Queremos hechos. Ya no basta con que se nos cuente que el PP y Vox son muy malos o incluso peores
Los cinco días que conmovieron a la izquierda española y parte de la otra han dejado al PSOE en fila de a uno y en posición de saludo, a los de Sumar preguntándose si alguna vez les permitirán continuar adelante con su proceso de construcción sin más distracciones, sustos e interrupciones, al independentismo catalán con cara de póker, a los vascos y a los gallegos pensando en lo locos que están estos romanos y a la derecha y la ultraderecha donde siempre: en otra nueva lucha final contra el malvado gobierno rojosatánico y el profeta negro del sanchismo. No deja de resultar algo reconfortante, a veces, disponer de esta certeza de que, en España, sin importar lo que pase, la derecha y la ultraderecha nunca cambian y siempre ejecutan la misma rutina; es bueno tener alguna certeza en este mundo líquido en que nos cuentan que vivimos.La sinopsis de lo sucedido podría redactarse así. Pedro Sánchez se retira a reflexionar agobiado porque este darle duro y a la cabeza en bucle que parecía volverle más fuerte se extiende ahora a su familia y siente que no tiene ni necesidad ni ganas de soportarlo. Dijo que en cinco días nos contaría si seguía o no. Fue exactamente lo que hizo. No aquello que todos los demás pensábamos que iba o debía hacer. Eso no le vuelve ni un mentiroso, ni un tacticista, tampoco permite extraer conclusiones sobre su sinceridad; sólo nos hace a los demás demasiado listos. La respuesta fue que seguía, pero que no iba a continuar por la senda del duro y a la cabeza; que su réplica iba a ser liderar la regeneración democrática. Ya tenemos la contestación del PP y de Vox: más duro y más a la cabeza. Ahora, presidente, queremos comprobar cuál va a ser la suya. Si todavía más duro y a la cabeza como hasta ahora, o vamos a empezar a hablar y razonar sobre política y sobre políticas, como nos ha anunciado. Si lo que hizo Sánchez fue sentimiento o táctica ya carece de importancia. Cada uno creerá lo que quiera o le convenga. La famosa carta en su cuenta de X se ve tan mal escrita que, o era lo que le pedía el cuerpo en aquel momento, o la ha redactado un auténtico genio del marketing. Lo relevante es por dónde tirará ahora, si las acciones y decisiones de su Gobierno se van a corresponder con lo que nos ha contado que pretendía hacer y hacía que mereciese la pena mantenerse en la Moncloa.
Ya hemos hablado bastante del fango. Ahora toca ponerse a limpiarlo porque ya nos empieza a entrar por la boca y la nariz, y cuesta respirar. Al presidente y a su Gobierno les corresponde la responsabilidad de finiquitar esta dialéctica política, centrada únicamente en convertir la conversación pública en un páramo estéril, asolado por el ruido y la furia, y donde solo lo pútrido pervive. Al presidente y a su Gobierno les corresponde ahora la responsabilidad de asegurar el derecho que realmente está en riesgo en España, que no es la libertad de prensa, de la que vamos sobrados, sino el derecho de los ciudadanos a acceder a una información veraz, rigurosa y plural. Una buena manera de empezar sería convocar ruedas de prensa de verdad, no apariciones marianas. Tampoco estaría de más que los míticos portales de transparencia de todas las administraciones dejasen de parecer el laberinto del minotauro.
Al presidente y a su Gobierno les corresponde ahora la responsabilidad de tomar todas las medidas necesarias para acabar con el secuestro del Poder Judicial, propiciado por el Partido Popular y sus magistrados y vocales de guardia. Al presidente y a su Gobierno les corresponde ahora la responsabilidad de promover la creación de órganos independientes que velen por la limpieza de las actividades privadas en los entornos de los responsables públicos, o por la equidad y la profesionalidad en el reparto de las ayudas y contratos públicos entre los medios de comunicación, o por la responsabilidad de las empresas y redes sociales que facturan millones con la industria del bulo. La lista de sitios por dónde arrancar continúa y luce tan extensa que se antoja fácil escoger.
De sentimientos vamos más que servidos, presidente. Hemos saltado de pantalla. Queremos hechos. Ya no basta con que se nos cuente que el PP y Vox son muy malos o todavía peores. El liderazgo se demuestra andando y el camino de la regeneración democrática es muy largo.