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Chile. Permitido virar sólo a la derecha

 


Cuando en política se renuncia a mantener ciertos “principios” movido por la presión de quienes son sus adversarios, se devela la falta de convicción del sujeto que cambia.

Se ha hecho habitual que la prensa dominante, intelectuales y políticos de derecha celebren y valoren los constantes episodios en que Gabriel Boric renuncia de manera radical, a lo que antes de ser presidente sostenía con vehemencia como profundas creencias.

Y es que claro, toda su transformación es hacia la derecha.

Predicó por años un relato que cuestionaba los pilares esenciales del modelo económico. Su organización sindicó con nombres y apellidos a los responsables de estas políticas que después de 30 años mostraban al país como uno de los más desiguales de la región.

Combatieron con una formidable batería argumental de porqué la educación debía ser publica, gratuita y de calidad. Asimismo, su narrativa de casi una década, apuntó directamente al injusto sistema mal llamado de seguridad social que convirtió a la salud y a las pensiones en un suculento negocio privado para grandes grupos económicos.

En realidad, el discurso crítico hacia el modelo era coherente, podía no gustar a los defensores del sistema heredado de la dictadura, incluida la ex Concertación; pero sintonizaba muy bien con la mayoría de la población, en especial, con el mundo social, con los estudiantes, pobladores y trabajadores que en su mayoría no ha recibido en estos treinta y cuatro años, ninguno de los logros que los defensores del modelo se encargan de mostrar como exitosos.

La crítica, a veces despiadada de Boric, Vallejos y Jackson, no se contentó con solo cuestionar los efectos regresivos del modelo económico, sino también cuestionaron con mucha energía el carácter antidemocrático del régimen político imperante, cuyos principios esenciales se han mantenido incólumes a través de la Constitución Política y que han permitido que la derecha, no siendo más de un tercio, durante décadas pueda representar la mitad del congreso y por esa vía impedir transformaciones en beneficio de las mayorías.

Lo más sorprendente, sin embargo, es que Boric y sus adherentes no solo instalaron una práctica discursiva cuestionando el modelo económico y político, sino que fueron más lejos, instalaron una retórica axiológica que denunciaba los aspectos morales de quienes habían dirigido el país durante la mayor parte del retorno a la democracia.

En eso, Gabriel Boric fue implacable y logró concitar la simpatía de muchos jóvenes que, hastiados de las componendas, asociaban a un problema generacional la decadencia de la política. Las mayores víctimas de esta ofensiva fueron sin duda, Ricardo Lagos y Michele Bachelet que simbolizaban, a juicio de los jóvenes la traición de quienes se reclamaban de izquierda y, Lagos y Bachelet habían llegado al poder reclamándose de ese lugar en la esfera política.


Cambiar dice la derecha no es malo, siempre que no se vire hacia la izquierda.

La historia está llena de conversos. Muchos de estos, ganan para sí el reconocimiento de los poderosos, que a veces les premian con granjerías económicas y privilegios, los llenan de adulaciones; pero, en el fondo los detestan y desprecian.

Hoy día el viraje hacia la derecha es total. No solo se abandonaron aspectos relevantes del discurso que los llevó al poder, sino lo más grave, se terminaron validando aspectos sustantivos del modelo que hasta hace poco se cuestionaban.

Boric y sus nuevos camaradas

Con ello, las consecuencias son inimaginables, el daño a la confianza de quienes creyeron que se podía avanzar hacia un país mejor es frustrante. No tanto, porque la derecha intransigentemente obstaculice cualquier reforma, sino porque, la debilidad de las convicciones de quienes gobiernan el país, facilita que la derecha, siendo minoría, logre avanzar mucho más tras sus intereses de lo que podría haber logrado bajo un gobierno de su mismo signo.

Cuando la “izquierda” traiciona los sueños e ilusiones de un pueblo, la magnitud de la derrota es profunda. Solo el tiempo dirá cuan profundo ha sido el desencanto y el daño producido, y cuanto demoraremos en volver a ponernos de pie; aunque el mismo tiempo pondrá nuevamente en marcha a ese mismo pueblo, desencantado y traicionado para continuar la lucha por sus derechos.

Como decía Allende “no se detienen los procesos sociales, ni con el crimen ni con la fuerza”, tampoco con la felonía.