LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO. GABRIEL CELAYA (De Cantos iberos, 1955).
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante, mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando, como un pulso que golpea las tinieblas, cuando se miran de
frente los vertiginosos ojos claros de la muerte, se dicen las verdades: las bárbaras, terribles, amorosas
crueldades. Se dicen los poemas que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados, piden ser, piden
ritmo, piden ley para aquello que sienten excesivo. Con la velocidad del instinto, con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte en lo idéntico a sí mismo. Poesía para el pobre, poesía
necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto, para ser y en tanto
somos dar un sí que glorifica. Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan decir que somos quien
somos, nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno. Estamos tocando el fondo. Maldigo la
poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y
evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse. Hago mías las faltas. Siento en mí a
cuantos sufren y canto respirando. Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas personales, me
ensancho. Quisiera daros vida, provocar nuevos actos, y calculo por eso con técnica, qué puedo. Me
siento un ingeniero del verso y un obrero que trabaja con otros a España en sus aceros. Tal es mi poesía:
poesía‐herramienta a la vez que latido de lo unánime y ciego. Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho. No es una poesía gota a gota pensada. No es un bello producto. No es un
fruto perfecto. Es algo como el aire que todos respiramos y es el canto que espacia cuanto dentro
llevamos. Son palabras que todos repetimos sintiendo como nuestras, y vuelan. Son más que lo
mentado. Son lo más necesario: lo que no tiene nombre. Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.
(Poesía leída por PEDRO LÁZARO, amigo de la infancia en Reinosa).