Ellas arriesgan su vida, se exponen a torturas de todo tipo, desapariciones que duran años, son marginalizadas, insultadas, les echan de sus trabajos... Todo por defender la causa saharaui.
El festival FiSáhara intenta amplificar la lucha saharaui con el cine como punta de lanza de la resistencia cultural
A lo largo de esta semana, las familias y los asistentes de otros países que han viajado hasta Tinduf para conocer la realidad del Sáhara asisten a proyecciones y coloquios temáticos con películas sobre el Sáhara Occidental (Insumisas, Campos Elíseos, El Tiempo después de la Lluvia, Desert PHOSfate), Palestina (200 Metros, Roof Knocking), Timor Leste (La Guerra de Beatriz), Colombia (Igualada), Puerto Rico (Calle de la Resistencia) o Argelia (Hassna), entre otros.
Desde que el Gobierno español abandonó a su suerte al pueblo saharaui en 1976, este se ha organizado para la creación de un Estado independiente, con el Frente Polisario como representante y portavoz de sus integrantes. El FiSáhara es un intento de devolver el foco a estos refugiados, que llevan décadas a la espera de que las relaciones internacionales escuchen sus peticiones para recuperar las tierras que el régimen alaui decidió ocupar.
La vida y las rutas para llegar a los campamentos, tal y como ha visto Público, que ha viajado hasta el desierto argelino con motivo del festival, no es una tarea precisamente sencilla. Las casas de las familias suelen construirse con materiales muy precarios, que acaban volándose si sacuden fuertes vientos o convertidas en barro si resulta que llueve. El agua escasea, la luz es inestable y, como consecuencia, también los recursos sanitarios son limitados. Las organizaciones de cooperantes intentan ayudar en la medida que pueden, pero las garantías son pocas, sobre todo desde que se reactivó el conflicto armado en 2020.
En Sáhara Occidental, el agua escasea, la luz es inestable y los recursos sanitarios son limitados
Es la primera semana de mayo y el sol ya abrasa sin piedad en Ausserd, por eso las proyecciones de las actividades y las proyecciones de las películas suelen empezar a partir de las 19.00h. Desde ese momento, el recinto del festival empieza a llenarse de gente de todas las edades que acude vestida con colores y trajes típicos saharauis (también prohibidos y perseguidos por Marruecos en el territorio invadido). Pero sobre todo se ven mujeres con sus melfas, vestidos que les cubren el cuerpo, sus cabellos y caras.
Ellas son en estos momentos el alma de la resistencia, tanto en las zonas ocupadas como en los cinco campamentos ubicados en la frontera de Argelia (Ausserd, Smara, Dajla, El Aaiún y Bojador). Mientras sus maridos trabajan en el extranjero, en países como España o Cuba, o luchan en el frente, son ellas quienes sostienen con sus cuerpos la vida y los cuidados.
Por ello, también son las protagonistas a la hora de mostrar a los visitantes los usos y costumbres saharauis con comida típica, fabricación de ropa, música, danzas y juegos tradicionales en el FiSáhara. Sobre sus hombros cae una violencia sistémica que es doble: por ser saharauis, por un lado, y por el hecho de ser mujer en una sociedad donde la igualdad sigue siendo un asunto pendiente, por otro.
Sin embargo, eso no les impide ser el gran bastión de las movilizaciones por la liberación de su pueblo. Así lo han explicado Elghalia Djimi, Mina Baali, Salha Boutenghiza y Mahfouda Lekfir, defensoras de los derechos humanos en primera línea en el Sahara ocupado, durante una de las mesas redondas que se organizan en el recinto del festival.
Arriesgan su vida, se exponen a torturas de todo tipo, desapariciones que duran años, son marginalizadas, insultadas, les echan de sus trabajos... Todo por defender la causa saharaui allí donde el rey de Marruecos quiere hacerla desaparecer y España hace oídos sordos. Pero sus almas son insumisas y, como dice el eslogan del FiSáhara en su decimoctava edición, resistir es vencer.