no deberían ir al microondas?

—Los plásticos tienen un monómero y una serie de aditivos que le dan su resistencia al calor, su color y otras propiedades milagrosas. Esos compuestos químicos que están adheridos al plástico se liberan con mayor facilidad cuando se calienta. Por eso no debemos llevarlos al microondas y tampoco se recomiendan los moldes de silicona para hacer bizcochos o magdalenas. Se ha demostrado que calentar esos moldes implica el paso de las dimeticonas a los alimentos y de muchos de los plastificantes que lleva ese molde.

—Hemos estado expuestos a estas situaciones durante años. ¿Se pueden revertir los daños que haya podido causar esa exposición?

—Nosotros clasificamos los compuestos en dos tipos, los persistentes y los no persistentes. Los primeros no se metabolizan, son difíciles de eliminar y se van acumulando en el cuerpo según aumenta la edad. Solo se eliminan a través del embarazo y la lactancia, pero entonces pasan al bebé. No tenemos maneras de eliminarlos del cuerpo si son persistentes. Estos son los llamados forever chemicals, o COP, compuestos orgánicos persistentes. Son, por ejemplo, el DDT, que es un insecticida, el PVC o las biocidas, productos que se han utilizado durante muchos años y que ahora están prohibidos, pero queda su residuo. A eso hay que añadir los PFAS, que forman parte de los aislantes, los repelentes del agua y los productos antimanchas. La Unión Europea ha prohibido siete de ellos, pero hay otros 12.000. Sin embargo, para los otros, por ejemplo, los componentes de plásticos, pesticidas no persistentes o cosméticos, la dosis diaria absorbida se orina o se descarta. Esto es más fácil de eliminar. Puedes controlar la exposición disminuyendo tu uso diario de productos cosméticos o tu consumo de alimentos envasados.