Aníbal Malvar
Nuestro ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, no está muy de acuerdo con que España reconozca al Estado palestino en el consejo de ministros del 21 de mayo. O así lo hizo intuir en recientes declaraciones. "Las resoluciones del Consejo de ministros nunca se anticipan", afirmó con diplomática contundencia y tomándonos un poco por tontos, dicho sea con respeto.
La opinión pública suele conocer bastante de antemano casi todas las resoluciones que tomará el Gobierno en sus sanedrines de los miércoles. O sea que sí se anticipan, ministro. A veces incluso en solemnes comparecencias de autobombo preelectoral. Ahí los ministros y presidentes anuncian inminentes medidas revolucionarias como voceadores de un barato, barato de mercadillo político.
Para zanjar este asunto, antes de realmente analizar lo que significan las palabras del ministro Albares sobre el reconocimiento del Estado palestino, he de decir que no me parece muy listo ningún ministro que trate a sus votantes como bobos. Salvo que sea de ultraderecha.
Asegura Albares que para reconocer al Estado palestino hay que esperar "el mejor momento", y a mí me parece sensato. Pero es que "el mejor momento" se viene esperando desde 1948, cuando se impone la construcción en territorio palestino del Estado de Israel. ¿Por qué no lo colocaron en Texas? ¿O en Baviera? La pregunta es inocente, pero yo soy así.Tampoco vamos a precipitarnos por un quítame allá estos 75 años, ministro Albares. Setenta y cinco años condenando a los palestinos a ser un pueblo de apátridas masacrados. Por eso los colonos israelís llevan 75 años okupando a sangre y machete las casas y tierras de los palestinos. Israel suma 75 años invadiendo un no-país y, por tanto, asesinando a no-seres humanos. Y esa ha sido la gran excusa de las pacíficas democracias europeas para contemplar si sale el sol por Antequera, mientras EEUU encumbraba a un psicópata y anunciado genocida como Benjamín Netanyahu.
Pero ahora la hipocresía internacional tiene un problema. Ya no controla los medios. Las teles han sido sustituidas por las redes sociales, y los periodistas a pie de campo en Gaza nos filtran cada día imágenes de decenas de niños abrasados, amputados, tiroteados, agonizantes, huérfanos.
Van 13.000 menores gazatíes muertos por Israel. Pero Albares quizá considera prudente esperar a que sean 14, 15 o 20.000 para encontrar su "mejor momento". Nunca antepongamos la vida de decenas de miles de niños a las decisiones diplomáticas, no vaya a ser que a nuestros cónsules y embajadores les dé un estrés entre el té de las cinco y las pastitas de las ocho.
Dicen los sabiólogos más politicudos que Albares no desea que el urgente reconocimiento español del Estado palestino, junto a Irlanda, altere el resultado de las elecciones europeas del 9 de junio. Y que por eso quiere posponerlo, para ser más que ponderado. Si así fuere, yo le comentaría al ministro de Exteriores que en las elecciones europeas, como en todas, se votan decisiones, no palabras hueras y prudencias. A no ser que queramos convertir la política y la humanidad en un desfile de moda de vestidos verbales sin cuerpo ideológico que los sustente. Bellos trapos vacíos e inermes abandonados en una pasarela.
Si el Consejo de ministros español no aprueba el reconocimiento del Estado palestino antes de las elecciones europeas, será un gobierno cobarde y lacayo de esa ultraderecha que va a enseñorear Europa. Precisamente por eso hay que tomar la decisión antes de estas elecciones continentales. Y, además, sin duda movilizaría voto humanitario. Hasta podríamos sentirnos, por un día, orgullosos de ser españoles, que ya sería apoteósico.
El socialismo europeo se muere de corbata y cobardía, y España es prácticamente el único país donde mantiene cierta pujanza en el continente (Olaf Scholz, ya tal). Nuestro gesto con Palestina tendría más alcance que el meramente doméstico, pues Pedro Sánchez es, ni más ni menos, presidente de la Internacional Socialista, aunque lo mantiene bastante en secreto. Quizá le dé pudor, siendo tan guapo.
Ya que presumen de cultos caballeros, Albares y Sánchez deberían recordar aquella copla de Juan de Encina que tan bellamente cantó Amancio Prada, y que dejo aquí sin más explicaciones, pues en este contexto se entiende perfectamente. Carcelero, no te tardes, que me muero.