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¿Fue modélica la Transición española?

 



Adolfo Suárez en el Congreso de los Diputados.- Imagen de Archivo.
Adolfo Suárez en el Congreso de los Diputados.- Imagen de Archivo.

Uno de los eslóganes del 15M fue que la transición española a la democracia no había sido tan modélica como nos habían contado. Mucha gente se asombró. Siempre los medios habían reconocido y proclamado que nuestra transición política fue excelente, celebrada y admirada por otros países. Quizás los más críticos con el eslogan fueron los líderes del PSOE, que estuvieron en la primera fila del cambio de la dictadura a la nueva democracia. Líderes que guardaban la hazaña de la Transición como oro en paño. Su mejor legado a las futuras generaciones de España. Recuerdo que Zapatero y Bono se reunieron con Pablo Iglesias, líder del nuevo partido político Podemos, para convencerle de que no sabía ver y valorar las virtudes de la Transición española a la democracia, sus aciertos en circunstancias muy adversas.  

Hoy demonios ocultos de aquella denominada extraordinaria e inigualable transición política están aflorando a la superficie. Hoy advertimos que varios frentes de colectivos profesionales y fuerzas vivas de la dictadura no sufrieron reproche alguno y siguieron ejerciendo sus funciones como si nada hubiera pasado. Ni fueron discriminados ni menos aun depurados. Se mantuvieron incólumes, mientras que las esferas del nuevo poder democrático ingenuamente mantenían la esperanza de su adaptación a los nuevos tiempos democráticos. Tanto como depuró el dictador Franco, que arrasó a partidos políticos, sindicatos, colectivos y personas por el mero y simple hecho de no ser adictos al régimen fascista, y por el contrario el nuevo régimen democrático tendió un puente de plata a los franquistas, no para que huyeran, sino para que convivieran con plenos derechos en la nueva democracia. Dejó intactos los poderes fácticos más importantes: el ejército y los jueces. Uno apoyado en las armas. El otro en el código penal.

  28/05/2024

Adolfo Suárez en el Congreso de los Diputados.- Imagen de Archivo.
Adolfo Suárez en el Congreso de los Diputados.- Imagen de Archivo.

Uno de los eslóganes del 15M fue que la transición española a la democracia no había sido tan modélica como nos habían contado. Mucha gente se asombró. Siempre los medios habían reconocido y proclamado que nuestra transición política fue excelente, celebrada y admirada por otros países. Quizás los más críticos con el eslogan fueron los líderes del PSOE, que estuvieron en la primera fila del cambio de la dictadura a la nueva democracia. Líderes que guardaban la hazaña de la Transición como oro en paño. Su mejor legado a las futuras generaciones de España. Recuerdo que Zapatero y Bono se reunieron con Pablo Iglesias, líder del nuevo partido político Podemos, para convencerle de que no sabía ver y valorar las virtudes de la Transición española a la democracia, sus aciertos en circunstancias muy adversas.  

Hoy demonios ocultos de aquella denominada extraordinaria e inigualable transición política están aflorando a la superficie. Hoy advertimos que varios frentes de colectivos profesionales y fuerzas vivas de la dictadura no sufrieron reproche alguno y siguieron ejerciendo sus funciones como si nada hubiera pasado. Ni fueron discriminados ni menos aun depurados. Se mantuvieron incólumes, mientras que las esferas del nuevo poder democrático ingenuamente mantenían la esperanza de su adaptación a los nuevos tiempos democráticos. Tanto como depuró el dictador Franco, que arrasó a partidos políticos, sindicatos, colectivos y personas por el mero y simple hecho de no ser adictos al régimen fascista, y por el contrario el nuevo régimen democrático tendió un puente de plata a los franquistas, no para que huyeran, sino para que convivieran con plenos derechos en la nueva democracia. Dejó intactos los poderes fácticos más importantes: el ejército y los jueces. Uno apoyado en las armas. El otro en el código penal.  

Militares y Policías 

Los militares más franquistas no fueron depurados. Se optó por la lenta renovación de los cargos. Como consecuencia el ruido de sables no paró de ensordecer a la sociedad española preocupada ante los rumores, más o menos sólidos, de que se avecinaba un golpe de Estado para destruir la incipiente democracia. Conocemos el golpe fracasado de 23 de febrero de 1981, pero hubo otros intentos, antes y después de esta fecha. El más conocido el de 27 de octubre de 1982, que se pudo abortar y concluyó con la condena judicial de dos coroneles y un teniente coronel. Y tuvimos suerte, porque el golpe de Estado de 1981 fracasó debido a que no se entendieron las tres facciones que lo integraban según los expertos. Durante largo tiempo los ruidos de sables no desaparecieron.  

Todavía hoy detectan los medios a colectivos de militares franquistas con proclamas antidemocráticas. Militares de graduación retirados que quieren matar a millones de españoles, como hizo su admirado Franco, o que piden a sus compañeros que depongan al presidente Sánchez. 


La policía recibió el mismo trato que los militares. La temida Brigada Político-Social de la dictadura, cuyo método había sido la tortura y el asesinato, pasó sin más a integrarse en la Brigada Central de Información Política de la nueva democracia. Continuó ejecutando violencia política. Algunos de sus personajes más siniestros fueron galardonados con la medalla al mérito policial.  

Jueces y Fiscales 

Los jueces franquistas no fueron depurados, ni siquiera los más despiadados, que sentenciaron pena de muerte, cuando podrían haber impuesto una pena menor. Pasaron sin más de aplicar las normas de la dictadura a las normas de la nueva democracia. La judicatura se ha rejuvenecido, pero en la cima de la judicatura, en los cargos más relevantes, toman su asiento todavía viejos jueces de la época de la dictadura y de la transición política.  

Nos sorprende hoy los casos de lawfare, ya se entienda el lawfare en un sentido amplio, influencia de políticos y/o  medios en un determinado juez, o en sentido concreto, juez que asume la influencia de políticos y/o medios con la finalidad en ambos casos de destruir la reputación del adversario político e incluso provocar un cambio político (como en el caso de libro de la exvicepresidenta de Valencia, Mónica Oltra). Sentidos gris y negro del lawfare, del que solo un ingenuo puede asegurar su inexistencia.

 Los casos de lawfare, que siguen saltando a la esfera pública (bien se encargan los medios de airearlos), nos muestran una connivencia entre querellantes de ultraderecha y jueces antidemocráticos. Una serie de elementos explican por qué se producen estos hechos: la ausencia de la depuración de jueces franquistas en el momento de cambio de régimen político en España y del proceso de la transición política, la jerarquización de la judicatura, la integración de los jueces jóvenes en el marco de la ideología conservadora de jueces mayores jerárquicamente superiores, la politización de la justicia y especialmente del Consejo General del Poder Judicial, en la que un amplio sector de miembros han dado muestras sobradas de su extremo conservadurismo y prácticas antidemocráticas.  

Otro tanto cabe decir de los fiscales. Tengo en la mente los aplausos dispensados por la asociación mayoritaria de fiscales a Feijóo, líder de la oposición, cuando éste les prometió en una reunión que "suprimiría toda la legislación del sanchismo". La transición política dio campo libre a fiscales y jueces franquistas -la gran mayoría del escalafón- y ahora está permitiendo el Gobierno y el Parlamento que les recriminen públicamente sus leyes. ¿Por qué permiten que los jueces sean el único poder estatal que no rinde cuentas y que carece de control externo? El Gobierno tiene el control externo del Parlamento. El Parlamento el control externo de los ciudadanos que pueden retirarle su confianza en posteriores elecciones. ¿Qué control externo tienen los jueces? Ninguno.