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Flotilla rumbo a Gaza: un movimiento global contra la indiferencia

 MARTINA VELARDE

Diputada en el Congreso

NICO SGUIGLIA

Concejal en Málag


Nada de lo humano nos es ajeno", decía Publio Terencio en el 135 a.C. 2.000 años después, en la era de le inteligencia artificial, de las redes sociales, del consumismo desorbitado de información, el planeta se achica y todo parece más cercano.

Qué cerca está Estambul de Gaza. Muy cerca porque no hay ni un segundo en el cual no se esté pendiente de lo que ocurre allí y de cómo y cuándo nos dejarán zarpar. Y qué lejos porque las millas náuticas que nos separan de la costa palestina parecen tremendamente distantes y casi inabordables. Sentimos las amenazas del gobierno de Israel que ya entrena a sus comandos, aquellos que llenaron de sangre inocente el Mavi Marmara hace 14 años. Sentimos las zancadillas de los gobiernos cómplices con la impunidad de la que, aún, disfruta Netanyahu.

Qué cerca y qué lejos está Estambul de España y de Europa. Frente a la solidaridad de una sociedad civil que pone sus cuerpos contra el criminal bloqueo impuesto a los gazatíes, choca la falta de valentía de unos gobiernos europeos que, en contra de la voluntad y de la opinión de su gente, siguen midiendo demasiado palabras y acciones para no molestar al carnicero sionista.

Distancias hoy que parecen infinitas pero que estamos seguras que vamos a poder colmar con lo más importante que tenemos como seres humanos: nuestro sentimiento de hermandad, nuestras ganas de justicia, nuestro anhelo de libertad. La Flotilla de la Libertad, en la que estamos embarcados, no es solo una campaña de solidaridad, es mucho más. Es una operación de decencia democrática que tiene como principal objetivo establecer un mínimo marco de consenso en términos de derecho internacional humanitario.

Nada de lo que está pasando en Gaza debería haber ocurrido, nada de lo que el gobierno de Israel le está haciendo al pueblo palestino debería haber ocurrido. No solo estamos asistiendo a un genocidio en directo, estamos siendo testigos de la completa falta de ética y de moralidad de gran parte de los gobiernos de occidente.

No somos unos irresponsables, todas las personas que estamos aquí somos conscientes de los peligros que acarrea esta iniciativa. No somos ingenuos. Cada una de nosotras tiene familia, pareja, madres, padres, amigos, compañeros y compañeras que les esperan. Entendemos los riesgos.

Y también sabemos que la ausencia de escrúpulos del gobierno israelí es directamente proporcional a la sensación de impunidad en la que se mueven. Y esa impunidad la tolera la Comunidad Internacional y, principalmente, EE.UU. y la UE, que son al fin y al cabo, los principales compradores de armas y tecnología de Israel y los principales abastecedores de municiones.https://blogs.publico.es/dominiopublico/61341/flotilla-rumbo-a-gaza-un-movimiento-global-contra-la-indiferencia/#:~:text=25/04/2024,en%20si%20misma.

Martina Velarde, Nico Sguiglia y otros participantes de la Flotilla de la Libertad.
Martina Velarde, Nico Sguiglia y otros participantes de la Flotilla de la Libertad.

Nada de lo humano nos es ajeno", decía Publio Terencio en el 135 a.C. 2.000 años después, en la era de le inteligencia artificial, de las redes sociales, del consumismo desorbitado de información, el planeta se achica y todo parece más cercano.

Qué cerca está Estambul de Gaza. Muy cerca porque no hay ni un segundo en el cual no se esté pendiente de lo que ocurre allí y de cómo y cuándo nos dejarán zarpar. Y qué lejos porque las millas náuticas que nos separan de la costa palestina parecen tremendamente distantes y casi inabordables. Sentimos las amenazas del gobierno de Israel que ya entrena a sus comandos, aquellos que llenaron de sangre inocente el Mavi Marmara hace 14 años. Sentimos las zancadillas de los gobiernos cómplices con la impunidad de la que, aún, disfruta Netanyahu.

Qué cerca y qué lejos está Estambul de España y de Europa. Frente a la solidaridad de una sociedad civil que pone sus cuerpos contra el criminal bloqueo impuesto a los gazatíes, choca la falta de valentía de unos gobiernos europeos que, en contra de la voluntad y de la opinión de su gente, siguen midiendo demasiado palabras y acciones para no molestar al carnicero sionista.

Distancias hoy que parecen infinitas pero que estamos seguras que vamos a poder colmar con lo más importante que tenemos como seres humanos: nuestro sentimiento de hermandad, nuestras ganas de justicia, nuestro anhelo de libertad. La Flotilla de la Libertad, en la que estamos embarcados, no es solo una campaña de solidaridad, es mucho más. Es una operación de decencia democrática que tiene como principal objetivo establecer un mínimo marco de consenso en términos de derecho internacional humanitario.

Nada de lo que está pasando en Gaza debería haber ocurrido, nada de lo que el gobierno de Israel le está haciendo al pueblo palestino debería haber ocurrido. No solo estamos asistiendo a un genocidio en directo, estamos siendo testigos de la completa falta de ética y de moralidad de gran parte de los gobiernos de occidente.

No somos unos irresponsables, todas las personas que estamos aquí somos conscientes de los peligros que acarrea esta iniciativa. No somos ingenuos. Cada una de nosotras tiene familia, pareja, madres, padres, amigos, compañeros y compañeras que les esperan. Entendemos los riesgos.

Y también sabemos que la ausencia de escrúpulos del gobierno israelí es directamente proporcional a la sensación de impunidad en la que se mueven. Y esa impunidad la tolera la Comunidad Internacional y, principalmente, EE.UU. y la UE, que son al fin y al cabo, los principales compradores de armas y tecnología de Israel y los principales abastecedores de municiones.




Un gobierno que ha asesinado a 16 mil niños y niñas inocentes en menos de seis meses; que ha destruido el 80% de las edificaciones en Gaza; que ha perpetrado una masacre sistemática de periodistas, personal sanitario, trabajadores y voluntarios de ONGs, ha demostrado de sobra una salvaje crueldad que se alimenta de un odio racista y supremacista, que nos recuerda a otras épocas de la humanidad, afortunadamente superadas.

Es importante un gesto de humanidad con el pueblo palestino. Un gesto de hechos, no de buenas palabras y deseos. De esos hay muchos. Es necesario zarpar lo antes posible, para superar el bloqueo y restablecer el derecho internacional y humanitario. Toca aliviar con un abrazo popular a las gentes de Gaza, que necesitan esta iniciativa valiente de otros pueblos para no sentirse irremediablemente solos y destinados a este holocausto que no merecen.

Nos preguntamos si nuestros gobiernos tendrán la valentía de no mirar para otro lado y defender la legalidad internacional, el derecho internacional, frente a los genocidas. Si esta vez serán capaces de poner freno a Netanyahu y a su inquina asesina.

Como cargos públicos que somos, elegidos por la soberanía popular, siempre entendimos que la política ni comienza ni acaba en los escalones de los palacios institucionales. Somos parte de los movimientos que se alzaron por el derecho a una vivienda digna, que lucharon contra la precariedad, que exigieron memoria, justicia y reparación. Y entendemos la política como un territorio en disputa, un cauce, que nos permite seguir avanzando en derechos y en conquista de mayores espacios de participación y libertad. Nunca como un fin en si misma.