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El nazi y el conejo DAVID TORRES

 



En la foto de familia entre Netanyahu y Abascal hay tantas incongruencias y tantas similitudes que, al escrutarla atentamente, dan ganas de voltearla y mirarla del revés, igual que ese dibujo comentado por Wittgenstein en sus Investigaciones filosóficas, el cual, visto desde un ángulo, es un pato, y visto desde el otro, un conejo. Decía Wittgenstein que al final todo depende de la perspectiva del espectador, de su posición ante el dibujo, en definitiva, de su postura ante el mundo. Del mismo modo, en el apretón de manos entre Netanyahu y Abascal unos ven a un nazi y a un judío, otros a dos defensores de la libertad, otros a dos nazis y, los más imaginativos, a un nazi judío y a un moro disfrazado de conejo. 

Para encontrar una imagen histórica tan ridícula e incoherente tal vez habría que remontarse al pacto germano-soviético entre von Ribbentrop y Molotov en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, antes de que Alemania y la URSS se repartieran Polonia en pedazos. Lo que ocurre es que, para empezar, aquí Palestina (que hace el papel de Polonia sólo que sin ejército, sin aliados y sin reconocimiento internacional) ya está invadida, destrozada y machacada; que Abascal no va a sacar nada de la foto excepto la foto; y que no está nada claro cuál de los dos haría de Molotov, porque ambos tiran más a von Ribbentrop. Bien mirada, la foto es un ejemplo perfecto del "Dios los cría y ellos se juntan". La mires por donde la mires, te salen dos patos, un pato y medio o un pato haciendo el paso de la oca. 

Es el colmo del cinismo que un criminal de guerra, con una orden de detención recién cursada por parte del Tribunal de La Haya, invoque el nombre sagrado de los seis millones de víctimas del Holocausto como excusa para seguir perpetrando otro Holocausto en miniatura en Gaza. En cuanto a las evidentes acusaciones de terrorismo contra Hamás, no hace falta rebuscar mucho para concluir que la fundación de Israel tuvo lugar gracias a una campaña terrorista perfectamente meditada y ejecutada. Hoy día, si a algún grupo étnico se parecen los judíos europeos en los campos de exterminio es a los palestinos masacrados por los israelíes, a los uigures víctimas del gobierno chino o a los millones de congoleños muertos en una guerra completamente ignorada por los medios. Normal que Netanyahu y sus mamporreros se molesten cuando lo llaman nazi, pero si empleas técnicas de segregación racial copiadas de los nazis, ametrallas campamentos de refugiados saltándote todas las reglas del derecho internacional y matas sin el menor pudor a miles y miles de niños al estilo de los carniceros nazis, pues vale, no serás un nazi, pero te pareces a ellos como un pato a otro pato. Claro que, si luego vas y te haces una foto junto a un vocero de ultraderecha, xenófobo como él solo y líder de un partido cuyo nombre viene directamente de una revista satírica editada por el servicio de propaganda nazi, a lo mejor es que querías despejar las dudas. 


Entre Milei, Trump, Bolsonaro y Netanyahu, Abascal tiene ya un álbum de fotos digno de editarse en un pasquín de busca y captura. Oscar Puente fue a hacerse la foto en el concierto de Taylor Swift en el Bernabéu y dicen que dejó mal aparcado el coche, mientras Abascal fue a Israel a hacerse una foto con Netanyahu, recién nombrado genocida del año, y aparcó el sentido común (si es que alguna vez lo tuvo) en una fosa común. No busquen en la foto ni el pato ni el conejo porque sólo es una mancha en un test de Rorschach: una mancha de sangre con treinta y cinco mil muertos inocentes y el silencio atronador del mundo ante un exterminio en vivo y en directo.